Su literatura aterriza ahora por vez primera en España al aire de El Santuario del Diablo (Alevosía, 2012), no uno más del aluvión de thrillers llegados de los fríos del norte, sino un libro lleno de suspense y recovecos capaz de generar ese indescriptible escalofrío que provoca la buena literatura.
Apariencia…
Hermanson estudió periodismo, literatura y sociología. Trabajó como periodista y, confiesa, «un día sentí que mi destino era el de contar historias y hacerlo de un modo literario». Como consecuencia afloró en 1986 su primer libro, una colección de relatos inspirados en los mitos y cuentos populares de su país. Desde entonces ha generado un conjunto de obras muy cuidado en el que lo claustrofóbico y lo siniestro conviven con paisajes, escenarios y ambientes aparentemente, sólo aparentemente, apacibles.
El Santuario del Diablo nos sitúa en Himmelstal, una exclusiva clínica de reposo en un valle de los Alpes suizos donde está internado Max, el hermano gemelo de Daniel. Lugar de ensueño cruzado por ríos de agua cristalina y aire puro. En su restaurante, atendido por un personal muy atento, se puede disfrutar de excelente comida y buen vino. Por todo ello, Daniel accede cuando Max le pide que ocupe su lugar para poder salir y solucionar fuera un asunto de deudas. ¿Qué peligro puede haber en pasar unos días en este agradable lugar? Pero Max no regresa y Daniel empieza a temer que ese valle sea lo último que verá en la vida.
En El Santuario del Diablo vuelve a convivir el contraste entre lo siniestro y lo idílico; entre el fondo y la forma. ¿Era esa su intención?
Persigo en este y en todos mis libros crear una lectura amena y con suspense y plantear cuestiones que me parecen importantes. Me gusta explorar y abordar temas como la claustrofobia, la angustia y el encierro desde una perspectiva lógica, desde el razonamiento, pero sin olvidarme de lo fantástico.
Hay algo en el libro que recuerda, no solo porque la acción se desarrolle en un balneario, a Thomas Mann y su Montaña mágica. ¿Está de acuerdo con esa apreciación?
Es una observación oportuna porque, aunque no de forma consciente en un primer momento, enseguida me di cuenta de que entre lo que yo escribía y lo de Mann había puntos de encuentro. «Esto me suena», me dije. La montaña mágica empieza de una forma parecida, hay un pariente que viene a visitar a un familiar, etc. Uno lee tanto a lo largo de su vida que me puedo imaginar, aunque no fuera de forma consciente, que la obra de Thomas Mann estaba presente cuando surgió la idea de esta obra. Pero hablamos de libros muy distintos.
Hay un aluvión de novela nórdica con el denominador común del suspense. Como autora sueca, ¿considera el riesgo de que se produzca una saturación?
Entiendo perfectamente lo que me dice. Personalmente estoy asombrada de que esta especie de ola haya podido mantenerse durante tanto tiempo. Llevo muchos años escribiendo y publicando novelas. Lo hice mucho antes de que se iniciara este aluvión que usted comenta. Yo siempre me he mantenido muy fiel a mi propio estilo y nunca he escrito ni publicado una novela policiaca tal como se entiende ese estilo y término. Hago una literatura con suspense, incorporando componentes diversos, pero nunca he hecho literatura de policías, asesinatos, etc. Pero ahora, para mi propio asombro, me he visto arrastrada hacia una obra que se parece a todo ese estilo de literatura nórdica. Eso ha sido bueno para mí porque me ha permitido ser traducida a otros idiomas, lo que, si no fuera por esa especie de moda, quizá no hubiera sido posible. Peroaspiro a ser evaluada por la calidad de mi literatura, no por estar inmersa en una determinada corriente.
¿Que conoce de la literatura española?
Mucho menos de lo que debiera. Estudie literatura comparada y, por supuesto, me encontré con autores como Cervantes, Calderón o Lope de Vega, pero confieso que de la literatura española actual conozco infinitamente menos de lo que debiera. Citaré a Cela como escritor contemporáneo que me interesa.
¿Por qué el lector español debe acercarse a El santuario del diablo?
Creo que es una narración que engancha. Además, la novela plantea algunas cuestiones sobre las que merece la pena reflexionar. En consecuencia, me parece que puede haber dos razones: por una parte una lectura amena, con suspense, y, por otra, deja en el aire cuestiones que a todos, independientemente de su cultura y lugar de origen, interesan.
Como, ¿por ejemplo?
Hablo de temas que desde siempre me han interesado y he querido explorar, como es el caso de la psicopatía. Al documentarme para trabajar en la novela me encontré con un estudio que se realizó en una cárcel estadounidense sobre la actividad cerebral de los psicópatas que llega a la conclusión de que se diferencia mucho de la de un ser humano normal. Eso me planteó muchos interrogantes respecto a cómo debemos tratar a esas personas si consideramos que estamos ante algo físico, una especie de minusvalía neurológica. La cita que encabeza mi último libro es de Bertolt Brecht y dice: «El odio es solo una forma de incapacidad». Si consideramos que la psicopatía es una especie de incapacidad observamos todo esto, y al propio ser humano, desde otra perspectiva.
(Con esa inquietante visión que abre puertas a todo un mundo de opiniones Marie Hermanson se retira, no sin antes confesar que ya se haya inmersa en otra nueva aventura literaria, «algo distinto que me tiene absorbida». No dice más… el suspense también forma parte de su historia literaria real. Aguardemos.)