La novela es un gran menú, y nuestro primer reto como escritores es conseguir que el lector hambriento disfrute desde los aperitivos hasta el postre, y más aún, que no deje nada en el plato, que quiera repetir, que recuerde esa combinación de sabores, texturas y aromas como una experiencia extraordinaria. Y si no es así, debemos ser capaces al menos de que no tenga una indigestión. Para eso, el primer paso es conocer nuestro material de trabajo, las herramientas y los ingredientes que tenemos para construir, además de tener bien presente que la literatura, como la cocina, la música, la danza o la pintura es una cuestión, esencialmente, de proporciones.
Cuando hablamos de proporciones nos referimos a aprender a medir, y eso no sólo tiene que ver con los elementos que vamos a usar, también con la duración que daremos a cada uno, la intensidad y los matices, así como la técnica para separar los elementos estructurales de los que, aparentemente, sirven sólo para decoración, e incluso el modo de utilizar los que el lector no ve pero son esenciales para que comprenda y disfrute la historia. En definitiva, aprender a construir, un proceso largo y apasionante para el que resulta muy útil utilizar una referencia fiable, un buen mapa (o brújula) que ponga orden y acompañe a la creatividad. Y un buen acompañante puede ser, sin duda, el taller literario.
Fabricantes de mundos imaginarios
Un taller de escritura creativa puede ser un encuentro directo entre profesor y alumnos, o bien puede tomar forma de libro de texto, todo vale, pero siempre debe haber una idea muy clara como punto de partida: todo gran escritor es, ante todo, un desobediente. Que viene a ser algo así como un autodidacta que comprende el mecanismo interno del relato, las reglas que lo hacen funcionar, y al mismo tiempo desarrolla la capacidad para saltárselas y hacer, básicamente, lo que le dé la gana. Pero vamos por partes. Antes de nada, la pregunta obligada: ¿Se puede enseñar a escribir?
Después de varios años todavía sigo haciéndome esta pregunta, la misma que me hacen algunos alumnos en los talleres y en alguna entrevista. Y aunque cada vez que hablo de literatura lo hago de un modo distinto, cada vez que explico un concepto técnico utilizo diferentes autores y obras de referencia, y constantemente aparecen alumnos nuevos, con sus propias necesidades, experiencias y formas de creatividad, al final siempre llego a la misma conclusión: el escritor se descubre. O, si suena mejor así, se encuentra, siempre ha estado ahí, en un proceso de construcción que sólo necesitaba una pequeña ayuda externa, una guía, para reconocerse en el espejo de la escritura. Así que, más que enseñar a escribir se puede decir que se enseña un camino, se dan las claves necesarias para que el alumno sepa dónde poner los pies, y a partir de ahí sea él quien fije el rumbo, la distancia que se proponga recorrer e incluso la velocidad del viaje.
Jugar y aprender
Cuando nos reunimos por primera vez en la editorial para diseñar Escribir Crear Contar, Las claves para convertirse en escritor (Espasa, 2014), nos pusimos de acuerdo enseguida en una idea clara: vamos a hacer un manual eficaz. Y eso quiere decir, cuando hablamos de un proyecto de divulgación narrativa (traducción de conceptos técnicos de escritura creativa a un lenguaje directo, comprensible y entretenido), que el primer objetivo era planificar un libro que fuese divertido, capaz de convertir la teoría en un tablero de juegos.
Con esa premisa me senté a escribir y me propuse contar paso a paso el mecanismo interno de la ficción sin olvidarme de que, contase lo que contase, estaba invitando al lector a jugar. En poco tiempo compuse el cuerpo esencial del libro en catorce capítulos y a partir de la afirmación “quiero contar una historia” llegó todo lo demás. Para empezar, nociones básicas sobre el concepto “escritura creativa”, los temas, el lector, los principios narrativos (voz, tiempo y acción) y algo que hay que tener siempre muy bien afilado: la mirada del escritor:
«Una de las primeras cosas que hay que aprender es a descubrir el mundo otra vez, verlo con ojos nuevos (…) La escritura creativa no consiste en contar simplemente los hechos, hay que apoderarse de ellos, reinventarlos, darles una perspectiva única que salga a buscar directamente al lector»
Escribir Crear Contar (2014), Mateo Coronado
Después de dejar claro cuál es el hilo narrativo principal en un relato y explicar la división clásica en tres partes (planteamiento, nudo y desenlace), dediqué las siguientes páginas a tratar uno de mis temas favoritos: el discurso narrativo y la focalización, la forma de dirigirse al lector. Y enseguida, por supuesto, el personaje, porque a través de sus ojos conocemos la historia.
Sin duda, este es uno de los grandes momentos en la construcción creativa, el encuentro entre la voz activa (narrador), el personaje y el lector, algo que debemos manipular con exquisita delicadeza porque es tanta su fuerza como su fragilidad, y al fin y al cabo, el universo imaginario de todo relato se sostiene aquí, en un divertido equilibrio entre quien habla (voz), quien ve (visión, personaje) y, por supuesto, quien interpreta (lector).
Una vez presentado el personaje y sus propósitos, el mecanismo empieza a funcionar, todo se ajusta poco a poco y durante el largo proceso de elaboración (desarrollar un proyecto literario de cierta extensión -una novela- suele llevar varios meses o años), creatividad y técnica tienen que aprender a convivir, a ayudarse mutuamente, para que podamos componer un producto realmente satisfactorio. Y en dicho proceso, tenemos que tener claro que, pase lo que pase, experimentaremos cambios, al principio sutiles, imperceptibles, y luego mucho más evidentes. Veremos una evolución en nuestra capacidad para crear, en nuestra destreza técnica, en el diálogo interno que mantenemos con nuestro proyecto desde el primer día, en la relación con los personajes, que desde que aparecen conviven con nosotros y nos desafían, nos escuchan, nos ignoran a veces, nos muestran su pasado y nos cuentan sus deseos, sus manías, sus obsesiones y quizá sus planes para el futuro, y sobre todo notaremos cambios en nuestra formación, en nuestra identidad como escritores. Si algunos de los libros que leemos nos sorprenden e incluso pueden llegar a ser una auténtica revelación, ¿cómo iban a dejarnos indiferentes aquellos que nos proponemos escribir?
Escribir Crear Contar tiene también capítulos dedicados a la sintaxis, los usos lingüísticos y propiamente literarios de verbos, adjetivos, adverbios y figuras retóricas, explica cómo se compone la trama en sus piezas esenciales, analiza la escena, dedica especial atención a los diálogos, y aporta algunas claves para crear la atmósfera necesaria para cada relato. Por supuesto, no se olvida de uno de los temas más interesantes (y complejos) que plantea la escritura creativa: el manejo del tiempo, un auténtico reto para el escritor.
Si disfrutamos con las aventuras de un personaje que decide emprender un viaje al corazón de África, escalar una montaña, entrar en una mansión encantada o perderse por las calles de Nueva York, no es por la experiencia en sí, sino por cómo se vincula a ella mental y emocionalmente. Es decir, cuando nos sumergimos en un buen relato esperamos ver a los personajes moverse por algún escenario pero sobre todo queremos saber lo que ocurre en su mente en esos momentos, cómo nos describen su casa, cómo recuerdan un antiguo amor, cómo temen una despedida, cómo se sorprenden, cómo pierden la mirada en una taza de café… La magia de la ficción está ahí, en el control del tiempo, en el filo entre la acción y el espacio interior de cada uno de los actores del mundo imaginario, en el detalle de un recuerdo lejano, mezclado con un paseo, una pelea, un paso de baile e incluso con un silencio.
Y así llega el pulso narrativo, como una melodía que escuchábamos desde hacía tiempo y casi sin darnos cuenta empezamos a tararear y a marcar con los dedos. Nos sentamos a escribir y nos damos cuenta de que la técnica y la creatividad se pusieron de acuerdo, en algún momento, mientras dejamos que las palabras nos lleven hacia cualquier parte. Ya que todo esto consiste en jugar, vamos a divertirnos de verdad.
Damos un paso adelante y comenzamos a escribir las primeras líneas de una novela, “hemos decidido hablar de algo que sucede a nuestro alrededor, algo que quizá no sea origina ni único en sí mismo, que puede ser incluso muy común, pero que nadie contará jamás como lo haremos nosotros. En el sentido más estricto de la palabra, haremos algo excepcional, una construcción creativa que llevará nuestra huella dactilar y no será otra cosa que el resultado de una forma única de observar el mundo»
Escribir Crear Contar (2014), MC
Sobre el autor
Mateo Coronado (Madrid, 1972) es escritor, periodista y profesor de literatura. Combina la escritura con el diseño de cursos de formación literaria para autores profesionales y principiantes. Es profesor de literatura creativa en los talleres organizados por el Instituto Cervantes en Madrid desde 2012: Taller de creación literaria. Construir una novela, Taller de literatura contemporánea. Grandes obras y grandes autores y Micro-taller de ciencia ficción. Es autor del libro de divulgación narrativa Escribir, Crear, Contar. Las claves para convertirse en escritor (2014).
Twitter: @mateocoronado
Blog: El pasajero del Nostromo, https://mateocoronado.wordpress.com/ [1]
Escribir Crear Contar, las claves para convertirse en escritor
Mateo Coronado
Espasa Libros, S.L.U.
© Instituto Cervantes, Mateo Coronado, Espasa Libros
356 páginas