Didáctico en cada una de sus frases, confiesa que Kafka es su referente literario «porque es el autor más espiritual de cuantos conozco y, para mí, el arquetipo del escritor porque vivió la literatura como una religión. Se sacrificó a sí mismo en el altar de las letras. Identificó escritura y vida interior. Eso es lo máximo».
Autorretrátese. ¿Quién es y cómo se siente Pablo d´Ors?
Soy un hombre de la palabra y del silencio. Palabra y silencio son mis dos vocaciones. Dos voces interiores que he desplegado existencialmente. Escuché desde muy adolescente, desde muy joven la vocación estética y estática; la vocación poética y la mística. De hecho. mi último libro, Contra la juventud, conjuga lo poético, lo erótico y lo místico. Mis dos actividades fundamentales son la escritura y la meditación, que son dos formas de explorar la vida interior. Creo que la escritura es una actividad profundamente espiritual. No es una actividad solo mental. Es decir, yo no tengo una idea, pienso una idea y luego la escribo, sino que escribo y encuentro las ideas. Eso significa que la escritura es fundamentalmente un oficio manual. Es la mano la que te revela cosas que tu no sabes y eso significa que la escritura es sobre todo para mí un acto de revelación, no de comunicación. No es que al escribir yo comunique algo que ya sé, sino que escribiendo se me revela algo que no sé. Este despliegue en la palabra y en el silencio, en la mística y en la poética es lo que identifica mi identidad.
La biografía de Pablo d´Ors está marcada por su condición de sacerdote católico…
El prestigio contemporáneo en Occidente, en minorías siempre, pero en minorías significativas de la espiritualidad se ha construido sobre el desprestigio de la religión. Eso no se debe solamente a la secularización del mundo moderno, que es una cuestión externa, sino también a la pobreza de la vitalidad espiritual alentada desde las instituciones religiosas. Yo reivindico la dimensión espiritual y religiosa del ser humano porque en la antropología en la que yo creo no somos solamente mente y cuerpo, sino también alma o espíritu.
La religión ha sido, y está siendo de hecho, una fuente de alimento de la espiritualidad. Evidentemente no soy persona espiritual o religiosa simplemente por ir en contra, pero en general admiro a las personas que han sido capaces de desafiar el gregarismo reinante y hacer la aventura de ser ellos mismos. La espiritualidad se identifica con la fidelidad a la propia conciencia. Las tres personas que más admiro de la historia son Charles de Foucauld, el primer explorador europeo de Marruecos que posteriormente se convirtió en ermitaño en el Sahara, al que dediqué mi libro El olvido de sí, Gandhi y Simone Weil, el icono del feminismo de izquierdas. En el ámbito espiritual esos son mis tres iconos. Los tres se caracterizan porque escucharon su conciencia, la obedecieron e hicieron de esa escucha y de esa obediencia estilo de vida permanente.
Cuando reivindico mi identidad cristiana, religiosa y espiritual, lo que en esta España no parece lo políticamente correcto, lo hago remitiéndome a esa experiencia tan radical de personas tan extraordinarias como las que he citado. Creo que Cristo no es copyrigth de la iglesia católica. Es patrimonio de la humanidad y, por tanto, también puede aportar luz a personas de otras confesiones y, por supuesto, a quienes no creen en religión alguna. El cristianismo es una fuente de espiritualidad, pero lo es también el budismo, por ejemplo, u otras confesiones.
«Cuando la religión se convierte el algo puramente ideológico se produce una decadencia y una degeneración»
Religión y fanatismo. ¿Cómo observa esta simbiosis que no pocas voces esgrimen ante algunos de los lamentables espectáculos a los que asistimos?
La religión no debería ser nunca enemiga del pensamiento. La fe y la razón no deberían ser opuestas. De hecho, la teología no es otra cosa que la razón de la fe. La fe no es un grito inarticulado, sino que debe de mostrar su propia racionalidad. El fundamentalismo o el fanatismo es una degeneración de la religión. En todas las religiones y en todas las ideologías existe esa tendencia fundamentalista. Cuando la religión o el pensamiento se convierte el algo puramente ideológico se produce una decadencia y una degeneración. No se puede hacer la vista gorda ante todas las barbaridades que en nombre de Dios se han cometido a lo largo de la historia. Pero confío y creo firmemente en que en nombre de Dios se ha hecho más bien que mal. Del mismo modo en que creo que el ser humano en general hace mucho mas bien que mal. Tengo una visión del ser humano sino claramente optimista, si esperanzada. Lo luminoso es sobreabundante frente a las sombras y lo oscuro.
¿Qué supone ser consejero cultural del Vaticano? ¿Cuáles son sus obligaciones en ese cargo?
Ese nombramiento me llegó en julio de 2014 y para mi fue una sorpresa. Ese Consejo lo integran catorce cardenales que viven en Roma y treinta personas de todo el mundo. A esas personas se nos piden informes sobre la situación de la iglesia en la sociedad en la que estamos insertos. Cubrimos un ámbito cultural en sentido amplio. El último informe que me pidieron era sobre la situación de la mujer en la iglesia en España. Estuve hace poco en una sesión plenaria de ese Consejo y constaté varias cosas. La primera es que en la iglesia hay una gran pluralidad. La segunda lección es que existe una gran libertad de expresión. Me sorprendió los pocos pelos en la lengua que tiene la gente. Hay personas muy conservadoras, pero también los hay muy críticos. También constaté la dificultad de tener una línea común pues no es fácil cuando hay personalidades y opiniones tan diversas.
¿Nos falta fe? Y si es así, ¿fe en qué?
Nos falta confianza. La fe no es otra cosa que confianza. Cuantas veces hemos hecho una caricatura de la fe identificándola con creencias. Creo que esa es una visión de la fe muy infantil. La fe es confianza y la confianza es una fuerza extraordinaria. Es un ejercicio de apuesta o de entrega a algo. Ese ejercicio es lo que nos humaniza. Si confiamos, sólo si confiamos, emprendemos. No emprenderíamos nada si no tuviésemos confianza. Como escritor, solamente si yo confío en que mi palabra tiene valor la escribo y la comunico. De lo contrario, no lo haría; no escribiría.
La confianza en uno mismo, en los otros y en Dios para los creyentes, es la misma fuerza. Es decir, no puedes decir que crees en ti mismo si no crees en el otro. Esto se puede aplicar también al amor. No puedes decir que amas al otro si no te amas a ti mismo.
Fundador de la Asociación Amigos del Desierto. La meditación como práctica. ¿Estamos faltos de esa práctica?
A raíz de la publicación de Biografía del silencio, ese pequeño ensayo sobre la meditación, empezaron a escribirme muchos lectores que querían meditar, silenciarse interiormente. Así surgió la idea entre unos cuantos amigos de crear una asociación para responder a la demanda de esas personas que querían vivir esa experiencia de la aventura interior. Creamos Amigos del Desierto y hasta la fecha más de 500 personas se han interesado en nuestras actividades y hemos iniciado a la práctica del silencio a más de 200. Para mí, lo más extraordinario de todo esto es que en la Asociación de Amigos del Desierto hay personas muy distintas, desde agnósticos a católicos muy tradicionales o personas de otras confesiones.
«Estamos siempre hacia fuera, espirando, pero no inspiramos. Es decir, no volvemos hacia casa»
¿Nos falta silencio o nos sobra ruido?
Cuando enseño los rudimentos de la práctica de la meditación hablo mucho de la respiración. Espiritual viene de espiritus, que tiene la misma raíz latina que espirar y respirar. Los problemas de la vida podemos razonarlos, así nos movemos a nivel mental, o podemos respirarlos, en donde lo hacemos en un plano más global. Si respiráramos bien, viviríamos mejor. Respirar es un movimiento biológico que reproduce el ritmo espiritual por excelencia que es el de la inspiración y el de la expiración; el de la acogida y el de la donación. Si queremos saber si nuestra vida es una vida saludable preguntémonos si hay armonía entre lo que recibimos y lo que damos. Entre lo que amamos y lo que nos dejamos amar. En Occidente hemos construido un tipo de sociedad donde fundamentalmente damos, donde fundamentalmente actuamos. Estamos siempre hacia fuera, espirando, pero no inspiramos. Es decir, no volvemos hacia casa, hacia nuestro hogar. No sabemos estar con nosotros mismos. Nos ponemos nerviosos. Este es el drama pues todo el estrés y la incapacidad de estar en silencio deriva de que no se nos ha enseñado y no hemos sido capaces de hacer ese momento de regreso. La meditación y el silencio son pautas que se ofrecen a los buscadores del espíritu para que, al margen de su confesión y de su religión, hagan esa experiencia que es básica para que una vida pueda calificarse de humana.
Estar en silencio, sin hacer nada e intentando no pensar, es algo enormemente fecundo, aunque aparentemente sea estéril. Es algo muy fecundo a la hora de actuar y de ser.
¿No se corre el riesgo al recogerse en uno mismo de encontrarse en el fondo con alguien que no nos gusta?
Por supuesto. Ese es el problema fundamental de la meditación. Porque superadas las barreras o resistencias primeras, como pueda ser la inquietud corporal, al hacer silencio lo que uno se encuentra son las propias heridas. Las sombras. Pero una herida si no la cuidas tiende a degenerar y puede acabar contigo. Lo más sensato si tienes una herida es curarla. La meditación es una escuela de realidad. El hombre no es sólo verdad, belleza y bien, sino que también somos codicia, ambición y vanidad y, como eso no nos gusta, nos hemos convertido en maestros de la fuga. En la escritura pasa lo mismo. Suelo decir que escritor es aquel que ha soportado más tiempo y mejor su propia estupidez. Cuando uno escribe y se lee, la percepción habitual es que lo que has escrito es malo. Por eso piensas que no sirves y lo abandonas. Pero si persistes, después de cien páginas absurdas, encuentras una frase auténtica y eso es lo que ofreces. Has atravesado muchas sombras para llegar a una luz.
¿Qué busca al escribir Contra la juventud, el libro que acaba de publicar?
No busco nada concreto cuando escribo un libro. Lo que busco siempre es ser fiel a mi conciencia. Un escritor no debe ser un estratega. He querido contar en este libro que la juventud es una etapa que comporta sufrimientos, a veces auténticos, a veces inventados, pero no por ello menos dolorosos. Nuestra identidad como jóvenes no está todavía construida porque aún no sabemos decir tú. Sólo decimos yo. Cuando somos jóvenes estamos asfixiados en un micromundo; en nuestro micromundo.
Los tres temas fundamentales del libro son la poética, la erótica y la mística. Toda novela comporta una reflexión sobre la novela misma y sobre el acto de la escritura. Erótica y mística también están y de forma muy explícita en este libro. Ambas experiencias estás atravesadas por una pasión común que es la unidad, la de los cuerpos y la del espíritu. Creo que la aspiración última del ser humano es la unidad y por tanto el problema fundamental del ser humano es la fractura. Nos sentimos divididos. Divididos en nosotros mismos. Por una parte queremos hacer una cosa y por otra queremos lo contrario. Queremos a nuestra esposa y, por otra parte, querríamos estar con otra mujer… Esa división no sólo es con uno mismo, sino también con el otro: las ideologías nos dividen, las razas nos dividen y tantas otras cosas. Nuestra secreta aspiración es la unidad. Toda novela es un canto al drama de la fractura y esto es lo que Contra la juventud plantea de manera explícita.
Una de las protagonistas pregunta repetidamente ¿qué es el amor? Pues bien, ¿qué es el amor para Pablo d´Ors?
El amor es saber dar y recibir. En la medida en que eres capaz de entregarte y de acoger, eres capaz de amar. El acento, desde mi punto de vista, no está en la cuestión emocional, emotiva o sentimental, sino en los hechos. Esa persona, de hecho, se está entregando. Esa persona, ama. El amor es un don y una tarea. Un don porque te están dando, y una tarea porque eres responsable, respondes a lo que te han dado. Vivir desde el amor es vivir en ese movimiento de dar y recibir que es el que construye a las personas.
Contra la juventud nace de la evidencia de que los jóvenes todavía no saben dar. No creo en la exaltación de la juventud porque el joven no es todavía una persona lograda. Está jugando a serlo, está aprendiendo a serlo. Tiene una vida por delante para lograrlo. Confiemos.
El autor
Pablo d’Ors (Madrid, 1963) es novelista, sacerdote, fundador de la asociación Amigos del Desierto dedicada a la profundización y difusión de la meditación y del silencio y, por nombramiento expreso del papa Francisco, consejero cultural del Vaticano.
Ha traducido obras de Elmar Salmann, Franz Jalics y del cardenal Martini. Su experiencia de acompañamiento a enfermos y moribundos se recoge en Sendino se muere (2012). Su obra literaria está conformada por la Trilogía del silencio, que incluye El amigo del desierto (2009), la Biografía del silencio (2012), que en dos años alcanzó diez ediciones con 25.000 volúmenes vendidos, y El olvido de sí (2013), en que rinde homenaje a su admirado Charles de Foucauld. Previamente publicó la Trilogía de la ilusión, con Andanzas del impresor Zollinger (2003 y 2013), traducida a varias lenguas y adaptada al teatro en Italia, El estupor y la maravilla (2007), y Lecciones de Ilusión (2008), quizá su obra magna; así como la Trilogía del fracaso, con El estreno (2000), Las ideas puras (2000) y Contra la juventud (2015), posiblemente su libro más personal.
Contra la juventud
Convencido de que para alguien con sus aspiraciones literarias podía convenir vivir en el país de Franz Kafka y de Milan Kundera, el joven Eugen Salmann acepta la propuesta que le hacen de irse al este europeo. Ni de lejos sospecha este aprendiz de escritor que en Praga no conseguirá ni abrir una nueva filial para su empresa ni escribir una sola línea. Más aún: como si fuera un personaje de Kafka, más que escribir una novela… ¡se encuentra viviendo dentro de una! Las ficciones se hacen realidad y se tornan peligrosas.
En medio de su atormentado y ridículo sufrimiento, Eugen se deja seducir por mujeres maduras mientras persigue infructuosamente a las jovencitas, esta vez como si fuera uno de los más cómicos personajes de Kundera. Vagabundo en una ciudad que no es la suya, conoce a una extraña comunidad presidida por un maestro genial y a una bibliotecaria de aspecto angélico que, discreta y mágicamente, le ayuda a comprender y a convivir con las grandes preguntas de la existencia.
¿Contra la juventud? Sí, porque a esa edad uno sólo es el pensamiento que ocupa la mente y el corazón: la posesión amorosa. Contra la juventud porque los ideales se disparan en esa edad hasta cotas lejanísimas y grotescas. Contra la juventud porque la inexperiencia siembra, necesariamente, devastación. Y contra la juventud, en fin, porque ningún joven es todavía él mismo, sino sólo quien le gustaría ser. No, definitivamente no es un honor ser joven. La juventud: esa etapa de ensayos y de errores.
Con ironía y compasión, Pablo d’Ors ha escrito una novela sobre el joven que todos somos o hemos sido, un libro que es espejo y ventana al mismo tiempo y que, como Kafka deseaba para sus textos, nos despierta como un puñetazo en la cara. Una poética narrativa sobre el erotismo y el misticismo. Una obra sobre lo cerca que está lo que buscamos lejos, sobre el veneno de la soledad y la necesidad de la impostura, sobre ese punto de la vida, tan demoledor como constructivo, en el que el regreso ya no es posible.