Un relato sobre la familia

La buena reputación narra la historia de una familia de forma cronológica a lo largo de tres generaciones. El relato comienza y termina en Melilla y transcurre entre 1950 y 1987, en lo que es un viaje al pasado en el que una herencia trastocará las vidas de sus protagonistas. El lector se introduce en la historia de los abuelos, Samuel y Mercedes, su hija, Miriam, y sus nietos Daniel y Elías, y se acostumbra a conocer sus vidas, hasta el punto de que al cerrar el libro sólo podrá pensar en su propia familia.

Con una narración impecable, Martínez de Pisón comienza su relato en la Melilla de los años 50 con un matrimonio formado por Samuel, un judío con contactos en el Régimen, y Mercedes, hija de un militar católico. Una unión llena de contradicciones que se reflejan en la actitud de Mercedes, que a pesar de haberse casado con un judío rechaza los ritos y costumbres de esta comunidad, pero también en la de Samuel, que aunque se mantiene al margen de la norma judía acaba poniendo su vida en peligro para salvar a los judíos que necesitan huir de Marruecos hacia Israel.

Futuro incierto

En lo que sí están de acuerdo es en el futuro incierto de sus dos hijas, Miriam y Sara. Ante la descolonización de Marruecos y el regreso de los españoles del Protectorado, el matrimonio hace las maletas y se traslada a la península. El escritor catalán indaga así en el sentimiento de pertenencia, en la identidad y en la historia de una ciudad que es la gran desconocida entre los españoles contemporáneos. Los habitantes de Melilla, ya fueran católicos, judíos o musulmanes, siempre se sintieron españoles, y aún más en una época de incertidumbre marcada por el final del Protectorado.

Martínez de Pisón analiza también un contexto social e histórico marcado por las apariencias y el qué dirán, dentro y fuera de la familia. Pero la buena reputación, al fin y al cabo, no depende tanto de la opinión de los que rodean a cada miembro de esta familia, sino de cada personaje, de sus sentimientos, sus formas de afrontar los acontecimientos del día a día. En definitiva, de su mundo interior.

Los personajes evolucionan a la par que el lector, que comienza juzgando para convertirse en un mero testigo que acaba perdonando el egoísmo y la debilidad de los protagonistas hasta aceptarlos tal y como son. A pesar de las más de 600 páginas, el final se precipita rápido, dejando un vacío profundo y ganas de conocer más de la vida de Samuel, Mercedes, Miriam, Daniel y Elías, pero también de Sara y sus hijos, que permanecen en un segundo plano a lo largo del relato.