Pero dispuso el tiempo que este hombre, del que se ha dicho que «tras sus postulados ya no se puede pensar igual que antes de él», muriese el 25 de junio de 1984. Se cumplen pues 30 años del adiós de uno de los filósofos mas clarividentes y menos acomodaticios de la segunda mitad del pasado siglo.

Silencio «oficial»

Personaje para muchos incómodo, cuando no directamente molesto para quienes no estuvieron dispuestos a aceptar su capacidad visionaria y sus pocos pelos en la lengua, Foucault se fue en medio del injustificable silencio «oficial» del mundo de la cultura y del pensamiento.

Tras su muerte tuvo que ser Miguel Morey, un especialista español, quien organizase en Barcelona la primera reunión sobre su obra amplia y multifactorial, mientras en Francia, cuna del pensador, casi nadie parecía darse por enterado de la talla decisiva del ausente. Incluso desapareció su cátedra de Historia de los sistemas del pensamiento y el olvido, claramente alimentado por no pocos, posó sus zarpas de humo sobre el personaje.

Han pasado treinta años y aunque, por ejemplo, en el año 2007 fue considerado por la prestigiosa The Times Higher Education Guide como el autor más citado del mundo ese año en el ámbito de las humanidades, la cuestión sigue sin estar en el lugar que por esencial justicia le corresponde.

Cierto es que su legado crece, especialmente entre los estudiosos de Estados Unidos y Latinoamérica (Chile, Argentina, Colombia, México) y que en Francia aumenta el volumen de quienes, dejando al margen otro tipo de asuntos y ciñéndose a lo estrictamente intelectual, asumen que referirse a Foucault es abordar el pensamiento desde una lúcida y variable contemplación –en el ánimo de avanzar vivió un continuo reciclaje de sus propias teorías–, en áreas directamente relacionadas con la medicina, las ciencias sociales, la psiquiatría, la crítica histórica, la sexualidad y un humanismo que siempre se negó a aceptar «porque sí» lo establecido.

Interpelar

De lo complicado de su carácter –de ahí parten muchas de las reticencias– hablan quienes le conocieron. Su asistente François Ewald ha dejado escrito: «Tenía mal genio. No soportaba la estupidez ni la fatuidad académica. No se mordía la lengua, lo que irritaba a mucha gente que lo odiaba».

Morey, que acaba de publicar en la editorial Sexto Piso Lectura de Foucault y Escritos sobre Foucault, magníficas guías para adentrarse en el quehacer del filósofo, sale al paso de quienes cuestionan al pensador al afirmar: «Se le ha criticado que no propusiera alternativas, que no fuera categórico a la hora de las propuestas prácticas. Eso es precisamente lo que hace a Foucault más interesante. Él nos muestra una grieta para pensar, te metes y sales a campo abierto. Es uno de esos autores que lo que buscan es que te interpeles».

Leer a Foucault. Hacerlo sin etiquetas ni ideas preestablecidas es adentrarse en un mundo lleno de sorpresas. Él nos acerca, como sin pretenderlo, en un espacio en el que con el apoyo de sus propuestas crecemos por nosotros mismos. Así, con humildad, sin esa vertiente del academicismo totémico e inflexible que él tanto detestaba, nos anima a indagar, a cuestionarnos, a descubrir, a replantear parcelas que creíamos en nosotros firmemente delimitadas. En definitiva, nos empuja a vivir más intensamente a través de nuestro propio pensamiento.

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Lectura de Foucault
Miguel Morey
Sexto Piso
432 páginas
24 euros