Los Balcanes, años 90… Un libro de narraciones emocionante y lúcido sobre los muertos de aquella guerra: más que capítulos, la obra se cuenta en lápidas. He aquí, también, la autobiografía de su narrador, un joven escritor bosnio convertido en soldado en medio del apocalipsis. Los hombres y mujeres de cada bando, las palabras comunes (y las diferentes), las ciudades arrasadas…
Y, entre barbarie y barbarie, algunos pequeños gestos de bondad y ternura. Son éstos, los únicos momentos de descanso que tendrá el lector de esta obra sobre el dolor y la vergüenza.
“Ante una de las escasas casas musulmanas del barrio serbio de Modriča descubrieron, en una mezcladora de cemento, el cadáver machacado de una pequeña de nueve años, desnuda. Desde el principio de la guerra no había electricidad en Modriča, por tanto debían de haber hecho girar la mezcladora a mano”.
Respiro
“Durante uno de los bombardeos de Sarajevo, Huso, a quien la alerta sorprende en la calle, se apresura a refugiarse en la bodega del edificio en el que vive. En el patio, se encuentra a su vecino Haso balanceándose en un columpio para niños.
—¡Eh, Haso! —dice Huso, sin aliento—. Todo Sarajevo a punto de palmarla, y tú no encuentras nada mejor que hacer que columpiarte. Salva el pellejo mientras estés a tiempo…
—Si no me estoy columpiando —responde Haso—, ¿no ves que estoy fastidiando a un francotirador serbio?”.
Muchas veces se ha dicho que la memoria de los Balcanes es una memoria de sangre. Una espiral de crueles venganzas que, generación tras generación, nunca han acabado de enterrarse por completo: civiles, independientemente de su edad, asesinados; mujeres violadas y convertidas en esclavas sexuales; iglesias, mezquitas, ciudades enteras completamente devastadas.
Devolver identidad
Velibor Colic retoma de primera mano el tema y alterna la descripción de atroces crímenes de guerra con pasajes marcados por una singular forma de poesía, y recuerdos, retratos y testimonios descarnados de una dureza sin límites.
Su empeño se vehicula especialmente a honrar y a devolver nombre, rasgos, una fugaz identidad al menos, a miles de seres anónimos desaparecidos en aquella feroz contienda de vecinos contra vecinos.
Una suerte de historias breves y espeluznantes en los que la piedad, la compasión, cualquier rasgo de sentimiento humano parece haberse difuminado. Como en ese relato en el que un adolescente bosnio, antes de ser asesinado en un restaurante de las afueras de Sarajevo, es obligado a cantar. O aquel otro, en el que parten la columna a un jorobado para empalarlo. Atroz.
Prisionero y desertor
Velibor Čolić nació en 1964 en la pequeña ciudad de Modriča, en Bosnia, donde, durante la contienda, fueron reducidos a cenizas su casa y sus manuscritos.
Alistado en el Ejército bosnio, desertó en mayo de 1992 y fue hecho prisionero; sin embargo logró escapar y se refugió en Francia, donde continúa viviendo.
En ese país debutó como escritor en el año 2000 con su impactante Los bosnios, escrito en francés, al que seguirían, entre otros libros, el centrado en los últimos días de Modigliani: La vida fantasmagóricamente breve y extraña de Amedeo Modigliani; Crónica de los desaparecidos; Perdido; Jesús y Tito (Premio Literario de los Jóvenes Europeos 2011) y una última y reciente obra, Sarajevo ómnibus, muy elogiada por la crítica.
Remato estas líneas al tiempo que desde los medios de comunicación se confirma de un modo incontestable que en Siria han sido utilizadas armas químicas para acabar con la vida de civiles. Vemos las caras azuladas, yertas e inocentes, de los niños asesinados. Confirmo que hoy, ahora mismo, la crueldad más despiadada sigue mostrando su radiografía.