Como apunta Oliván, Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830 – 1886) hizo de la escritura una habitación propia en la que perderse y encontrarse y en la que expresarse con un lenguaje innovador, libre y original. Nadie antes había hecho de su mente un espacio tan rico, tan ambiguo, tan lleno de dobles fondos. “Ella apostó por mirar el mundo desde una óptica sutil, a través de una bruma ardiente que intensifica la visión, de ahí el título de esta antología. Muchos de sus poemas discurren como faros encendidos en mitad de la niebla, que más que entregarnos la realidad de forma directa, la van desnudando, le van quitando velos. De modo que la mirada, al final, parece cuestión de magia”.
A lo largo de la introducción, el antólogo afirma que Dickinson sintió el espacio de su conciencia y de su sensibilidad como un misterio absoluto en el que se reflejaba el misterio de todas las cosas. “Resulta clave entender esa convicción íntima para comprender por qué en esta poesía lo enigmático arrastra tanta verdad y por qué nos emociona de raíz”.
Una ardiente bruma es el primer proyecto que Natalia Ranera realiza con la editorial tras recibir el Premio Internacional de Ilustración Edelvives 2021. Para esta antología ha creado ilustraciones muy llamativas que recurren al lenguaje simbólico. Además, actualiza la imagen de la poeta estadounidense, de la que hay muy pocos registros fotográficos.
De la mano de Oliván, profesor, poeta, traductor y experto en la obra de Dickinson, esta edición bilingüe recopila 88 poemas que proponen una serie de itinerarios destinados a comprender mejor el verso profundo de la autora a través de seis apartados.
El primero, La vida den los detalles, se centra en las pequeñas cosas y muestra la habilidad de la poetisa para abordar literariamente lo insignificante:
“Un pedazo de pan, un mendrugo, una miga,
una vasija, un poco de confianza,
pueden mantener viva cualquier alma”.
El amor es el eje de los poemas de Su propia compañía elige el alma:
“Corazón, ya verás, le olvidaremos.
Esta noche. Tú y yo.
Tú puedes olvidar su calidez,
yo olvidaré su luz”.
El dolor y la angustia gravitan sobre los textos de Este corazón tantas veces roto:
“Qué leve cosa el llanto,
que fugaz un suspiro
y, no obstante, por artes tan pequeñas
los hombres y mujeres nos morimos”.
Los contenidos en El rastro de la luz muestran sin subterfugios las luces y sombras de su sentir:
“Un temor huidizo, una pompa, una lágrima,
un despertarse en la mañana y ver
que aquello que nos hizo despertar
respira en otra aurora”.
Sobre poesía y poética versan los poemas que integran el apartado Y miramos más lejos:
“He de emplearte? preguntó el poeta
a la palabra que consideraba.
‘Colócate junto a las candidatas,
hasta que afine más’.
Buscó el poeta en la filología
y cuando estaba a punto de avisar
a la desestimada candidata,
sin nombrarla, ella vino”.
Y en Las puertas del enigma, el que cierra la antología, recoge aquellos que se asoman a la muerte, tema por el que Dickinson sentía fascinación y al que dedicó una parte importante de su obra:
“Si yo ya no viviese
cuando los petirrojos hayan vuelto,
al del pañuelo colorado echadle
migas, en mi memoria.
Que si yo no os doy las gracias
por estar tan dormida,
notaréis que lo intento
con labios de granito”.
La singularidad de la vida y obra de Emily Dickinson –que a pesar de habernos dejado casi dos millares de poemas, a lo largo de su existencia solo pudo ver publicados muy pocos y en revistas de baja tirada– la han convertido en una figura de culto que llega hasta nuestros días con incontestable vigencia.
Siguiendo las reflexiones del antólogo, sus poemas, llenos de interrogantes, abren puertas, crean dudas, sorpresa, confusión, dan cabida a la más fina ironía o a lo lúdico y constituyen una emotiva aventura para cualquier lector. Compruébenlo.
Emily Dickinson. Una ardiente bruma
Antología
Selección y versión de Lorenzo Oliván
Ilustrado por Natalia Ranera
Editorial Edelvives
176 páginas
26,90 euros