Gardner nos recuerda que desde los albores de la civilización, los humanos se han esforzado en definir los conceptos de verdad, belleza y bondad. Todas las sociedades han desarrollado sus propias interpretaciones de estas virtudes intemporales y, en el proceso, han afrontado algunas de las cuestiones más difíciles e imperecederas de la humanidad: ¿Cómo podemos distinguir la verdad de las “pseudoverdades” en la era de Internet, en la que nos fiamos del bombardeo de informaciones de carácter inmediato que recibimos a través de la red y de blogs anónimos? ¿Cómo juzgar la belleza cuando muchos artistas modernos la consideran una virtud anticuada, y cuyas obras pretender más bien causar impacto que placer en el espectador? ¿Y cómo distinguir lo bueno de lo malo, cuando la moralidad está politizada y relativizada?
Desconcertantes cuestiones
Estas desconcertantes cuestiones para nuestra existencia también son de las más fundamentales. Gardner, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2011, señala que en la medida en que los niños desarrollan su sentido de la moral, de la belleza y de la verdad desde muy temprana edad, tenemos la obligación de modelar estas virtudes mediante la educación y con nuestras propias acciones. No obstante, añade, también las personas adultas podemos perfeccionar nuestra comprensión de estas virtudes en la medida en que sigamos reflexionando sobre nuevos ejemplos de verdad, belleza y bondad y los incorporemos a nuestro bagaje sobre estos valores imperecederos.
Para concluir, Gardner nos explica que aunque estos conceptos evolucionan de forma mucho más rápida que en otras épocas, son –y seguirán siendo– piedras angulares de nuestra sociedad. Su enseñanza, apostilla, ya sea en las aulas o fuera de ellas, es esencial para el futuro del hombre del siglo XXI.
Verdad, belleza y bondad. La enseñanza de las virtudes en el siglo XXI
Howard Gardner
Editorial Paidós [1]