Con el cielo a cuestas es su última novela y tiene algo de un texto suyo antiguo, “mamotreto” lo llama él, que debió haber sido su primera novela sobre su estancia en París y que no lo fue porque la extravió. Recuperada cincuenta años después y sometida a una poda sin piedad, ha sido la base o el paisaje sobre la que crear una trama de misterio completamente nueva.
Siempre le ha gustado a Suárez mezclar libre y lúdicamente los géneros. Con el cielo a cuestas no es una excepción. Cuenta una historia de intriga, con sus gotas de violencia y sexo y ambientada en el París de los años 50. La protagonizan el exiliado español y republicano Lorenzo Massaní, la pintora noruega Nora y la transexual Frederica Gallet. Todo empieza en una playa cercana al puerto de La Seyne-sur-mer; allí Massaní, desde un islote cercano, observa cómo “una mujer se quita los pantalones, empapados y adheridos a sus muslos, dejando a la intemperie unos inequívocos atributos masculinos que acaricia y sacude hasta eyacular al aire”. Acto seguido Massaní descubre que su cazadora de cuero ha desaparecido, que le han dejado una tarjeta con una dirección de la capital gala y un pagaré.
No llevamos ni veinte páginas pero sí las suficiente para que el lector decida si quiere acompañar a Massaní y entrar en el juego que plantea Suárez, que además como autor interrumpe unas cuantas veces la narración para asomar la cabeza e informarnos de la trastienda de su escritura: cómo se le ocurrió aquello o qué hay de real en esto o en lo de más allá. Sumergirte en la trama supone deslizarte por una cadena vertiginosa de sucesos que oscilan entre el absurdo y la aventura y que avanzan entre diálogos realmente brillantes. Y todo ello en un París que tiene en su tramo inicial algo de pastiche con ecos de Charada (Stanley Donen, 1963) o de alguna coproducción con actores de diferentes países. Por un lado, sexo, espionaje y crímenes pasionales; por otro, un paseo por los rincones más legendarios de la gran urbe –el Café Flore, el cementerio del Père-Lachaise…– y citas a grandes figuras de aquel lugar y aquel tiempo, como Albert Camus, Picasso, Sartre, Prévert o Juliette Gréco.
Hay también en la novela un trasfondo político que se concreta en el duro episodio vivido por Massaní en la guerra civil española que tantos años después le sigue atormentando y en la guerra de Argel a través del personaje de Rida, amigo de Massaní en el relato y argelino con el que trabajó Gonzalo Suárez instalando puestos de gasolina en su primer viaje a París tras acabar el servicio militar.
Suárez es un director con verdaderas películas de culto en su haber (Epílogo, Remando al viento) y escritor muy del gusto de escritores (Eduardo Mendoza, Juan Bonilla, Manuel Hidalgo, Javier Cercas, Juan José Millás o Julio Cortázar han elogiado sin reservas su obra). La sorpresa desconcertante y la libertad creativa, el humor y la imaginación, el misterio y la ironía son rasgos y elementos que han definido su trabajo desde que publicara su primer libro en 1963 y que vuelven a estar bien presentes en Con el cielo a cuestas. Siendo digna de admiración por su capacidad fabuladora, lo cierto es que esta vez los breves recuerdos que desliza a lo largo de la novela cuando se adentra en las tripas del relato, ya sean una borrachera con coñac Napoleón, una consulta al hospital de La Salpetrière o la visita a la tumba de su padre, dejan al lector con ganas de saber más, mucho más de la fascinante biografía real de Gonzalo Suárez.