Las obras de Lloyd Wright (Richland Center, EE.UU., 1867 – Phoenix, 1959) han trascendido como uno de los legados arquitectónicos más interesantes de la historia. El genio detrás de construcciones como la Casa de la Cascada, quizá su obra más famosa, fue un punto y aparte en el mundo de la arquitectura, renovándola al introducir nuevas formas y volúmenes. Lo que puede que no tanta gente conozca es su oscura vida privada.
La biografía que presenta T.C. Boyle no es una al uso. Su destreza en la caracterización lo ayuda a construir el retrato de un auténtico monstruo. Pero no es el propio Lloyd Wright quien se coloca en el punto de mira, sino que son las mujeres que pasaron por su vida quienes llevan adelante la historia desde su perspectiva.
Así, nuestras particulares compañeras de viaje son Kitty, su primera esposa, frágil y religiosa; Martha «Mamah» Borthwick, su alma gemela, asesinada por un criado; Olgivanna, sensual bailarina sueca para la que la vida es riesgo; y Miriam, su segunda esposa, que tiene que competir con Olgivanna por el corazón del arquitecto.
Ellas, a través de los episodios vividos junto al estadounidense, van hilvanando la historia de su vida, componiendo un escalofriante retrato de quien diera forma al Museo Guggenheim de Nueva York.
Un retratista excepcional
El hecho de dar forma a una biografía recurriendo a la ficción no es nuevo para Boyle, quien ya en 1993 realizó un divertido y bizarro retrato del doctor John Harvey Kellogg, inventor de los famosos cereales, en su novela El balneario de Battle Creek. También hizo protagonista de sus novelas al explorador Mungo Park en Música acuática o al sexólogo Alfred Kinsey en El círculo íntimo, entre otros.
Boyle, a quien se compara en ocasiones con Faulkner, es considerado uno de los narradores más interesantes de nuestros días. El estadounidense, especialista en someter a sus personajes a una fuerte presión, es autor de otras novelas como El pequeño salvaje, Drop City o El fin del mundo.
Esta cautivadora novela sumerge al lector en la inquietante vida íntima de un personaje clave en la cultura contemporánea y nos desvela al monstruo que se encontraba tras el genio, máscara que otras mujeres padecieron como bien nos mostraron los biopics Sobrevivir a Picasso o Llámame Peter.
Fue quizá la escritora Margaret Atwood quien mejor supo condensar lo que tantas mentes ilustres ocultaban cuando escribió aquello de «el genio consiste en una infinita capacidad de causar dolor».