El Instituto Cervantes fue escenario del acto de presentación de Castillo interior, en el que participaron, además de los antólogos, el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha; el escritor y diplomático Fernando Schwartz, sobrino nieto de León Felipe; el director de la Fundación Banco Santander, Borja Baselga, y la alcaldesa de Zamora y presidenta del Patronato de la Fundación León Felipe, Rosa Valdeón.
Hacía más de 30 años
Los textos ofrecen un recorrido por el obrador del poeta y detalles sobre la elaboración de sus versos, las reflexiones líricas de su propia obra, discursos y un epistolario oculto que aúna personajes como Cela, Gorostiza, Herzog, Waldo Frank o su carteo con el poeta Juan Larrea, una joya inédita hasta ahora por la que desfilan personajes como Buñuel, Octavio Paz o Neruda.
Hacía más de treinta años que no se publicaba un libro de inéditos de León Felipe. Tras un año de trabajos, apoyados por la Fundación que lleva el nombre del poeta, este libro, se comentó en el curso de su presentación, supone un guiño a Santa Teresa, no sólo por la mística de lo cotidiano que compartían ambos, sino porque pretende recuperar de algún modo el aliento íntimo y espiritual del poeta de Tábara tanto en su modo de creación como en su obra, a través de material oculto o desconocido, procedente del Archivo Histórico Provincial de Zamora, donde reposa el legado último de León Felipe, y del que se han sacado la mayoría de textos.
En opinión de Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano-Leonés de la Lengua y prologuista del volumen, son sobre todo estos papeles del archivo zamorano «los que revelan el pálpito y la artesanía de su sistema luminoso de señales durante su largo y fructífero exilio».
Pero no todos los materiales de este descubrimiento literario proceden de este archivo, ya que el epistolario inédito entre Juan Larrea y León Felipe pertenece al Legado Juan Larrea, depositado en la Residencia de Estudiantes. Todo un “regalo literario” que muestra no sólo la amistad profundísima entre los dos poetas y profetas del exilio, “un apasionante y apasionado recorrido por el alma y el corazón de una amistad inquebrantable con testimonios de una contemporaneidad, fuerza y espíritu difíciles de hallar en la correspondencia entre dos autores de este calibre”, comentó Javier Expósito. «No sólo está ese camino compartido hacia la luz, sino también el intercambio de opiniones acerca de personajes como Octavio Paz, Buñuel, Imaz, Alfonso Reyes y otras figuras del exilio y la literatura del momento».
[1]Exilio y solidaridad
Además, este epistolario nos enseña cómo funcionaba la red de ayuda en el exilio y la solidaridad que presidía muchas de estas relaciones, y cómo unos estaban al tanto de otros y la generosidad existente entre ellos, afirmó Gonzalo Santonja: «Un exilio ejemplarmente solidario».
En suma, este libro ha querido recoger el largo exilio mexicano de León Felipe, no comparable al de otros, porque como dice Santonja, «cuando la legión de derrotados empezaba a desembarcar en Veracruz, él ya sumaba 16 años en aquellas tierras, casado con Berta Gamboa».
Son textos que van desde el año 1939 a un año antes de su muerte en 1967 y que muestran la evolución emocional y espiritual de León Felipe, así como las continuas sombras y luces que sobrevolaron toda su obra, de la que el propio poeta se convierte en este volumen en analista y juez de excepción, como cuando le escribe a Camilo José Cela en 1959: «Estoy avergonzado de haber escrito la mayoría de mis versos. Casi todos no son más que actualidad. Al final creo que no he sido más que un reportero con énfasis de energúmeno».
Regreso a España
León Felipe ejerció en su juventud de farmacéutico y trabajó como actor de teatro en una compañía itinerante. Encarcelado por deudas, administró los hospitales de Guinea, y en 1923 viajó a México con una carta de recomendación del escritor Alfonso Reyes, donde desempeñó labores de bibliotecario en Veracruz antes de convertirse en agregado cultural de la Embajada española y profesor de literatura en diversas universidades americanas, como la de Cornell, donde conoció a su esposa mexicana y también profesora, Berta Gamboa.
Al estallar la Guerra Civil española se encontraba en Panamá, desde donde regresó a España para apoyar la causa republicana. Pero en 1938 se exilió definitivamente en México, tras dejar en sus poemas La insignia, El hacha y Elegía española dejando muy claro que en esa guerra fraticida “no hay más que polvo”.
A finales de los años veinte, durante su estancia en la Universidad de Cornell, trabó amistad con hispanistas como José Bernadette o Waldo Frank, a los que León Felipe escribe –como se recoge en este libro– y se convirtió en el primer traductor al español de Walt Whitman. Además adaptó varias obras teatrales de Shakespeare.
Aposentos y moradas
El volumen se divide en dos partes muy diferenciadas y a la vez complementarias. En la primera, Aposentos, se nos presenta al poeta en su obrador, fiel a su sistema de trabajo creativo, donde como resalta Gonzalo Santonja, “hay una cadena de refundiciones que lo revelan fiel a lo sustancial, pero sabiendo adaptar lo sustancial a las circunstancias”, por ejemplo en los discursos donde “reordena, añade párrafos de enlace, funde y refunde, quita y pone con potestad creativa”.
La segunda parte, Moradas o cartas, constituye la parte más íntima del autor, todas son inéditas exceptuando las cursadas a Cela, publicadas en Correspondencia con el exilio, y van desde 1939 –la dirigida a Bernadette– hasta 1967, en la que León Felipe se despide de Larrea en un emotivo documento que supone uno de los grandes testimonios de la amistad del exilio.