Pero para ganas de regresar al edificio diseñado por Juan de Villanueva las que despierta el delicioso Cuaderno del Prado, dibujos, notas y apuntes de una ilustradora en el museo. Este entretenido, erudito y divertido recorrido que propone Ximena Maier por sus salas incluye, aparte de multitud de dibujos y acuarelas hechas in situ, consejos prácticos (La mejor manera de ver Goya, Cómo aprovechar dos horas en el museo…), reflexiones y listas curiosas (Cuadros que podrías colgar en tu casa, Los más guapos del museo…) y verdadera devoción por un espacio al que hay que visitar no porque toque o porque cumpla 200 años sino para disfrutar muchas veces de lo mejor que tenemos. Gusta más cuanto mejor lo conoces.
Los tebeos citados no se limitan a ilustrar la vida de un pintor o la historia de un cuadro porque sus autores no renuncian a su propia mirada y a su particular manera de hacer pese a que algunas sean obras de encargo, como fueron, por otra parte, muchos de los cuadros que cuelgan de los grandes museos. Hace tres años el Thyssen-Bornemisza contrató los servicios de Álvaro Ortiz para que dibujara la influencia que ejerció Caravaggio en un par de artistas del norte que deciden viajar a Roma. Dos holandeses en Nápoles se publicó coincidiendo con la exposición de 2016 Caravaggio y los pintores del norte, atrayendo por igual a los interesados por aquella muestra y a los seguidores del estilo trufado de humor de Ortiz.
El Museo Nacional repite estrategia y entrega, de la mano de la editorial Astiberri, una nueva novela gráfica, esta vez con motivo de la retrospectiva de la obra de Balthus, que puede visitarse hasta el 26 de mayo. Balthus y el conde de Rola lleva la firma de Tyto Alba (Badalona, 1975), que ya ha retratado en este formato momentos vitales de otros artistas como Frida Kahlo (La casa azul) Picasso (La vida. Una historia de Carles Casagemas y Pablo Picasso) o Fellini (Fellini en Roma).
El cómic consigue abrochar en medio centenar de páginas la vida, obra y pensamientos de un nonagenario. Balthasar Klossowski de Rola (1908-2001) fue capaz de cautivar a los mejores artistas de su tiempo pese a –o probablemente por– su desapego de las vanguardias; caso de Pablo Picasso que en una de las viñetas le suelta eso de “Balthus, eres el único pintor de tu generación que me interesa. Los demás quieren ser como Picasso, tú no”.
Alba dibuja con gusto las ciudades y casas del pintor y en sus páginas se van colando, bien traídos, algunos de sus lienzos más conocidos, como La calle, Niños, Joan Miró y su hija, El rey de los gatos, La habitación o La lección de guitarra. Se las apaña para no dejarse casi nada relevante de su larga biografía y así van desfilando por orden cronológico su pasión desde crío por los gatos, la tutoría que recibió de Rilke en su infancia, su amistad con Giacometti, la relación con su primera esposa y modelo Antoinette, su labor como director de la Academia Francesa en Roma, su historia de amor y matrimonio con Setsuko o el entusiasmo que despertaba entre estrellas del cine y la música, como David Bowie que consiguió entrevistar al gran solitario a mediados de los años noventa.
Más complejo resulta volcar sin romper el relato sus ideas sobre su pintura en general (“la pintura es una forma de oración, un camino para llegar a Dios”) y sobre el aspecto más controvertido de su trabajo, ése que aún hoy sigue resultando tan provocador como ayer, esas lolitas a las que en el cómic refiere como “niñas desvestidas que no responden a una visión erótica que me convertiría en un voyeur que exterioriza sus tendencias maniáticas… Para mí son imágenes angelicales y celestiales. Creer que en mis niñas hay un erotismo perverso es quedarse en el nivel material de las cosas. Es no entender nada de las languideces adolescentes, de su inocencia, e ignorar la verdad de la infancia”.
Perverso o no, lo que sí hay es mucho erotismo. En Una educación sensorial, el filósofo Rafael Argullol hace un repaso de los desnudos femeninos en la historia de la pintura desde Botticelli al mismo Balthus, al que considera “en muchos sentidos el pintor más genuinamente erótico del siglo XX. O, si se quiere, aquel que concilia con mayor maestría las grandes líneas de la pintura clásica con un tipo de mirada absolutamente moderna”.