– ¿Cuál es el objetivo esencial que se marcó al escribir La culpa?
El que siempre me marco: emocionar, atrapar al lector no sólo con la trama, también y principalmente con la fuerza de los personajes. Me gusta definir bien su psicología, su evolución, mover al lector por territorios a veces incómodos para que más allá de la trama tengan que decantarse hacia un lado u otro. Que los lectores lleven a su vida la historia y se hagan preguntas sobre las culpas, sobre los monstruos y las monstruosidades.
[Cada seis meses, como un clavo, los empleados de una pequeña sucursal bancaria reciben la desagradable visita de la señora Gondar, una mujer de aspecto miserable y olor corporal insoportable que controla hasta el más mínimo detalle de sus millonarias cuentas. Amanda, una nueva oficinista, la atiende una vez. Un mes después de la reunión, la señora Gondar fallece y Amanda se convierte inesperadamente en su única heredera. Desconcertada, la joven, con la ayuda Enric, periodista al que le une una relación amorosa, inicia una investigación sobre la identidad de la anciana y descubre la historia que unió de por vida a dos poderosas mujeres: los terribles secretos que las devoran y la culpa que las acecha. Amanda no solo heredó una fortuna, también una terrible culpa.]
– ¿Cómo definiría su libro?
Es un libro de personajes en el que se cuentan dos historias entrelazadas. Por eso esta novela se mueve por los territorios de la novela psicológica y el thriller. Cuando escribo no pienso en qué estantería de la librería va a estar y qué cartel va a tener encima: literatura, thriller, novela negra… Cuándo escribo pienso en lo que quiero contar y utilizo los instrumentos que mejor me encajan para hacerlo.
[Como acota la propia autora: “En La culpa encontramos a Amanda, la joven que recibe la herencia de una desconocida e investiga quién es, para darse de bruces con la brutal historia de Mirta y Marcela. La parte del libro de Amanda está contada como un thriller. Ella es quien tira del hilo y descubre a esas dos mujeres que tienen un secreto común que se convierte en la fuerza de una y la debilidad de la otra. Pero en medio de ese thriller vamos a descubrir un diario escrito por la propia Mirta, siendo ya muy mayor, y en el que ajusta cuentas con el pasado y con Marcela. Esa parte es mucho más literaria, muy psicológica, íntima y reflexiva. Hay dos voces en el libro muy distintas pero que encajan a la perfección en sus papeles para relatar la historia”].
– Abre el texto con una cita que apela a las cuentas pendientes y a la caridad. ¿Por qué?
La cita textual es: “Me debías mucho. O debería decir, me lo debías todo. Pero nunca me devolviste nada, solo la caridad, como quien mendiga”. Esa frase es de Marcela, una de las protagonistas. Una mujer ya anciana que de adolescente mató por su amiga Mirta. Juntas huyen e inician una vida nueva, muy lejos, en la que con su talento consiguen conquistar a todo un país. Pero aún siendo dos mujeres exitosas, entre ellas mantienen una relación tóxica y perturbadora. Marcela siente de por vida que Mirta le pertenece porque la ha salvado. Es una relación posesiva porque ese favor nunca termina de pagarse. Marcela tiene pocas frases suyas en el libro, solo cuatro, pero encabezan cada parte de la trama y son demoledoras, como esa que has citado. Revelan sus sentimientos enfermizos. Ella siente que Mirta se lo debe todo y que no le devuelve lo suficiente, que ejerce con ella casi la caridad.
– Y también a la vertiente oscura de la amistad y la violencia como ejes de lo que se cuenta, ¿la amistad puede ser un ejercicio marcado por la violencia?
La amistad debe ser maravillosa, como la familia y el amor, pero no siempre lo es. Igual que hay amores tóxicos, también existen amistades tóxicas, perversas y que hacen daño. A veces no se detectan a tiempo o, en otras ocasiones, como en mi novela, están unidas por sus culpas. Creo que se habla mucho más del amor tóxico que de la amistad o las familias tóxicas, que también las hay. Las relaciones entre los humanos pueden ser muy perversas y disfrazarse de buenas.
– ¿Qué supone para usted haber recibido el Premio Xerais de Novela por La culpa?
Es un espaldarazo y un reconocimiento muy importante en Galicia. Pero para mí también tiene una parte sentimental. Desde adolescente he comprado cada año el Premio Xerais, porque es el libro “que hay que tener”. Recuerdo separar de mi beca de 18.000 pesetas una parte para libros y siempre estaba ese. Luego, pasaron los años, fui periodista y más tarde periodista cultural y cada año seguía leyendo el Xerais. Por eso tiene una parte personal muy bonita.
– ¿Cuáles son las diferencias fundamentales a la hora de escribir como periodista o como narradora de ficción? ¿Y al escribir para lectores de edades muy diferentes?
El periodismo es la objetividad, o debe serlo. Yo soy periodista cultural, presento en TVG un programa de cultura y coordino los contenidos de otros pero he ejercido otros tipos de periodismo y he presentado todo tipo de programas. Ahí te ciñes a la realidad, a contarles a los demás lo que ha pasado o lo que hace alguien. Si comunicas bien logras tu objetivo. Esa es la parte parecida a la ficción: comunicar bien y de manera sencilla. En una novela puedes complicarte todo lo que quieras técnicamente pero debe ser fluida en la lectura, fácil de entender. La diferencia de la ficción es el plano subjetivo, el poder contar mundos que tú creas e intentar darle verosimilitud, que sean creíbles para el lector por muy fantasiosa que sea la escena. Es un desafío maravilloso. Para mí son dos maneras de escribir y de comunicar complementarias en mi vida.
– ¿Y al escribir para lectores de edades muy diferentes?
Si hablamos del tipo de lector para el que escribo, me he movido siempre entre lectores de diferentes edades con normalidad. La literatura infantojuvenil es maravillosa y gratificante, sin embargo no goza del mismo reconocimiento por mucho que nos mintamos y digamos que sí. Los que nos dedicamos a ella lo notamos continuamente. Cuando digo que tras La culpa, una novela tan intensa para adultos, vendrá una juvenil, a veces veo caras de sorpresa. Pero forma parte de la libertad con la que escribo, la historia que quiero contar es lo que decide a que público me voy a dirigir. Y me muevo sin complejos entre infantil, juvenil y adulto. Quienes no entienden la importancia de esa literatura y que se trabaja con la misma minuciosidad e intensidad que la de adultos tienen un problema.
– ¿Qué autores le marcaron como escritora? ¿Por cuales se siente influenciada?
Creo que ni yo soy consciente de todo lo que se queda en mí de las lecturas. Puede no ser siquiera un libro entero, a veces me enamoro de un párrafo o de una frase, de un personaje como la madre de Los platos más picantes de la cocina tártara, la abuela de Golpes de luz, el hijo de Una madre; o de una manera de contar que me resulta singular como Del color de la leche, igual que en Hamnet. Me ha pasado muchas veces. Entonces me paro, salgo del libro y pienso: ¡Qué maravilla contarlo así! En poesía lo último que me ha sorprendido es Incendio mineral de María Ángeles Pérez López. Es una hermosura.
– Recomiéndenos tres libros que no debemos pasar por alto.
Sensación térmica de Mayte López, que me sorprendió mucho; Golpes de Luz, de mi amiga Ledicia Costas, porque es una preciosidad, una visión transparente de la vida hasta en las historias más duras, y por último (qué difícil elegir tres…), La familia, de Sara Mesa, un libro que por razones de trabajo empecé y tuve que dejar de leer mil veces y me sentí angustiada por no poder seguir del tirón. Eso es lo que pasa con la buena literatura.
– ¿Por qué debe acercarse el lector a La culpa?
Porque es un libro en el que cada página te arrastra a la siguiente y en el que va a encontrar personajes de los que salen de los libros y nos zarandean en nuestra vida personal.
– ¿Con qué mensaje le gustaría que nos quedásemos al cerrar este libro?
Son muchos, pero, entre lo principal, que hasta los monstruos se mueven en el territorio de los grises y nada es blanco ni negro. Y que las culpas nos pueden destruir y no son lo mismo que las responsabilidades.
La autora
Además de una de las escritoras más reconocidas de Galicia, María Solar es periodista, presentadora del programa cultural de TVG Zigzag Fin de Semana y coordinadora de Cultura de Radio Televisión de Galicia. En el campo del periodismo ha centrado su trabajo en la radio y la televisión, aunque también colabora habitualmente en prensa.
Como escritora, el reconocimiento de la crítica y del público le llegó de la mano de la literatura infantil y juvenil, con títulos como Los niños de la viruela (2017) o Mi pesadilla favorita (2015), que obtuvo el Premio Lazarillo. Traducidas a varios idiomas, entre sus obras de ficción para adultos destacan Las horas robadas y, ahora, La culpa.