Con El dolor de los demás firmó unas de las grandes novelas del curso pasado, una obra confesional, escrita a tumba abierta, descarnada y conmovedora, que nos presenta los tres primeros fantasmas en las tres primeras líneas. “Han entrado en la casa de la Rosario, dice tu padre desde la habitación de al lado, han matado a la Rosi y se han llevado a Nicolás”. Pasó en un caserío de la huerta de Murcia en la Nochebuena de 1995. Nadie se había llevado a Nicolás, que era el mejor amigo del autor, sino que éste había asesinado a su hermana Rosi para, acto seguido, quitarse la vida saltando por un barranco.
En su fuero interno, Hernández, profesor de Historia del Arte y autor de dos novelas previas a ésta, siempre había sabido que sí, que no convenía mover las brasas de aquel pedazo de su pasado, pero también que allí había una historia tremenda que merecía una novela, que nadie podía investigarla y contarla como él y que el viaje iba a cobrarse sus peajes incluso aunque se alcanzara el destino deseado.
La narración en dos tiempos le permite contar el crimen, tratar de descubrir qué pasó aquella noche y entender los motivos, recrear la vida en la huerta, recordar el chaval que fue y enfrentarlo al actual; y también de manera simultánea ofrecerle al lector un suerte de making of del proceso de indagación y redacción de aquella tragedia, un diario de escritura sin fechas donde comparte los momentos de euforia y los de frustración y donde el ajuste de cuentas con el pasado ofrece sus mejores páginas.
Por eso, llevando ya la novela su propio diario incorporado, resulta llamativo que ahora nos llegue Aquí y ahora como el dietario oficial de los meses en que escribió El dolor de los demás. Se repiten reflexiones y los mismos fantasmas también irrumpen aquí. Y sin embargo esta segunda trastienda de aquel relato real no es redundante sino enriquecedora.
En el caso de Miguel Ángel Hernández hay un afán transparente por llenar la página de verdad, por atenerse al título del libro. De hecho, Aquí y ahora cumple a rajatabla uno de los requisitos de este tipo de obras, tal y como lo describe la profesora Anna Caballé a en su ensayo sobre el diarismo español, Pasé la mañana escribiendo (Fundación José Manuel Lara, 2015): “Lo específico del diario es su dimensión fenomenológica, expresión de un aquí y un ahora concretos que la generan y explican. El lector lee un diario con esa convicción: es una práctica que no admite reescritura. Si la hay, es decir si se reelabora lo escrito a la luz de los acontecimientos posteriores, el resultado pierde en autenticidad lo que gana en literatura”.
La novela y cuanto la rodea, incluyendo la primeras reacciones a su publicación, atraviesa el diario de principio a fin sin que eso suponga renunciar a la vida ordinaria, con sus miserias y grandezas, y así hay espacio para los viajes y las series de televisión, para los ataques de ansiedad y las resacas, para el gimnasio y las redes sociales, para los problemas de salud y el acceso a los maestros, para las envidias y los desahogos, para los bloqueos y los momentos de inspiración, para las filias y las folias que todo tenemos.
He aquí un ejemplo de reflexión literaria y de tarea cotidiana en la misma entrada (jueves, 8 de septiembre de 2016), casi en el mismo párrafo, sin cambiar el tono: “Llega el desbloqueo cuando te das cuenta de que esa no-ficción que escribes, en el fondo, es una novela. Y que algunas cosas de la vida real tienen que ser modificadas para que funcionen narrativamente. La realidad no siempre es verosímil. Para que las cosas parezcan reales en ocasiones es necesaria una pequeña dosis de ficción. Saber cuál es esa dosis –sobre todo para seguir diciendo que escribes no ficción– es lo más difícil.
Te acuestas tarde preparando la maleta para el viaje del día siguiente. Como siempre, acabas llevándote más ropa de la cuenta”.
Las dos obras, como dice su autor, forman parte del mismo impulso literario y transitan por el mismo mundo pero cada una a su manera, con tonos distintos; que juegan a reflejarse como espejos, que son reverberaciones. Ambas merecen la pena. Ambas están llenas de fantasmas.
Aquí y ahora. Diario de escritura [1]
Miguel Ángel Hernández
Editorial Fórcola
272 páginas
21,50 euros