Camilo José Cela Conde, hijo del Nobel y presidente de la Fundación responsable de la edición, considera que a través de los textos «el escritor se mete en un mundo que conoce y capta y se convierte en espectador de las dos ciudades de una forma muy especial. Se trata de una mirada sobre dos mundos diferentes que da como resultado ver que, según en qué, son ciudades hermanas y están muy acopladas». Además comenta que la posibilidad de comparar a través de un solo volumen las dos ciudades constituye una oportunidad magnífica para repasar nuestra postura sobre «qué significa Madrid y qué significa Barcelona, algo que en mi opinión se ha hecho poco y mal, pero es muy necesario».
Cela dedicó el libro de Madrid a su hijo, y el de Barcelona a sus amigos. «Se nota que tiene una relación más emocional con Madrid, donde consolidó su mundo, y que la relación que tiene con Barcelona es el resultado de la relación que tuvo con sus editores», subraya Sergio Vila San Juan, responsable del suplemento Cultura|s de La Vanguardia, para quien el libro dedicado a Barcelona es, al tiempo, «histórico, porque habla desde el punto de vista histórico y monumental; costumbrista, porque habla de las porterías, las calles, las casas…; y crítico, por su visión crítica de la Barcelona desarrollista».
Por su parte, Juan Cruz, director adjunto de El País, afirma que «Cela concibió Madrid y Barcelona como hicieron otros autores con otras ciudades como Azorín, Hemingway, Baroja o Scott Fitzgerald. Este libro se puede leer como si fuera contemporáneo. Unos textos que parecen escritos ayer mismo».