Pájaro Tamai y Marciano Miranda, dos jóvenes veinteañeros, agonizan en un parque de diversiones desierto. La historia comienza casi por el final, un rato después de que ambos protagonistas se trenzaran en un duelo de cuchillos, dirimiendo una enemistad que los enfrenta desde pequeños y que les ha sido heredada por sus padres, y un rato antes de la muerte anunciada.
Estado agónico
El presente de Ladrilleros es ese estado agónico, por momentos alucinatorio: a Marciano lo visita el fantasma de su padre, asesinado cuando él era un adolescente, un padre al que juró una venganza que no pudo cumplir; a Pájaro también lo visita, como una pesadilla renacida, su violento padre, desaparecido desde hace años.
Entre estas alucinaciones, narradas por un narrador omnisciente desde la subjetiva de cada personaje –recurso que hace que narrador y personaje se confundan, se fundan constantemente–, los flashbacks reconstruyen la historia de ambas familias, los Tamai y los Miranda, que es la historia de un rencor latente. De este rencor, además de la tragedia, nace el amor entre Pájaro y Ángel, el menor de los Miranda: un amor que salva y que condena, que reaviva el odio y que lleva, inexorablemente, a la muerte.
Una suerte de Romeo y Julieta en clave homosexual, Ladrilleros se desenvuelve en un ambiente hostil, de hombre duros, peleadores y borrachos; de niños solos que se crían como pueden; de amores fogosos, violentos y sexuales; de soles eternos que secan todo lo que tocan.
Sobre la autora
Selva Almada publicó sus primeros relatos en el semanario Análisis, de la ciudad de Paraná. Allí dirigió, entre 1997 y 1998, la revista CAelum Blue. Además ha publicado las novelas Mal de muñecas en 2003; Niños en 2005; Una chica de provincia en 2007; El viento que arrasa en 2012, y el e-book Intemec.
Ladrilleros, al igual que su anterior novela, El viento que arrasa, fue publicada por primera vez en la editorial Mardulce, de Buenos Aires, y se incorpora ahora al catálogo de Lumen.