En El laberinto del mundo, Calderón de la Barca escribe que “… el hilo de la Verdad es tan constante y tan fuerte que por más que se adelgace, no es posible que se quiebre”. Con estas palabras, Calderón remite al hilo que Ariadna entrega a Teseo para recorrer el laberinto de Dédalo y luchar contra el Minotauro.
Esta escenografía permite a Trías replantear la aventura del conocimiento y destilar una visión de Verdad acorde con su filosofía del límite. La construcción de sus principales conceptos, como son el espacio, el tiempo y el sistema de categorías, se ensaya en este libro en diálogo con obras de arte (Gran vidrio de Marcel Duchamp, Ciudadano Kane de Orson Welles, Cuarta sinfonía de Brahms) y con obras filosóficas (Así habló Zaratustra de Nietzsche, La República de Platón).
En la nota introductoria del texto, Trías apunta: “En este libro está en juego la verdad, y la posibilidad que la filosofía tiene de aproximarse a ella. Sé que el asunto tiene hoy muchos detractores. Pero sé también que siempre los tuvo. Creo que la propuesta filosófica que he ido elaborando desde hace bastantes años tiene capacidad de afrontar este asunto con solvencia”.
Habitante del límite
Construye el autor un texto que combina el vuelo poético del ensayo literario con el rigor conceptual del tratado filosófico. Sin duda, la mejor manera de adentrarse en el mundo filosófico de quien a través de su amplia obra llevó a cabo una profunda reflexión sobre la condición humana contemplando al hombre como habitante del límite.
Eugenio Trías ubica al ser humano en ese espacio fronterizo entre el ser y la nada. De esa perspectiva derivaba la relación del autor con lo divino, con lo sagrado y trascendente que hizo de él un ser mestizo, distinto; el “filosofo del límite”.