¿Por qué La comadrona?
Desde siempre las comadronas han sido para mí personajes muy interesantes. En la época en la que yo situó la historia eran mujeres muy independientes que podían viajar, cuando las demás personas en Laponia no lo hacían. Podían ver de cerca la vida, los nacimientos, la muerte, y además tenían acceso a los campos de prisioneros. Mi tatarabuela no era estrictamente comadrona, pero ayudaba en los partos y asistió a prisioneras en el momento de dar a luz.
Otro de mis objetivos era contar que la guerra hiere a todo el mundo. Quería mostrar cómo los niños, las mujeres, los prisioneros o los soldados desaparecen en ella. De hecho, el periodo histórico elegido no es tan importante como las cuestiones morales que surgen -cómo decidir lo que está bien, hasta qué punto las decisiones que uno toma afectan sólo a su propia vida-. La guerra es un espacio de tiempo en el que la persona pierde el control sobre su vida, su facultad de decidir, su libertad y, a menudo, todo.
Hay en el libro, además de mucha y descarnada dureza, una especie de canto a la comprensión entre los seres humanos. ¿Es algo premeditado?
Estoy encantada de que me diga eso porque lo que quería contar es una historia universal de los seres humanos. Algo que trascendiese nacionalidades. No quiero que se vea en mi libro a alemanes, rusos, lapones o noruegos, sino a personas del mundo. Tampoco quería subrayarlo demasiado, porque me gustaba que el lector llegase por sí mismo a esa conclusión. Efectivamente, mi intención era hablar también de la flexibilidad y la comprensión entre los seres humanos en circunstancias tan extremas.
«Poder amar te hace aferrarte a la vida»
Estamos ante una historia de amor límite, ¿así ve usted el amor?
Sí, de hecho la comadrona repite una y otra vez una frase en la que reza para conseguir a ese hombre y en la que asegura que si lo consigue no va a pedir nada más. Así me pasa también a mí. Veo el amor como una historia apasionada que al mismo tiempo es bonita, bella y cruel, porque en el momento en el que uno ama con tanta pasión es totalmente vulnerable.
¿Se puede amar en circunstancias tan adversas como las de un campo de concentración?
En ese lugar y en cualquier lugar se puede amar. El amor acecha en cualquier sitio y, de hecho, en un campo de concentración no sabes lo que va a pasar con tu vida al día siguiente porque su control te ha sido arrebatado. El amor te hace mantenerte vivo y eso es lo que por lo general quieren las personas que viven en situaciones tan inhumanas. Poder amar te hace aferrarte a la vida.
La guerra saca a la luz lo mejor y lo peor del ser humano. ¿Cree que en ese sentido la sociedad actual vive una especie de guerra continuada?
Sí, por supuesto, sobre todo ahora que durante la crisis económica mucha gente en Europa tiene que hacer frente a dramáticas situaciones de miseria. Hay que tener la voluntad de vivir para seguir adelante. Cuando leía las cartas que mi abuela escribió durante la Segunda Guerra Mundial me sorprendió que yo, ahora, pudiera entender perfectamente lo que ella contaba en esas cartas. Creo que en el fondo siempre vivimos en esa situación en la que hay gente que tiene la necesidad de oprimir a otros y otras personas que se muestran generosos y comprensivos. Nos debatimos entre ser egoístas o ser nobles. Creo que así es desde que el mundo es mundo.
Cuando empecé a leer las cartas me preguntaba a mí misma, ¿pero, puedo entender a esta gente que estaba pasando por situaciones tan extrañas a lo que yo estoy pasando? Me di cuenta de que sí, de que había una conexión y podía entender a esa joven que estaba muy asustada por lo que estaba pasando, pero que tenía la firme voluntad de seguir adelante.
[Lamenta el entrevistador desconocer absolutamente el finlandés, la lengua en la que está escrita La comadrona, pero declara haberse sorprendido por la traducción al español de la novela, por la riqueza de vocabulario y por conjugar un tono muy poético y, cuando se expresan determinados personajes, especialmente la comadrona, la vulgarización del lenguaje…
La entrevistada sonríe satisfecha y agradece la oportunidad de explicar que para esos personajes, la comadrona muy especialmente, ha utilizado un dialecto que se utiliza en el norte de Finlandia, que encierra una forma de hablar muy peculiar: «Y además he creado mis propias palabras para ponerlas en boca de la comadrona. Lo he hecho así para que hubiera un contraste, también en lo relativo al lenguaje, entre las cosas horribles que estaban ocurriendo y las cosas bellas que estaban pasando. Por ello he buscado una forma de narrar poética y, al tiempo, cruel. para que ambas se fuesen puliendo entre ellas; como el mar y las rocas».]
«Uno de mis sueños era que La comadrona se convirtiese en película»
Por la historia en sí y por la forma de narrarla, hay mucho cine escondido en La comadrona. ¿Esta prevista su versión cinematográfica?
Tengo formación en cinematografía y siempre que escribo algo necesito visualizarlo. Cuando escribí el libro estaba pensando en la posibilidad de que fuese una película. Se ha hecho una obra de teatro y está en proyecto la realización de una película. La verdad es que me apetece mucho ver cómo fragua esta posibilidad, pues uno de mis sueños era que La comadrona se convirtiese en película y es más que probable que el año que viene esté en los cines.
Y la música también es clave…
Efectivamente, el ritmo es clave para mí a la hora de escribir. Suelo leer en voz alta lo que voy escribiendo porque pienso que si no tiene sentido cuando lo escucho, no debería haberlo escrito. He tocado en una banda punk. Lo he hecho como diversión y porque la música me interesa mucho. Escucho de todo. En los últimos tiempos me he enganchado al compositor noruego Edward Grieg, que tiene unas sinfonías maravillosas. También me interesa gente muy distinta, como Nina Hagen, por ejemplo.
Reconforta comprobar que en el momento actual Escandinavia produce en literatura algo más que novela negra. ¿Tiene algo que comentar al respecto?
Es un buen momento para la literatura de Finlandia. He tenido la suerte de que traduzcan mi libro a muchos idiomas y que la gente pueda comprobar que, además de novela negra y policiaca, somos capaces de hacer otro tipo de literatura que, por lo que parece, también interesa. Alguien ha dicho de mi libro que es «el realismo mágico de Laponia», lo que es maravilloso pues admiro profundamente a García Márquez y Cien años de soledad me parece una de las novelas fundamentales del siglo XX.
¿Es real esa fama de feminista que le precede?
Para mí el feminismo es la igualdad para todos los seres humanos. Espero que eso se convierta en una realidad en algún momento. Me gustaría que no hubiese diferencias por razas, por sexos, por nacionalidades. En ese sentido se me puede considerar feminista, aunque no me guste el matiz que algunos dan al término y mi persona tenga muy poco que ver con lo que esas personas entienden por una feminista.
¿Cuál es su próximo proyecto?
Es un nuevo libro y para esa historia también voy a realizar la versión para teatro. Estoy muy contenta de poder hacer lo que quiero, pues desde el punto de vista económico también las cosas me lo permiten. El año que viene también voy a publicar un cómic que estoy realizando con un amigo que tiene muchísimo talento. Me gusta hacer cosas diferentes, aunque tengo muy claro que ante cualquier otra actividad, la escritura es lo mío.
La autora
Katja Kettu, que se describe a sí misma como «humorista de la desgracia», nació en 1978 en Laponia, Finlandia. Tras unos años de formación como directora de animación en Tallin, Moscú y Londres, recaló de nuevo en Helsinki.
Artista multidisciplinar: además de su quehacer literario dirige vídeos musicales, canta en el grupo punk Confusa, enseña guion y es habitual colaboradora en las páginas culturales de los principales periódicos de su país.
La comadrona es su cuarta novela publicada. Ya ha sido estrenada su adaptación teatral y el año que viene llegará a las pantallas su adaptación cinematográfica.
Katja Kettu
Traducción de Dulce Fernández Anguita
Alfaguara
416 página
19 euros
E-book: 9,99 euros