El viaje como metáfora de la vida. Como peregrinaje solitario donde el viajero se siente extranjero a cada paso, transitando por un itinerario siempre inédito, lleno de aventuras y desafíos que sirven de ocasión para el conocimiento de sí mismo. “El periplo entero consiste en la búsqueda de la propia identidad, en una exploración sapiencial que concluye con la muerte”. Por ello Moratiel ha subtitulado su volumen Poetas en busca de su identidad.
El trayecto es la clave. La felicidad -si es que existe- no se encuentra al final del camino sino en el transcurso de esa odisea del espíritu que se busca a sí mismo. En tal singladura vital, la escritora defiende que los poetas son los perfectos compañeros de viaje: “Sea por el enorme deleite interior que nos ofrecen sus poemas, sea por la peculiar manera como abordan los grandes temas universales o el sentimiento que destilan ante las encrucijadas del camino. En medio de ese constante deambular, quién puede resistirse a dejarse poseer por la belleza, quién no desea volverse inmortal gracias al canto de un poeta”.
Cartografía poética
Moratiel nos ofrece una bellísima cartografía poética, jalonada por la vida y la obra de tantos artistas fascinantes. De Safo y Emily Dickinson a Wisława Szymborska, Baudelaire y Alejandra Pizarnik; de Matsuo Bashō y Giacomo Leopardi a Rainer Maria Rilke; de Paul Celan y Borges a Rosalía de Castro y Hölderlin y Sor Juana Inés de la Cruz y Milton y Ajmátova y Keats y Pessoa… “Seres atractivos y enigmáticos, que en pleno dolor son capaces de abrazarse con denuedo a la belleza, consolarnos e infundirnos ganas de seguir viviendo”.
Siguiendo el apasionante viaje que la autora propone: “Desde la antigua Grecia hasta el Romanticismo alemán, a los poetas se los ha considerado sacerdotes de la verdad. Seres que realizan un servicio divino exotérico, en tanto que revelan y hacen exterior, en un objeto, un secreto captado por inspiración”. De ahí la afinidad esencial entre la poesía y la filosofía. Con la ventaja de que, a semejanza de un teorema matemático, “el poeta nos exige apenas unos minutos de lectura y, a cambio, nos ofrece largos períodos de reflexión”.
Itinerancia
En el prólogo de Compañeros de viaje, Moratiel relata que en un punto determinado de su vida, pronta a cumplir los sesenta años, las circunstancias le llevaron a llevar una vida itinerante: “A lo largo de ese período pude experimentar en toda su intensidad lo que significa viajar, ese sentirse extranjero a cada paso, tanteando para aprender, poniendo a prueba la realidad y confrontándola con los conocimientos que se tienen de antes o con lo que se ha llegado a ser, en definitiva, siendo y no siendo de un lugar al mismo tiempo”.
En ese período y durante los trayectos y las esperas aeroportuarias, Moratiel volvió a leer poesía: “Pronto descubrí que ocuparme a la vez de la poesía y la vida de sus autores me aportaba un enorme deleite interior además de una explicación que me aproximaba a ellos y me permitía comprender mejor su mensaje… Los grandes temas universales y el sentimiento ante las encrucijadas más difíciles aparecían en la lectura con la cercanía y la emoción que sólo el género de la poesía puede ofrecer. Poco a poco, como amantes furtivos que se arriman sigilosos los poetas se convirtieron en mis auténticos compañeros de viaje”.
Así, para nuestra suerte como lectores, surgió este cautivador libro a través del que página a página se confirma aquello de que viajar no es llegar, sino estar yendo.
Y qué mejor que emprender el camino de la mano de Rilke, Emily Dickinson, Walt Whitman, Basho, Leopardi… Que lo disfruten. ¡Buen viaje!