Las novelas de Gabriel Miró, de quien Juan Gil-Albert afirma que “es moderno a fuerza de ser primitivo”, muchas veces se leen como largos poemas en prosa por la abundancia de imágenes líricas incrustadas en la narración. Una buena muestra de ello es el libro Figuras de la Pasión del Señor (1917) [1], una documentada recreación de los últimos días de la vida de Cristo a través de 15 estampas de corte barroco y, a la vez, un semillero de hallazgos estéticos. Para muchos críticos literarios, seguramente se trata de la obra más importante de la literatura narrativa en español acerca de Jesús de Nazaret.
El escritor de la palabra sin prisa, “el devoto de la belleza”, nos ofrece, a través de Claudia Prócula, la esposa de Poncio Pilato, la estampa física de Jesús: “Tiene su barba dos puntas de rizos, que semejan los brotes del acanto… Su boca, siempre dolorida, se entreabre de cansada. Trae el turbante muy subido y se le descubre toda la almena de sol de su frente; los cabellos le bajan apretados por su tez de color de trigo. Cuando ese hombre mira, todo lo que está delante de sus ojos parece que palpite desnudo. Su túnica es ancha, de un tejido moreno de hebras rojas, y del manto azul le caen los cordones que le señalan por maestro de gentes. Camina un poco encorvado, parándose, volviéndose a todo lugar. Tiende sus manos y se le ve el dibujo perfecto de sus dedos. De qué son esas manos, sus manos cinceladas”. El retrato de Jesús contrasta con el de quien le está juzgando: “Poncio era amplio, vigoroso y súbito; su cabeza, redonda, de cabellos grises, apretados y cortos; la frente, baja, de recia sien; los ojos, metálicos, inquietos y menudos, que aún se reducían más cuando miraban con ahínco; los labios, rasurados y carnales; la nariz, gruesa; salediza la barba; la mejilla, depilada y robusta, y las manos, muelles, enjoyadas con pulseras de oro pálido y el ancho anillo de caballero como una gota de luna.// La violencia de su porte y de su voz caían en cansancios y hastíos; y dentro de esta quietud, quedaba su ímpetu hecho plástica, vibrando en el pliegue de sus cejas, en el enojo de su boca, en la línea rotunda, estallante, de su mandíbula, como los bronces de Myron contienen el esfuerzo y el brío de la palestra”.
Luego, Miró nos cuenta el episodio de la flagelación y la vuelta de Jesús ante Pilato: “Trajeron a Jesús. La congestión le había roto los vasos de las encías, de los oídos, de la nariz. Estaba tejida su corona con un aro recio de juncos, y del borde salían combándose, en forma de alcartaz o mitra de los reyes caldeos, las zarzas de zizifrús y cambroneras erizadas de espolones de púas. Un tallo verde, al desplegarse, le arrancó un trozo de párpado, que le colgaba de una espina, delante del mismo globo del ojo desnudo (…). Convulsionaba sinuosamente Jesús como si respondiese a torceduras del hueso, y muy hondo crepitaba su quejido. Rendía la cabeza con un crujir de leña y le salían las moscas, y enseguida le bajaban a los mismos grumos (de sangre) que estaban chupando”.
Y, así nos muestra la muerte de Jesús, en cuya descripción parece “sentir en mí mismo” el suplicio de la inmovilidad en la cruz: “Su cuerpo semejaba de una arcilla pegajosa, con placas azules de los trastornos circulatorios, con coágulos desprendidos de la espalda flagelada, roída por la antena (…). Agonía del crucificado, que padece las angustias de todas las muertes. Dolor de peso de podredumbre de las meninges, del corazón, de la aorta, de los pulmones que se estremecen, se macizan de sangre parada (…). Y el reo se contempla entregado a la exaltación de la sensibilidad, inmóvil, fijo en la sedila, el cuerno, que le gangrena las nalgas; quietud de muerto que asistiese a su devoración. Y de todas las entrañas, engañadas por la inmovilidad, va saliendo la muerte. ¡Y él la ve! Todo el Calvario estaba lleno de su angustia. Sobre los rumores de la multitud y el aullar de Jenas y Jestas, resaltaba el afán del Señor. Y sonó su grito de desgarraduras de toda su vida; y sintióse su silencio, el silencio del pecho inmóvil, desencajado, alto, duro, metálico; la cabeza quedó colgando hacia la roca; y la cruz tembló del peso del cadáver que se había salido del escabel y semejaba desclavarse. La madre aún esperó otra palpitación del costado del hijo”.
Previamente a la obra del escritor alicantino, Ramón María del Valle Inclán se había vuelto a ocupar del establo de Belén y brindaba a sus lectores esta escena en el cuento Tres Reyes, incluido en El jardín umbrío (1903): “El niño, que dormía en el pesebre sobre rubia paja centena, sonrió en sueños. (…) y los tres Reyes se postraron para adorarle y luego besaron los pies del Niño. Para que no se despertarse, con las manos apartaban las luengas barbas, que eran graves y solemnes como oraciones. Después se levantaron y, volviéndose a sus camellos, le trajeron sus dones: Oro, Incienso y Mirra”.
La visita de los Reyes Magos también es abordada con fines distintos por otro escritor alicantino, José Martínez Ruíz, Azorín, en El primer milagro, un cuento de 1927, en el que se cuenta el cambio de personalidad sufrido por un viejo colérico que presencia la adoración de los magos al niño en un viejo establo de su propiedad, y por el propio Gabriel Miró en Los tres caminantes (distintas reelaboraciones entre 1920 y 1930). Conviene recordar que el único evangelista que refiere la llegada de los magos de Oriente a Belén y el ofrecimiento de los tres dones al niño es Mateo (Mt 2, 1-12); sin embargo, el título de reyes y los respectivos nombres proceden de los evangelios apócrifos (Evangelio armenio de la infancia).
En 1921, el escritor italiano Giovanni Papini, tras algunos años de hondas y profundas reflexiones religiosas y espirituales, sorprende con la publicación de un libro que marca su conversión del ateísmo al cristianismo: Jesús de Nazaret. Historia de Cristo. Se trata de una biografía literaria de Jesús, centrada en la espiritualidad del personaje y preocupada en presentar un rostro de Cristo, más vivo y cercano. La obra, traducida a más de veinte idiomas desde el italiano, describe con soltura la Palestina del tiempo de Jesús, su sociedad, su cultura y sus costumbres, dedicando al personaje páginas de una considerable belleza, a pesar de ser una obra escrita desde el fervor del converso y el amor del arrepentido. En la oración final, Papini dice a Cristo y dice de Cristo: “Vives entre nosotros, a nuestro lado, sobre la tierra, que es tuya y nuestra; sobre esta tierra que, niño, te acogió entre los niños, y, acusado, te crucificó entre ladrones (…). Tenemos necesidad de Ti, de Ti solo y de nadie más. Solamente Tú, que nos amas puedes sentir hacia todos nosotros, los que padecemos, la compasión que cada uno de nosotros siente de sí mismo”. Papini dice haber escrito la obra sin ningún plan, pero con pasión, con entusiasmo por los evangelios, a los que considera como fuentes de valor histórico indiscutible: “Ninguna vida de Cristo, ni aun escrita por un escritor de genio superior a cuantos fuera, podría ser más bella ni más perfecta que los evangelios”.
El puente de San Luis Rey del norteamericano Thornton Wilder, ganadora del premio Pulitzer en 1928, es una fábula que nace de un incidente real y empieza con la precisión de un informe policial: “El viernes 20 de julio de 1714, a la hora del mediodía, el más hermoso puente de todo el Perú hubo de quebrarse, precipitando al abismo a cinco transeúntes. Este puente se hallaba en el camino real de Lima a Cuzco y centenares de personas pasaban por él a diario. De fábrica incaica, hecho de juncos entretejidos, contaba más de un siglo de existencia, y no había forastero que no fuese conducido a admirarlo como una de las curiosidades del lugar”. Que se rompiese un puente considerado como indestructible es visto por la población como un verdadero “acto de Dios”. El accidente tiene como testigo al hermano Junípero, quien, en el momento del accidente, dirige su mirada al puente y observa cómo éste se divide y cinco transeúntes caen al vacío. Le consume una gran curiosidad sobre las víctimas, y las razones del destino para haberlos elegido. En su afán por convencer a su rebaño del “plan del Señor”, la vida de Junípero se convierte en una búsqueda permanente de pruebas para dar cuenta de que los eventos en nuestras vidas no son meros accidentes. Se dedica a averiguar todo sobre las vidas de los cinco fallecidos y acaba editando un libro, que es quemado por la Inquisición junto a su autor.
En El hombre que murió (1929), D.H. Lawrence cuenta que la historia de Jesús de Nazaret es la del hombre que había muerto sin haber vivido verdaderamente porque su misión espiritual le impedía ser él mismo. Sin embargo, una vez resucitado, trata de construirse su propia vida (no hay que olvidar que el fénix fue el emblema preferido del autor). Cansado de caminar en un mundo en el que solo ve desolación, halla en un lejano país a una muchacha: “El hombre que murió y la muchacha se unen en el místico encanto de la posesión”. Hacia el final del libro el hombre renacido trata de llenar de esperanza el corazón: “Mañana es otro día”. La obra es la visión imaginaria de su autor, un hombre de temperamento apasionado, educado en las enseñanzas tradicionales, pero que, en la búsqueda de su propio camino, acaba por no fiarse de las tesis racionalistas, mostrándose enemigo de la convención y partidario de dejarse llevar por las fuentes del instinto. En la novela cobra también protagonismo la figura de María Magdalena, que aparece en escena en el momento de la resurrección, cuando acude al huerto donde se hallaba el sepulcro en el que había sido enterrado Jesús.
El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov, es considerada por muchos críticos como una de las obras más importantes del siglo XX escritas en ruso. La novela, concluida en 1939, no se vio editada hasta finales de los años 60. Influida por el Fausto de Goethe, la obra trasciende la mera sátira fantástica y antitotalitaria de la sociedad soviética de entonces para erigirse en metáfora de la condición humana, así como del eterno combate entre el bien y el mal. Es, ante todo, una novela dentro de otra: cuenta la historia de la llegada del diablo (Voland) y su extravagante séquito de malhechores a Moscú y la repercusión que esto tiene en la vida del maestro (personificación del artista) y de Margarita, su amada y amante apasionada, que acabará pactando con el diablo y convirtiéndose en una bruja de poderes sobrenaturales en una noche de luna llena para rescatar de la desesperación a su amado y vengarse de los editores que han rechazado el manuscrito escrito por el maestro acerca del encuentro entre Poncio Pilato y Jesucristo (Joshuá Ga-Nozri) el viernes, día 14 del Nisán, y la posterior crucifixión del nazareno, relato que ofrece una visión heterodoxa de la pasión de Jesús y que corre paralelo a la trama principal. Según José María Guelbenzu, “el autor pretende desafiar y exorcizar aquel paraíso comunista que Josef Stalin estaba construyendo sobre los cadáveres de sus conciudadanos”; además, muestra la pasión de Cristo como un auténtico movimiento de liberación y plantea una cierta afinidad entre los personajes de Joshúa y Pilatos, aunque éste acaba entregando al galileo a aquellos que querían crucificarlo, a pesar de sentir un cierto tormento moral.
Rey Jesús es una novela de ficción histórica escrita por el novelista y erudito británico Robert Graves, publicada en 1946. La obra presenta a Jesús como un profeta y taumaturgo judío, que vivió en Nazaret, junto a María y José, fue educado por los esenios en el desierto y bautizado por su primo Juan, aunque el autor llega a especular con la posibilidad de que Cristo fuera el legítimo heredero al trono de Israel no solo en su condición de descendiente del rey bíblico David, sino también por ser nieto de Herodes el Grande, en virtud de una relación previa entre su madre, María, y Antípater, un hijo del monarca. Graves escribe en primera persona, desde la perspectiva de un hombre llamado Agabo el Decapolitano, que dice vivir en Alejandría en tiempos del emperador Domiciano y ser depositario de una tradición conservada por la secta de los ebionitas, que negaban la divinidad de Cristo.
Casi trescientos años después de que John Milton publicara El paraíso recobrado, centrado en el episodio de las tentaciones de Jesús en el desierto, el escritor griego Nikos Kazantzakis hacía pública La última tentación de Cristo (1953), una novela cuya controvertida vida de Jesús de Nazaret motivó la excomunión del autor por parte de la Iglesia Ortodoxa Griega, a pesar de que en el prefacio de la obra el autor dejara claro que su propósito no era escribir una biografía, sino subrayar «la confesión de todos los hombres que luchan», poniendo de manifiesto el lado humano de Jesucristo, que, sin embargo, venció la tentación más fuerte que puede tener un ser humano: ser una persona común.“Desde mi juventud, mi angustia primera, la fuente de todas mis alegrías y amarguras ha sido esta: la lucha incesante e implacable entre la carne y el espíritu”, confiesa.
En la novela, Kazantzakis retrata a un Jesús angustiado y lleno de dudas que se enfrenta a la mayor de las tentaciones: abandonar su misión mesiánica, llevar una vida normal junto a María Magdalena y formar una familia. Jesús es un carpintero de Nazaret odiado por los demás judíos por tratarse del único carpintero que sigue fabricando cruces para los romanos. Un día parte para el desierto para hacerse monje. Una vez allí, se purifica y empieza su tarea evangelizadora, seguido siempre por Judas, un zelote a quien habían encomendado matarlo, pero que, al final, acaba siendo su mejor discípulo. Mientras Jesús es crucificado, recuerda las tentaciones a las que fue sometido por el diablo y a las cuales resistió. Tras gritar las palabras «Eli, Eli…», desfallece. Al despertar, se da cuenta de que no está en la cruz sino apoyado en un árbol gigantesco que florece en primavera. Entonces, se le aparece un ángel el cual le dice que todo ha sido un sueño. Jesús sigue los consejos del ángel y huye con María la de Magdala. Pasado un tiempo y tras la muerte de la Magdalena, Jesús se casa con María, la hermana de Marta, acaso ya enamorada del maestro desde que en la visita de Jesús a su casa de Betania se sentara a sus pies para oír su palabra, mientras Marta se afanaba con las cosas de la casa. Forman una familia y viven una vida normal hasta que un día Jesús se encuentra con Pablo, quien predicaba sobre el Mesías y su sacrificio. Jesús se le acerca y trata de desmentirle todo, pero Pablo lo reconoce y le dice que seguirá predicando, aunque le duela. Pasado un tiempo, y en medio de los ataques de Tito a Jerusalén, Jesús vive sus últimas horas. Entonces se acercan todos los apóstoles a verlo, y le recriminan el no haber consumado su pasión. Jesús les indica que un ángel lo había autorizado. Los discípulos, espantados, reconocen al diablo en el supuesto ángel. Jesús, al saber esto, se levanta de su lecho y vuelve al Gólgota, queriendo terminar su pasión… entonces despierta y descubre que todo era un sueño, y que va a terminar su sacrificio. En 1988, Martin Scorsese adaptó la novela al cine con el mismo título, contando en el reparto con Willem Dafoe en el papel de Cristo, Harvey Keitel como Judas y David Bowie como Poncio Pilato.
Por cierto, que Kazantzakis ofrece una imagen de María la de Magdala, “la apóstol de los apóstoles”, alejada de la mujer prostituta, adúltera, pecadora, poseída por demonios, etc., proyectada durante siglos por el imaginario más conservador del catolicismo. Su visión está más cercana a la que habían ofrecido antes escritores como Cervantes, Erasmo de Roterdam, Teresa de Ávila y Gabriel Miró, o, después, autores como José Saramago, Pedro Miguel Lamet o algunos de los que actualmente ensalzan la importancia de esta mujer, que mostró un gran amor a Jesús.
Mesías (1954) es una novela satírica del ensayista y novelista estadounidense Gore Vidal, que narra la creación de una nueva religión, cuya doctrina, fundamentada en las bondades del suicidio, es predicada desde las pantallas de televisión por su líder espiritual, John Cave, cuyo objetivo es mostrarse como un nuevo mesías y reemplazar al cristianismo. Casi cuarenta años después, Gore realizaría una controvertida y sardónica versión del evangelio en la novela En directo del Gólgota, cuya traducción del original inglés sería En vivo desde el Gólgota (1992). Su título trata de reflejar la cobertura televisiva que la crucifixión de Jesús podría tener en la Norteamérica contemporánea. La trama comienza cuando, a finales del siglo I, Timoteo, obispo de Éfeso, es visitado en sueños por su antiguo maestro Pablo de Tarso, quien le anuncia que ha sido elegido por los “hombres del futuro” para escribir la historia de Jesús después de que los evangelios del Nuevo Testamento hayan sido eliminados de la existencia por un misterioso hacker. Ambos títulos encierran una crítica despiadada a la manipulación de las masas, tomando el fenómeno religioso del cristianismo como base.