Desde entonces, los libros citados han ido volviendo a la mesa de novedades en oportunas operaciones de rescate de otros sellos o colecciones. El último resucitado, cortesía de Turner, ha sido este Diccionario de mitos de García Gual, con nuevos personajes de leyenda en sus páginas, caso de Don Quijote, Tarzán o Sherlock Holmes. Son incorporaciones recientes mayormente de naturaleza literaria pero en el conjunto siguen predominando los mitos de la tradición griega, “la más resonante en nuestra tradición cultural”: ahí siguen los grandes dioses del Olimpo (Zeus, Poseidón, Atenea, Apolo, Artemis, Ares, Deméter, Hefesto, Hermes, Dionisio y una descendencia más abundante y compleja que la de Juego de tronos), los semidioses de menor peso religioso, como Prometeo o Eros, o los héroes con Ulises a la cabeza, el guerrero Aquiles, los aventureros Heracles y Jasón o el melódico Orfeo. No obstante, la formación de los primeros mitos, entendidos éstos como narraciones o relatos fabulosos conocidos con el nombre del héroe que los protagoniza, tenían todos una fuerte raigambre mística. En esa línea están también los de carácter bíblico empezando por Adán (y Eva), siguiendo por Job y “esos tres simpáticos peregrinos” conocidos como los Reyes Magos, y acabando con el ángel caído Satanás.
Hoy, decíamos, los últimos mitos consolidados, con muchas décadas e incluso siglos de acreditada vigencia, capaces de competir con los clásicos griegos, tienen un origen puramente literario del tipo de Don Juan, Fausto, Carmen o Frankenstein; o de procedencia gráfica caso de Supermán, “el único gran héroe americano”, una suerte de “Hércules del siglo XX”.
Por motivos obvios no es éste el mejor libro para conocer de una manera ordenada el distinto eco que los mitos han ido teniendo en la tradición europea; ni tampoco para entender su importancia –vía Homero y Hesíodo– en el nacimiento de la literatura occidental y su capacidad para nutrir los géneros clásicos, la épica, la lírica y la tragedia. Para eso, el propio García Gual publicó hace cuatro años, también en Turner, una Historia mínima de la mitología que cumple con ese objetivo. En cambio, este diccionario caprichoso, con sirenas y dragones, se puede leer con la misma libertad que abrimos un volumen de cuentos o artículos y elegimos uno al azar o regresamos a un favorito.
De hecho, García Gual confiesa que a medida que envejece le sucede lo mismo que le pasaba a Aristóteles: que va encontrando en los mitos unos amigos que no fallan nunca, que siempre han estado y van a estar ahí dispuestos a contarte una historia de encanto constantemente renovado.