Ex Libris. Confesiones de una lectora
[1]Anne Fadiman (Alba Editorial, 2000)
Anne Fadiman reúne en este libro dieciocho ensayos sobre su relación con los libros y la lectura. La misma autora recuerda la génesis de aquellos textos: “Empecé a escribir Ex Libris cuando me dio por pensar que la gente a menudo escribía sobre los libros como si fueran tostadoras. ¿Es esta marca de tostadoras mejor que aquella? Y esta que cuesta 24,95 dólares, ¿es la mejor compra? Nadie dice nada de lo que puedo sentir por mi tostadora dentro de diez años, ni de los tiernos sentimientos que todavía puedo albergar por la antigua. Este modelo de lectores como consumidores omite hábilmente lo que considero el corazón de la lectura: no si deseamos comprar un libro nuevo, sino cómo nos relacionamos con los viejos, aquellos con los que hemos vivido años, aquellos cuyas texturas y colores y olores nos son tan familiares como la piel de nuestros hijos”. Fadiman cree que los libros forrman parte de la historia de nuestras vidas, de la suya, de la de su familia. Y mientras los volúmenes se iban acumulando en las estanterías de su biblioteca, pero también debajo de su sofá o encima de su nevera, se convierten en capítulos de su biografía. Un libro absolutamente maravilloso sobre la pasión de leer.
Las bibliotecas de Dédalo
[2]Enis Batur (Errata naturae, 2009)
El escritor turco Enis Batur perdió su biblioteca personal en un incendio. Se cumplía así una de las peores pesadillas que pueden acosar a un lector. En La biblioteca de Dédalo [3], Batur propone un laberíntico recorrido por las bibliotecas que han marcado su vida, también por la biblioteca que desapareció pasto de las llamas y la que comenzó a formar de nuevo en 1987. Solo podía escribir en primera persona su ensayo: ‘Cada lector de la Biblioteca vive una experiencia única e íntima, crea y atraviesa una franja de vida que nunca podrá repetirse exactamente igual en ningún semejante. Ninguno de ustedes podrá leer lo que yo he leído en la misma sucesión, con el mismo orden o desorden. Aun suponiendo que sí, no podrán leerlo como yo lo he leído. Yo no puedo repetir sus experiencias’.
La biblioteca de los libros perdidos
[4]Alexander Pechamann (Edhasa, 2010)
Alexander Pechmann, autor de las biografías de Herman Melville (2003) y de Mary Shelley (2006), ofrece en esta obra un catálogo de libros que nunca podremos leer. Se trata de obras perdidas o destruidas por las más variadas razones y sinrazones. Todas ellas compondrían una biblioteca imaginaria desbordante de sugerencias. En sus estantes reposarían los manuscritos extraviados por sus autores en un hotel o en una estación de tren, los destruidos por la mano de su propio autor o por la de sus desaprensivos herederos, los originales traspapelados por editoriales, las obras abortadas por las guerras y las exterminadas por la censura, los libros convertidos en cenizas por el fuego y los enterrados por el tiempo en circunstancias que desconocemos por completo, los libros proyectados y nunca escritos, los concebidos para un único lector y los libros de los autores sin obra son los que se guardan en la biblioteca de los libros perdidos. ¿Quién no querría leer la Titanomaquia, en la que Hesíodo narraba el origen del mundo; Mergites, la epopeya cómica de Homero; la biografía escrita por Goethe de un tigre cuyo cadáver congelado que fue enviado al duque de Weimar Carl August; las memorias de Byron; los cuadernos de notas y diarios de Thomas Mann; The Towns of Manhattan de James Fenmore Cooper, y Una historia narrada de nuestra época de Joe Gould? Pechmann no olvida incluir los libros imaginarios de la literatura universal, aquellos que sólo se mencionan en otros libros, como el ejemplar preferido de Roderick Usher o el libro amarillo y envenenado de Dorian Gray.
Una lectora nada común
[5]Alan Bennet (Anagrama, 2008)
La historia que cuenta Alan Bennet [6] en esta nouvelle podría ser la de la iniciación a la lectura de cualquiera. Una mujer descubre en los estantes de la biblioteca el nombre de una escritora que conoce, Ivy Compton-Burnett. Ella la conduce a Proust. Y Proust a Genet. Y Genet a… Cada libro es una vía azarosa y feliz para llegar al siguiente, una invitación que la mujer acepta. Su historia no parece singular, pero es que la mujer en cuestión no es otra que la reina Isabel II de Inglaterra. ¿Qué pasaría a partir de ese momento? Bennet construye una aguda reflexión sobre el subversivo placer de la lectura en una obra cuyo título reescribe aquel otro de una colección de ensayos de Virginia Woolf: The Common Reader (El lector común).
Bibliofrenia o la pasión irrefrenable por los libros
[7]Joaquín Rodríguez (Melusina, 2010)
José Ángel Valente escribió que la biblioteca es el lugar donde ‘se apaciguan las horas, el afán o la pena’ y que tal ‘oscura morada / ni la pobreza se teme ni se padece la muerte’.
Todos los bibliómanos que cita Joaquín Rodríguez [8]en su ensayo podrían suscribir los versos del poeta orensano. El lector descubrirá la pasión que animó las vidas de, entre otros, el conde Libri-Carucci, patrón de los bibliocleptómanos, Samuel Pepys, Kark Klaus, Warburg o Robert Darnton. Ellos hicieron suyo el lema latino Fallitur hora legendo y distrajeron o engañaron o entramparon sus horas leyendo.
Filobiblón. Amor al libro
(Visor, 2010)
Filobiblón es una antología de poemas autores de lengua española dedicados a la pasión que despiertan los libros.
Los versos de Quevedo, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Góngora, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Amado Nervo, Blas de Otero, Salinas, Unamuno, Bécquer, Jorge Luis Borges, García Lorca, García Valdés o Caballero Bonald cantan y expresan la devoción que el propio lector siente por la literatura.
Como escribió Borges en un poema de La rosa profunda recogido aquí: “Pienso que las palabras esenciales / que me expresan están en esas hojas / que no saben quién soy, no las que he escrito. / Mejor así. Las voces de los muertos / me dirán para siempre”.
Bibliotecas llenas de fantasmas
[10]Jacques Bonnet (Anagrama, 2010)
“Unos aman los caballos, otros los pájaros y otros las fieras; yo, desde niño, estoy poseído por un terrible deseo de poseer libro1s”, escribió Juliano.
Si usted participa de esa pulsión, si teme que su biblioteca se derrumbe y lo aplaste mientras duerme, si se pregunta una y otra vez qué criterio adoptar para organizar su biblioteca, disfrutará de la obra de Jacques Bonnet [11]. De ella se ha dicho que es un verdadero tratado del arte de vivir con muchos libros.Con amor y humor, con erudición y amenidad, Bonnet conquista a los bibliómanos.
Firmin
[12]Sam Savage (Seix Barral, 2007)
La nostalgia del papel se apodera de los escritores en el mismo momento en que la era de Gutenberg da sus últimos estertores. La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guersey de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows (RBA, 2009) o Las aventuras de un libro vagabundo de Paul Desalmand (Destino, 2010) son novelas nostálgicas, tienen algo de elegía por un tiempo que se está desvaneciendo; así también Firmin [13], de Sam Savage. El nombre del título es el de una rata culta que nació en el sótano de una librería de Boston en los años 60. Su hambre de libros es insaciable y su historia habla del poder redentor de la literatura. Una fábula llena de humor y de una tristeza sorda.