Kundera (Brno, 1 de abril de 1929 – París, 11 de julio de 2022) había nacido en una ilustrada familia de Moravia. Su padre, Ludvik Kundera, reconocido pianista, le infundió desde muy niño su pasión por la música que ha sido punto de referencia a lo largo de la obra literaria de su vástago. Y su madre, adjetivada por su propio hijo como “lectora culta y voraz”, su entrega vital hacia el mundo de las letras.
Así las cosas iba para músico cuando el joven Milan estudiaba composición y musicología hasta que la literatura y el cine se cruzaron en su camino. Tras formarse en ambas disciplinas enseñó historia del cine durante más de una década en la Academia de Música y Arte Dramático y en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos de Praga, de donde fue expulsado en agosto de 1968.
Sobre la Primavera de Praga, Kundera escribió que se había cercenado un profundo y necesario proceso sociopolítico que aspiraba a reconstruir la matriz cultural y espiritual de aquella parte de Europa sumida en el totalitarismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, un joven Kundera se había afiliado al Partido Comunista, del cual fue expulsado por primera vez en 1950 -un acontecimiento que posteriormente le inspiraría La broma, novela publicada en 1967- y en segunda ocasión en 1970, revocándose definitivamente la readmisión en el partido que había tenido lugar en 1956.
Además de perder su trabajo, Kundera vio como sus libros fueron prohibidos y hubo de ganarse la vida como pianista en clubes de jazz de Praga. En ese momento, otros ilustres disidentes y amigos también enfrentaban dificultades, como el cineasta Milos Forman o el escritor Vaclav Havel. Pero él siguió escribiendo con la feroz ironía, la profundidad, el humor y el espíritu crítico que han sido señas de identidad a lo largo de su amplia y variada obra como novelista, ensayista, dramaturgo y poeta.
En 1975, ya en Francia, Kundera enseñó literatura comparada en la Universidad de Rennes y, posteriormente, desde 1977, en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París, ciudad en la que se instaló de por vida.
Tras nacionalizarse francés en 1981, en 1993 decidió escribir el resto de su obra en su lengua de acogida. Hasta entonces había escrito en checo una decena de novelas, entre las que figuran las imprescindibles La insoportable levedad del ser, La inmortalidad, La despedida o La vida está en otra parte, galardonada en 1973 con el Premio Médicis como la mejor novela extranjera publicada en Francia. Un libro en el que se entrecruzan episodios de las existencias de poetas como Rimbaud o Lérmontov que le instaló definitivamente en la galería literaria de los grandes.
Posteriormente, en El libro de la risa y el olvido, Kundera utiliza por vez primera el término de origen checo lítost, que podría traducirse en español como autoconmiseración, que el escritor significativamente incluiría en obras posteriores como “un estado de padecimiento producido por la visión de nuestra propia miseria puesta repentinamente en evidencia cuando nos comparamos con otro”.
Y en La insoportable levedad del ser narra la fragilidad del destino de una persona para resaltar cómo la vida de un solo individuo carece de importancia dentro del concepto del eterno retorno de Nietzsche, pues en un universo infinito todo se repite sin descanso. Ésta, su obra más difundida y llevada al cine en 1988 bajo la dirección de Philip Kaufman, es considerada como un referente a la hora de explicar la disidencia vivida en los países del Este durante la Guerra Fría. Fue, por fin, publicada en su país en 2006, más de dos décadas después de que se editara en Francia. Y en Un encuentro, publicada en 2009, traza un relato marcadamente autobiográfico en el que reflexiona sobre su vida y su creación.
En 1981, el conjunto de su obra hasta entonces fue reconocida en Estados Unidos con el Commonwealth Award, un año más tarde el Premio Europa de Literatura y, entre otros muchos reconocimientos a lo largo del tiempo, el Jerusalén que se otorga a escritores cuyo trabajo haya destacado en la sociedad actual en la lucha por la libertad.
En 2007, un reivindicado Kundera recibió el Premio Nacional Checo de Literatura y en 2010 fue nombrado duque de Amarcord por el Rey Xavier I (Javier Marías) convirtiéndose en el primer escritor checo en obtener título nobiliario en el ficticio Reino de Redonda.
Siguiendo con las fechas clave de su existencia, en 2014 publicaría La fiesta de la insignificancia, su última obra, en la que relacionaba el humor con la insignificancia, aduciendo que la insignificancia no implica mediocridad, sino que, bien al contrario, constituye una inteligente mirada que invita al mundo a reconciliarse con su imperfección.
Traducido a ochenta lenguas y figurante repetido en las quinielas del Premio Nobel de Literatura que ya nunca obtendrá, Kundera vivía apartado de los focos. Desde esa buscada discreción, en su apartamento parisino dijo adiós a todo esto haciendo buenos dos de sus célebres títulos, aquellos que aluden a que el ser es leve por naturaleza y que, acaso, la vida también tenga lugar en otra parte.