- hoyesarte.com - https://www.hoyesarte.com -

Muchos Miller en Arthur

Nacido en el seno de una familia de inmigrantes judíos de origen polaco que vivía de un próspero negocio textil, pasó la primera infancia en el corazón de Manhattan, a la sombra de los árboles de Central Park.

Se instaló en el mundo en 1915, un año después del estallido de la Primera Guerra Mundial. Tenía 14 cuando el crack de la Bolsa desoló Wall Street y transitaba la adolescencia cuando la Gran Depresión le complicó la existencia. Por entonces la empresa familiar quebró y hubo de trasladarse con los suyos a una modestísima vivienda de Brooklyn.

Vueltas al tiempo

Como relata de propia voz en Vueltas al tiempo, la esclarecedora autobiografía que publicó en 1987, aquel humilde apartamento le serviría como modelo para ubicar al personaje protagonista de La muerte de un viajante (1949), la obra que le dijo definitivamente al mundo que estaba destinado a ser uno de los dramaturgos decisivos de la moderna forma de entender la escena.

Antes de ese éxito y para costear sus estudios universitarios de periodismo en Michigan había trabajado en un almacén de repuestos de automóviles. En aquella universidad logró el Premio Avery Hopwood, el primero de los numerosos reconocimientos de su carrera. En 2002, tres años antes de morir, recogería en España el Príncipe de Asturias de las Letras.

Desde 1938, año en el que se traslada a Nueva York y sobrevive escribiendo guiones para la radio, hasta la fecha de su fallecimiento en Connecticut, el 10 de febrero de 2005, discurre una vida llena de recovecos. Miller era una celebridad en la que convivían muchos Arthur.

Dramaturgo y guionista

Era el dramaturgo que había estrenado en 1940 en Broadway, con apenas 28 años, Un hombre con mucha suerte, una comedia que sólo sería representada cuatro veces. El que en 1947 vio con Todos eran mis hijos su primera pieza con eco. El que dos años más tarde con La muerte de un viajante, dirigida por Elia Kazan y protagonizada por Lee J. Cobb y Mildred Dunnock, ganaría el Pulitzer, el Tony al mejor autor y el máximo reconocimiento del exclusivo Círculo de Críticos de Nueva York.

Después vendrían, entre otras obras de fuste, Las Brujas de Salem, en la que criticaba con valentía la caza de brujas del senador McCarthy; Recuerdo de los lunes, sentida evocación de su adolescencia durante el desastre de la Gran Depresión, Panorama desde el puente, su segundo Pulitzer y considerada por muchos su pieza más contundente; Incidente en Vichy, escrita tras su visita al campo de concentración de Mauthausen; y El precio o Broken Glass, estrenada en 1990.

Pero también estaba el Miller guionista de cine que en Vidas rebeldes (1961), el espléndido texto que dedicó a Marilyn Monroe y dirigió John Huston, trazó un desolado guion que los tiempos se han encargado de encumbrar. En la cinta intervenían también Montgomery Clift y Clark Gable. Ésta sería la última película de Marilyn y de Gable, fallecidos ambos poco después de concluido el rodaje.

Político

Próximo en su juventud a los planteamientos marxistas, con el tiempo su voz y posición fueron extremadamente críticos con esa ideología, lo que confirmó que Arthur Miller, que ejerció siempre un intenso activismo social y político, preservó en todo momento su independencia de pensamiento y ejerció sin desmayo la crítica social.

Presidente del International Pen Club, en 1969 sus obras fueron prohibidas en la Unión Soviética como consecuencia directa de su apoyo continuado a los escritores disidentes «purgados».

Antes ejerció una oposición muy significada a la Caza de brujas orquestada por el general McCarty y a la intervención norteamericana en Corea y Vietnam.

Repetidamente interrogado por el Comité de Actividades Antiamericanas se negó rotundamente a dar nombres, algo que sí hicieron Kazan, que fue uno de los que le delató, y Lee J. Coob. Este triste episodio le alejó de los que habían sido dos de sus grandes amigos.

Por su actitud fue duramente multado y pasó a engrosar la vergonzosa «lista negra» elaborada por los fanáticos perseguidores maccartianos. Finalmente su causa fue sobreseída por el tribunal de apelaciones aunque para la prensa conservadora siempre fue un autor «peligrosamente próximo al comunismo».

Los sentimientos

El plano de los sentimientos y de los afectos juega papel clave en su vida y es para algunos la referencia que marca su existencia. Alto, delgado y seductor, mujeriego confeso, Miller se casó en tres ocasiones. En 1940 lo hizo con su novia de la escuela, Mary Slattery, con la que tuvo dos hijos. Ese matrimonio duró 16 años.

El 29 de mayo de 1956, el mismo año de su primer divorcio, vuelve a casarse, esta vez con Marilyn Monroe, ya para entonces un auténtico icono sexual. La imagen de la pareja se convirtió en un referente de lo que el amor puede y arrastra. Sus gestos de complicidad, las miradas entregadas de la pareja significaban, a ojos del universo, la corporeización de la pasión. Eso duró cuatro años y medio, hasta 1961, en que afloró la tormentosa relación vivida y, definitivamente, rota.

En 1964 el escritor reflejó sus años de relación con Marilyn en la polémica Después de la caída, en la que el carácter de la protagonista, Maggie, es un claro trasunto de la personalidad autodestructiva de la actriz. El escritor recibió muy duras críticas acusado de «utilizar» a su ex.

Por último, con la fotógrafa Inge Morath, su compañera hasta el fallecimiento de ella en 2002, Miller vive desde 1962 su tercera unión. Con ella tuvo dos hijos, el segundo de los cuales nació con síndrome de Down y fue inmediatamente internado en una institución pública. El escritor jamás hablaba de este hijo y mostraba muy escaso interés por él. Solo lo reconoció en su testamento, haciéndole heredero a partes iguales con sus hermanos. Rebecca, la primogénita de este tercer matrimonio, está casada con el actor Daniel Day-Lewis.

Activo hasta el último de sus días, cuatro meses antes de morir estrena en el Goodman Theatre de Chicago Finishing the Picture, en la que vuelve a reflejar su relación con Marilyn durante el rodaje de Vidas rebeldes.

Mucho Miller. Muchos Arthur en un inmenso, irrepetible y centenario Miller.