Una década después, año 2013, volvió con nuevo disco bajo el brazo, The Next Day, y ganas de compartir sus lecturas esenciales, divulgando una lista de cien libros (http://www.bowiebookclub.com/david-bowies-100-most-influential-books). Un centenar de obras que en unos casos arrojan luz sobre sus obsesiones e inquietudes (los problemas mentales, los conflictos raciales, el arte y el diseño, la magia, el ocultismo, los totalitarismos, las distopías…) y en otros casos simplemente reflejan las preferencias de un artista; es posible, como es habitual en este tipo de selecciones, que buscara decorarse un poco con los textos elegidos o bien –por qué no– que fueran de verdad sus predilectos. Da igual. En cualquier caso, dan juego. Conforman una ‘hoja de ruta’ cuyo recorrido escondía un posible libro, uno más que no deberían perderse los seguidores del autor de Station to Station porque podría ofrecer pistas para entender mejor su mundo, repasar su biografía desde otro punto de vista e incluso porque sería una oportunidad para descubrir algún libro recomendado por un tipo de acreditado buen gusto.
La posibilidad se hizo realidad y la idea de convertir el listado de marras en El Club de Lectura de David Bowie hay que agradecérsela al editor de Blackie Books Jan Martí. Acierta no solo en el concepto y en su cuidada concreción material con ilustraciones de Luis Paadin, sino también en el autor elegido. El periodista londinense John O’Connell no fuerza las cosas y dedica el mismo espacio a títulos que darían para mucho (En el camino de Kerouak, 1984 de Orwell, Berlin Alexanderplatz de Döblin, Noches en el circo de Angela Carter, El yo dividido de R. D. Laing, Dogma y ritual de la alta magia, de Eliphas Lévi…) que a otros en los que cuesta más encontrar la huella o la influencia, caso de grandes clásicos de la novela como Mientras agonizo de William Faulkner, Madame Bovary de Gustave Flaubert, Lolita de Nabokov o A sangre fría de Truman Capote.
Hay sorpresas. Uno hubiera esperado del compositor de Space Oddity y Life on Mars? un buen ramillete de clásicos de la ciencia ficción o algún texto relacionado con el séptimo arte y, en cambio, pocos o ningún libro de crítica musical. Sin embargo, a Bowie le gustaban los ensayos que se tomaban en serio el fenómeno de la música popular (Mistery train de Greil Marcus, Awopbopaloopbop Alopbamboom de Nik Cohn, Nowhere to run de Gerri Hirshey, El sonido de la ciudad de Charlie Gillett). De hecho, apenas hay biografías y la que hay es la de su ídolo Little Richard. En un aniversario de boda su esposa Imán le regaló uno de los trajes del cantante de Tutti Frutti que el próximo diciembre cumplirá 88 años. Señalar que la primera vez que puso ese single en el tocadiscos y escuchó lo de womp-bomp-a-loom-op-a-womp-bam-boom le voló la cabeza sería quedarse corto. “Nunca antes había oído nada igual. La sala se llenó de electricidad, color y una insolencia escandalosa. Había oído a Dios”.
Hay también una confirmación. Era lógico que un tipo como Bowie, lector compulsivo y, sobre todo, poroso a cualquier influencia que le sirviera para el proyecto en el que estuviera embarcado, encontrara en multitud de libros ideas ajenas que hiciera propias para afianzar su visión y enriquecer su trabajo. Cuando James Murphy, líder de LCD Soundsystem, le confesó que le había copiado más de una vez, Bowie le dijo que a un ladrón no puedes robarle. Como señala O’Connell, puede que su obra fuera “inauténtica” pero nunca fue “insincera”.
El club de lectura de David Bowie
John O’Connell
Traducción de Laura Ibáñez
Ilustraciones de Luis Paadin
Editorial Blackie Books
288 páginas
19,90 euros