Durante el acto de presentación de esta edición, en el que participaron el propio autor y Ángel Gabilondo –que distinguió entre el silencio, “del que soy muy partidario”, y el mutismo, “que deploro”–, D’Ors afirmó que “la literatura sirve para la vida porque es vida”. Encadenando algunas de los aforismos de su libro, comentó que lo que más nos humaniza es la virtud de la atención, “porque amar es estar atento”.
Meditación
La meditación es un ejercicio de escucha. “Hay que aprender a escuchar y a escucharse a uno mismo. Si te escuchas, entre tonterías descubres que también en ti hay algo luminoso. Cada uno de nosotros somos, también, un núcleo de luz”, señaló antes de referirse a ese “ejercicio de escucha” que supone la meditación.
“Comencé a sentarme a meditar en silencio y quietud por mi cuenta y riesgo, sin nadie que me diera algunas nociones básicas o que me acompañara en el proceso. La simplicidad del método –sentarse, respirar, acallar los pensamientos…– y, sobre todo, la simplicidad de su pretensión –reconciliar al hombre con lo que es– me sedujeron desde el principio. Como soy de temperamento tenaz, me he mantenido fiel durante varios años a esta disciplina de, sencillamente, sentarse y recogerse; y enseguida comprendí que se trataba de aceptar con buen talante lo que viniera, fuera lo que fuese”.
Palabras de D’Ors con las que abre este clarividente texto que se cierra 112 páginas más tarde con otra declaración de principios: “Si he escrito estas páginas es para aumentar mi fe en el silencio, por lo que lo más sensato es que deje ya las palabras y me lance, confiado, a ese océano oscuro y luminoso que es el silencio”.
Certezas, preguntas, reflexiones…
Entre las frases de apertura y cierre quedan en el aire unas cuantas certezas, muchas preguntas, algunas conjeturas y un interesante puñado de reflexiones para que, si sigue la senda marcada por el autor, cada cual asuma que a través de la meditación “no hay yo y mundo, sino que mundo y yo son una misma y única cosa”.
Basta un año de meditación perseverante, o incluso medio, para percatarse de que se puede vivir de otra forma, afirma el escritor. “La meditación nos con-centra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser, nos agrieta la estructura de nuestra personalidad hasta que, de tanto meditar, la grieta se ensancha y la vieja personalidad se rompe y, como una flor, comienza a nacer una nueva. Meditar es asistir a este fascinante y tremendo proceso de muerte y renacimiento”.
Pablo d’Ors (Madrid, 1963), discípulo del monje y teólogo Elmar Salmann y nieto del filósofo y crítico de arte Eugenio d’Ors, estudió en Viena, Roma y Praga.
En 1991 se ordenó sacerdote, doctorándose en teología cinco años más tarde. En el año 2000 publicó El estreno, su primer libro. A esta colección de relatos siguieron las novelas Las ideas puras, Andanzas del impresor Zollinger, El estupor y la maravilla, Lecciones de ilusión y El amigo del desierto.
Ha sido coadjutor parroquial y profesor de Teología Mística y Fenomenología de la Religión, capellán universitario y hospitalario, profesor de Dramaturgia y crítico literario, especializado en literatura centroeuropea.