Tan sólo con dos novelas, -‘Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea‘ y ‘Nubes de Kétchup‘-, Annabel Pitcher (Yorkshire, Gran Bretaña, 1982) se ha plantado en el buen ojo del huracán literario. El de los elegidos.
No se anda por las ramas. Agarra las historias por donde más duelen, por donde llegan más. Las exprime y las coloca, “muy trabajadas, las leo y releo, vuelvo sobre las frases, sobre cada palabra, hasta que me acerco todo lo posible al qué y al cómo de lo que quería contar”, ante la sensibilidad de unos lectores de todas las edades que crecen en número y entrega en todo el mundo. Su primer libro ha sido traducido a veinte lenguas; el segundo ya va por las veinticinco.
¿Vocación de escritora desde siempre? ¿Cómo surge su carrera literaria?
Siempre he querido ser escritora. Es un tópico pero es así. Desde que tenía 10 años pensé en ello, aunque no era lo único que quería hacer ya que también quería ser actriz. Siempre me he sentido muy cómoda con un bolígrafo en la mano y un papel delante. Para mí han sido herramientas que me hacían más fácil la vida. Si algo no me iba bien, podía escribir sobre eso o si estaba enamorada o me gustaba alguien podía escribirlo. Siempre ha tenido sentido escribir y tener como aliado el papel.
Sus dos libros se vehiculan a través de voces infantiles. ¿Se siente portavoz de la infancia?
No, realmente no. Me veo sobre todo con ganas de contar historias. A menudo me preguntan acerca del mensaje que he querido transmitir y siempre digo lo mismo: busco entretener y contar una historia. No creo que eso me convierta en portavoz de nadie ni de nada. Es verdad que tengo muy buena relación con los niños y, muy especialmente, con los jóvenes. De hecho trabajé en un colegio y, aunque no soy ninguna experta, algo he aprendido de su trato. Recuerdo mis años de infancia y de adolescencia y ese recuerdo y esa experiencia me ayuda mucho a la hora de escribir.
En sus libros se refiere a infancias golpeadas por experiencias traumáticas. ¿Cuál es su objetivo al escribir sobre temas tan en el límite?
Desde el punto de vista narrativo es más interesante contar una situación dramática que una situación o una historia en la que todo va bien. Resultaría mucho más plano hablar de una familia normal con relaciones normales. Cuando empiezas a escribir lo haces desde la perspectiva de lo más llamativo. En mi literatura reflejo a personas que se encuentran en una situación difícil. El otro día estaba en un colegio y un niño me preguntó por qué mis libros trataban sobre la muerte. La verdad es que yo no lo había pensado así, pero si uno vuelve sobre esas páginas la pregunta no es nada descabellada.
Ahora estoy escribiendo mi tercera novela y trata de una niña a la que no le ha ocurrido nada traumático. Estoy intentando alejarme un poco de las situaciones traumáticas extremas.
Cuida mucho el lenguaje. ¿Es una secuela de su formación como filóloga?
Efectivamente, me interesa mucho el lenguaje. Leo y releo lo que escribo, vuelvo sobre las frases, sobre cada palabra, hasta que me acerco todo lo posible al qué y al cómo de lo que quería contar. Por una parte me encantaría escribir rápido. Tengo algunos amigos escritores que son capaces de escribir 5.000 palabras al día, pero yo no puedo escribir más de 500. Escribo un poco y luego reestructuro lo escrito, le doy vueltas. Para mí es tan importante el fondo de lo que escribo como que la redacción sea la mejor posible. No me interesa tanto que el libro enganche como que el lector sienta que está ante literatura elaborada; de calidad. No sé si lo consigo, pero desde luego lo intento.
Me hubiera encantado escribir poesía, pero no es lo mío. Me gusta la prosa lírica. Que haya un ritmo en la escritura. Leo en alto lo que escribo para ver como encaja el párrafo anterior con el siguiente. La musicalidad del texto y como fluye me interesan sobremanera. El uso de las palabras es algo a lo que dedico mucho tiempo.
Al tiempo, son libros muy descriptivos. Se nota que ha trabajado en medios de comunicación. ¿Haciendo qué?
Al principio trabajé en algo muy aburrido y muy junior dentro de un estudio de televisión. Era como una especie de becaria que tenía que hacer de todo, vaciar papeleras, acercar cafés y cosas de ese estilo. Realmente odiaba ese trabajo. Más tarde ascendí y me integraron en el equipo de investigación en un programa que era una especie de cámara oculta. Aquello fue más divertido. La gente mandaba vídeos caseros y yo tenía que elegir el mejor de cada semana. Lo hice durante un año. Después decidí hacer algo más provechoso y empecé a trabajar como profesora.
¿Por qué debemos leer Nubes de Kétchup?
Porque he intentado y espero haber conseguido hacer literatura de calidad y, al tiempo, un libro que un vez iniciado no se puede abandonar. Es una historia impactante que habla de que la vida tiene muchas caras. Dentro de una vida, hay muchas otras escondidas, inconfesables. Espero que ningún lector quede decepcionado.
Sus libros son muy plásticos, muy visuales. ¿Es importante el arte en su vida y en su obra?
Agradezco esta observación porque, aunque sé muy poco de arte, mi propósito es tener esa visión plástica que usted apunta. Una de mis frustraciones es no saber dibujar. Me encantaría saber hacerlo para visualizar los personajes y las escenas que imagino. El arte me interesa a nivel personal, pero no soy ninguna experta.
¿En qué está ahora?
Como ya he comentado, la novela que estoy concluyendo tiene como protagonista a una niña. Aunque, como también he señalado, no ha vivido ningún episodio traumático, aunque sí le ha ocurrido algo determinante. Esa niña deja de hablar. Me interesa abordar la identidad de la personas y comprobar como encajamos el hecho de que en este mundo para que se nos vea hay que hacer mucho ruido, hay que gritar. El libro plantea si se puede vivir de otra manera.
¿Cuál es su opinión sobre los e-book y los medios digitales y su repercusión en la literatura?
Me interesan mucho las nuevas tecnologías y de hecho tengo un e-book, aunque prefiero un libro de verdad con sus tapas. Me gusta el olor de los libros y poder pasar las páginas. Pero todo lo que fomente la lectura es muy positivo.
La autora
Annabel Pitcher nació en 1982 en un pequeño pueblo de Yorkshire (Inglaterra). Tras estudiar filología inglesa en la Universidad de Oxford ha trabajado como profesora de inglés y “desempeñando trabajos muy diversos” en una cadena de televisión.
A partir de las notas tomadas en un largo viaje que le llevó de Perú a Vietnam, escribió Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, una historia que adquirió rápida notoriedad y ha sido traducida a veinte idiomas.
Nubes de Kétchup, editado en España por Siruela, se ha convertido, también desde su lanzamiento, en un éxito similar al de su debut literario. Pitcher, que continúa viviendo en su pueblo natal, ultima su tercera novela.