Dos años después de Malaherba, Jabois vuelve al terreno de la ficción con Miss Marte (Alfaguara), una novela ligera (por extensión, apenas 200 páginas) que ofrece una lectura casi engullidora. Sumergirse en ella es relativamente sencillo, casi un acto mecánico. Engancha con cierta naturalidad desde la primera página. Y esa es su principal virtud.
El autor se decanta por estructurar la novela –aparentemente– en torno a sus propios personajes (cada uno tiene un capítulo). Lo que podría parecer un recurso relativamente convencional, que diera pie a profusas inmersiones en sus características y motivaciones, se convierte en lo que no es. Sorprende que Jabois pasee, deliberadamente, de puntillas por todos y cada uno de ellos. Lo justo y necesario. Y es porque sabe que la fuerza está en el relato, en la propia historia y en su personal forma de contarla, por lo que decide evitarnos las complejidades de las pasiones, un aspecto no siempre necesario en una novela (dicho sea de paso). En manos de otro autor, Miss Marte podría haberse extendido en cientos de páginas. Creo que ese es otro gran acierto.
Jabois vuelve a utilizar su mágica tierra como telón de fondo, y no me extraña: Galicia es una novela en sí misma. Pocos lugares ofrecen tantas posibilidades para la ficción: su aura, su orografía, sus leyendas, sus gentes, sus pueblos, su climatología… Galicia es pura ficción, es lo que pudo ser y no fue, es esa nostalgia (o mejor, morriña) que nos embarga, generándonos un extraño sentimiento de angustia tranquila, de triste alegría. Y Jabois lo aprovecha, vaya que sí (en este caso, mejor que en Malaherba), para darle ese toque tan especial que inunda toda la novela.
Otra de las grandes virtudes de nuestro escritor, aunque sea algo relativamente menor, es su faceta de gran titulador. Dan ganas de escribir una novela sólo para llamarla Malaherba o Miss Marte. Tienen una potencia sugestiva abrumadora (en el caso de la última me evoca al título de una canción de Quique González, aunque eso ya es algo muy personal).
En la otra cara de la moneda, y aunque no me importe demasiado, tengo la impresión de que la novela transita por lugares que conozco, que me son demasiado familiares o algo predecibles. Igual que me sucediera con Malaherba no puedo evitar cierta, ligerísima, sensación de decepción. Con absoluta certeza diría que Miss Marte en manos de otro me habría parecido magnífica, sin paliativos, pero de la pluma de Jabois siempre espero algo más. Es una obra notable, pero sigo pensando que lo mejor de él está aún por llegar.