En una carta fechada en septiembre de 1889, Emilia Pardo Bazán le decía a Benito Pérez Galdós: «Imposible parece que […] quede todavía una comezón tan grande de charlar más y un deseo tal de verte otra vez en cualquier misterioso asilo, apretaditos el uno contra el otro, embozados en tu capa o en la mía los dos a la vez, o tumbados en el impuro lecho, que nuestra amistad tiernísima hace puro en tantas ocasiones. Sí, yo me acuesto contigo y me acostaré siempre, y si es para algo execrable, bien, muy bien, sabe a gloria, y si no, también muy bien, siempre será una felicidad inmensa, que contigo y solo contigo se puede saborear, porque tienes la gracia del mundo y me gustas más que ningún libro. Yo sí que debía renunciar a la lectura y deletrearte a ti solo. ¿Qué mejor obra, entre las tuyas, que tu espíritu mono, simpático y fresco? Ven luego, ven, que me haces falta. Hay mil corrientes en mi pensamiento que solo contigo desahogo. Ven, Santander ya debe de estar feo, frío, gris y aburriente». Este es un fragmento de una carta que Emilia Pardo Bazán remitió a Benito Pérez Galdós en septiembre de 1889, incluida en el epistolario que acaba de publicar Turner.
Se trata de la recopilación de las cartas, conocidas hasta el momento, enviadas por Pardo Bazán a Galdós, ordenadas cronológicamente y acompañadas de una aproximación a la figura de la escritora coruñesa y el relato esencial del amor y la amistad entre ambos autores.
A través de estos documentos, la escritora se revela como una mujer inclasificable, tolerante con las ideas ajenas, viajera incansable, pertinaz luchadora por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pragmática y vitalista. Con una extraordinaria capacidad de trabajo y atenta a cualquier novedad estética, mostró siempre una admirable lucidez en sus ensayos y un estilo poderoso y vibrante en sus novelas y cuentos. Y si hubo un deseo constante a lo largo de su vida, fue el de ser juzgada por su obra y no por su sexo.
‘Un mundo necio que prohíbe estas cosas’
Literatura y vida literaria, intrigas académicas, discusiones y “piques” entre creadores desfilan por las páginas del libro, pero sobre todo amor, amistad, admiración y confianza entre dos genios de su tiempo que se amaron a pesar del «mundo necio, que –escribió doña Emilia– prohíbe estas cosas; a Moisés que las prohíbe también; a la realidad, que nos encadena; a la vida que huye; a los angelitos del cielo, que se creen los únicos felices… Felices, nosotros. ¡Ay!».
Feminista precoz
Emilia Pardo Bazán nació en A Coruña en 1851. Casada a los diecisiete años y madre enseguida de tres hijos, se separó de su marido en la treintena y desde entonces luchó por vivir de su trabajo literario escribiendo ocho horas cada día: «Si no, adiós producción y adiós 15 cuartillas diarias».
Ganó fama como conferenciante y cronista, disfrutó del gran éxito de su novela Los Pazos de Ulloa y se relacionó con los mejores talentos de su época, pero nunca consiguió su gran ilusión de entrar en la Real Academia y tuvo que enfrentarse a polémicas, desprecios y difamaciones. Feminista precoz, fundó en 1892 la colección “Biblioteca de la Mujer”, que fracasó porque «aquí no hay sufragistas, ni mansas ni bravas». Murió en 1921, un año después que su «miquiño adorado», Benito Pérez Galdós.
‘Miquiño mío’. Cartas a Galdós.
Emilia Pardo Bazán.
Edición prólogo y notas: Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández.
Turner (Colección Noema).
224 páginas.