Di Benedetto sostenía que, esencialmente, «el escritor es un periodista que no trabaja sobre el tema que sucedió hoy y hay que entregar esta noche para que se publique mañana. El escritor es un cronista; por momentos, redactor; por momentos, entrevistador. Es decir que varios aspectos de la profesión periodística están aglutinados en el escritor».
También se sentía y ejercía como periodista. De hecho, el 24 de marzo de 1976, día del golpe militar, fue detenido en las dependencias del diario Los Andes, de Mendoza, en el que trabajó durante más de tres décadas. Antes había colaborado en los modestos diarios La Semana y La Palabra y, desde 1941, como reportero en La Libertad.
A la redacción de Los Andes se había incorporado a los 23 años, en octubre de 1945, siendo nombrado secretario de redacción en 1965 y subdirector en 1968. Tras 17 meses y 10 días de prisión política, fue puesto en libertad pues no había contra él cargo alguno, salvo el de haber informado con rigor y veracidad.
Unos meses después viajó a su exilio europeo, desde donde colaboró ocasionalmente para los argentinos La Prensa, Clarín y La Nación, además de publicar en algunos medios europeos y de Hispanoamérica.
En 1984 regresó a su país y el 10 de octubre de 1986 murió en Buenos Aires, lejos de su ciudad natal y olvidado por muchos de aquellos que acompañaron sus largos años de vitalismo periodístico, un período que se extendió a lo largo de cuarenta y tres años.
En la obra periodística de Di Benedetto pueden recuperarse muchas huellas de su literatura y también algunos contextos que la hicieron posible. Pero, sobre todo, nos permite tener una idea más cabal de su “máquina de escritura”, cuya singular extrañeza comenzó a gestarse en la letra destinada a las rotativas. En definitiva, la compilación de los textos periodísticos que escribió desde comienzo de los años 40 hasta poco antes de su muerte, además de dar testimonio de un largo proyecto de escritura, reflejan su formación y sus preocupaciones estéticas, culturales y políticas.
Sus artículos se caracterizan por ciertos procedimientos observables también en su obra literaria: el fragmento, el recorte brusco, sin aviso ni concesiones; la elipsis, lo sugerido antes que lo explícito; las frases breves, la inteligente ironía, el laconismo; el montaje, el encuadre. Varios de sus procedimientos dialogan con el cine, con el cual Di Benedetto tuvo una convivencia estrecha.
Como escribe Liliana Reales en el prólogo del amplio volumen que nos ocupa: «En el lugar que Di Benedetto ocupó como periodista convergieron muchos de sus momentos más celebrados pero también muchos de los más dolorosos. El periodismo fue su territorio, su mirador, su puerta al mundo y su perseverancia».
«Conseguí ser periodista. Persevero», dejó escrito el propio Di Benedetto en su Autobiografía, como claro reflejo de su vocación, declaración de vida e intenciones.