Bajo el titulo Trilogía de la guerra (Seix Barral), ha publicado recientemente, –»acaso mi proyecto más ambicioso en el que he trabajado más de cinco años», confiesa el propio autor–, un complejo caleidoscopio de narraciones que cristalizan en un insólito retrato que salta tiempos y espacios para instalarnos en la isla gallega de San Simón, uno de los más duros campos de concentración de la Guerra Civil, «la subterránea Nueva York, la mágica Montevideo, los cementerios de Shanghái, ocupados hoy como viviendas por las clases más desfavorecidas, o las playas de Normandía en las que reverbera la presencia de los muertos del desembarco».
Como se apuntó en su presentación, esta novela se pregunta qué ocurre cuando la luz de las estrellas muertas llega para unirse con la de las vivas, de qué color es el espectro de ese nuevo mundo, qué bosques y qué ciudades crecen en él y cuáles son sus habitantes y sus leyes, sus sueños y aspiraciones.
«Como en todo lo que yo escribo, intento que haya un conjunto orgánico. Que maneje la complejidad. Toda mi narrativa esta formada por relatos que funcionan en red, no hay un tronco principal y de ese tronco salen ramas subordinadas. Sino como una red en la que todo está conectado. Cuando escribo no sufro y no me interesa la escritura como sufrimiento. Las historias salen de una manera bastante fluida. Vengo de la poesía y la poesía trabaja a través de la analogía. Escriba de lo que escriba soy poeta. Incluso mis libros de ensayo los considero poesía porque los armo del mismo modo que armo un poema. Una serie de enlaces analógicos con los que voy de un lado a otro. Lo mismo pasa con las novelas».
¿Cual es la pretensión última de esta Trilogía de la guerra?
Uno no pretende más que adentrarse en esas caras B, en esos agujeros que hay en la realidad para llegar a lugares poéticos que sean útiles y al menos me expliquen a mí mismo cómo es el mundo. Empiezo a escribirlo cuando voy a la isla de San Simón, en la Ría de Vigo, que fue un campo de concentración durante la Guerra Civil. Es una isla que tiene mucha historia turbulenta porque antes ya había sido cárcel en el que estuvo preso el pirata Drake, fue también leprosería en el siglo XIX y en el siglo XIII un monasterio. Voy allí y siento que están allí todos esos muertos y no encuentro respuesta a las preguntas que me suscitaba ese lugar. Ante el impedimento de explicarme a mí mismo por qué sentía lo que sentía, se me ocurre colocar en el presente a un personaje ficticio y que le empiecen a pasar cosas. Así comienza un relato con un arraigo muy ligado a lo real, pero enunciado desde el pensamiento a veces poético, a veces mágico, a veces científico y antropológico, pero que siempre desenfoca levemente las cosas que creíamos bien establecidas para poder verlas y pensarlas de otro modo.
Vida y muerte entrelazadas…
Una de las ideas principales es que los muertos no están nunca muertos del todo ni los vivos estamos completamente vivos. Es decir, estamos en una interzona en la que estamos condenados a habitar. La red social más grande del planeta no es la de los internautas, sino la que une a los vivos con los muertos. La muerte es un regalo que los muertos nos hacen para poder reflexionar acerca de la vida. Es una bendición para los que nos quedamos aquí. Eso es algo que planea sobre un libro que en realidad son tres y que va planteando preguntas. Porque el segundo libro nos habla de un astronauta anciano que desde su retiro en Miami nos cuenta que fue el cuarto astronauta que fue a la Luna y que no salió en ninguna foto ni en ningún vídeo porque él era el que filmaba. A partir de ahí nos cuenta una historia distinta de Estados Unidos y en realidad nos está señalando cómo la realidad tiene otras caras a las que nos podemos acercar de muchas maneras.
Transcurre también en el presente y habla de una mujer que va a la costa normanda para recorrerla a pie porque quiere llegar a las playas en las que se produjo el desembarco y ver qué se siente en un lugar en el que murieron 100.000 hombres. Qué significa que muy pocos hombres manden a la muerte a otros miles y miles. Cómo se puede contextualizar esa clase de violencia del varón contra el varón. Esa caminata coincide con la votación del Brexit y con la oleada de inmigrantes que llegan a Europa huyendo de la muerte. Se establecen una serie de metáforas que se plantean qué significa la violencia, qué es la guerra. Porque por definición una guerra es legal. Porque hay que declararlas formalmente y se acaban cuando formalmente se firma la paz. Por lo tanto están sujetas a una legalidad. Lo que está más allá de la guerra lo contextualizamos como terrorismo. A nivel personal tengo muy claro lo que es el terrorismo, pero no tengo nada claro qué es la guerra. Qué significa que pactemos la violencia. Acerca de eso hay muchas reflexiones en el libro. Estamos ante una novela que no plantea ninguna tesis final sino que cada cual saque sus conclusiones y sus ideas.
(Siempre con un punto transgresor, Mallo afirma que la violencia es el mecanismo más desprestigiado que tenemos para que el mundo funcione. «El mundo existe y funciona porque de algún modo existe violencia observada como algo general. Sin ella el mundo no existiría».)
Un libro lleno de imágenes…
Sí, pero la literatura quiere trabajar con la especificidad de la palabra. Para hacer novelas que parecen guiones de cine ya está el cine, que hace eso mejor. No comparto esa idea que tenemos a veces de que una novela es muy cinematográfica. El recurso que nos queda a los novelistas del siglo XXI es trabajar en algo que sea específicamente nuestro, de la literatura. Luego llegarán los cineastas y podrán adaptarlo, pero lo nuestro es hacer literatura.
(Explica el escritor que Lorca y W.G. Sebald y David Lynch y Dalí son importantes en distintos momentos de Trilogía de la guerra: «Poeta en Nueva York es parte fundamental de la trama en todo el libro. Por otra parte, Sebald y Lynch son dos referencias como si en mi cabeza se hubieran unido para narrar todo ésto. Si los juntas en un solo cuerpo, la criatura que emerge es algo muy parecido al Dalí escritor. Ese triángulo Sebald, Lynch, Dalí creo que de algún modo ha operado en toda esta novela»).
¿La literatura tiene algo de posverdad?
La posverdad es algo negativo cuando se construye en aras de generar eventualidades y actos negativos. Pero la posverdad es positiva cuando se usa para generar acontecimientos que nos benefician. De hecho es un nombre traído a última hora por los pelos porque existe desde que existe el ser humano. La posverdad no es la mentira, sino algo mucho más sutil como es plantear alternativas igualmente verosímiles para un mismo evento. Eso es lo que es la literatura. La posverdad sería la modificación de la realidad en el caso de que la realidad existiera, pero eso no sirve para los que pensamos que la realidad no es unívoca y que no hay una realidad dada y pétrea. Que no hay un referente claro al que llamar realidad porque la realidad es una interpretación. La prueba está en que la realidad se construye con el lenguaje y el lenguaje está en nuestra cabeza, no es algo sólido que podemos poner encima de una mesa.
Premio Biblioteca Breve
Trilogía de la guerra logró el Premio Biblioteca Breve, un reconocimiento que enorgullece a Agustín Fernández Mallo por dos razones: «En primer lugar porque no pocos de mis referentes literarios lo ganaron antes, como Benet, Caballero Bonald, Cabrera Infante, Elena Poniatowska o Vargas Llosa. Y en segundo lugar porque esta obra es la culminación de años de trabajo y experimentación de nuevos caminos en mi narrativa, ir hacia otros lugares, otras estructuras poéticas. En cierto modo un salto al vacío. La búsqueda de la riqueza del mundo en los detalles. Me gusta dejar claro que no escribo para el público. Escribo para mí. Para crear cosmos propios. Si después eso que has hecho coincide con el mundo y gusta, pues… fantástico. Y si no, mala suerte».