“Vine a la luz en este florido y espejeante Salto del Uruguay, hace un siglo, o ayer mismo, o mismo ahora, porque a cada instante estoy naciendo. Era por junio y por domingo y a mitad del día. Imagino el rostro pálido de mi madre, y más allá a los campos con la escarcha crecida –como mármol levísimo, lúcido, adecuado sólo para construir estatuas de ángeles– y con las telarañas cargadas de perlas, y las naranjas como bombas de oro…”.
Lo escribe Marisa di Giorgio en Señales mías, un ‘a modo de autobiografía’ que como el resto de su obra se constituye en un documento poético muy personal cargado de tono y voz inconfundibles.
Sin etiquetas
¿Prosa poética o poemas en prosa? ¿Cómo definir la sustancia de sus libros? Ella misma nunca acabó por decidirse; definirse. Para qué poner etiquetas a lo que una hace. Lo escrito, escrito está y no va a variar por el hecho de que lo cataloguemos de una u otra forma, apuntaba la propia Marosa.
“Aquella muchacha escribía poemas; los colocaba cerca de las hornacinas, de las tazas. Era cuando iban las nubes por las habitaciones, y siempre venía una grulla o un águila a tomar el té con mi madre.
Aquella muchacha escribía poemas enervantes y dulces, con gusto a durazno y a hueso y sangre de ave. Era en los viejos veranos de la casa, o en el otoño con las neblinas y los reyes…
Aquella muchacha escribía poemas; los colocaba cerca de las hornacinas, de las lámparas. A veces, entraban las nubes, el viento de abril, y se los llevaban; y allá en el aire ellos resplandecían; entonces, se amontonaban gozosos a leerlos, las mariposas y los santos”.
(Del libro Magnolia)
El pasado en el presente
El detalle perdido en un tiempo que lucha por rescatar. Lo vivido como elemento que se integra para dar forma y sentido a lo que se está viviendo en el presente. La autobiografía, el dato, el recuerdo real o inventado…
“A la hora en que los robles se cierran dulcemente, y estoy en el hogar junto a las abuelas, las madres, las otras mujeres; y ellas hablan de años remotos, de cosas que ya parecen de polvo; y me da miedo, y me parece que esa noche sí va a venir el labriego maldito, el asesino, el ladrón que nos va a despojar de todo, y huyo hacia el jardín…”.
(De Druida)
Italia en las raíces
“Poeta, actriz, pintora, nunca necesitó lápiz ni pinceles ni palabras. Amazona en un corcel blanco, que galopaba y galopaba, fue la única en cruzar soñando las líneas horizontales”.
Lo escribe Marosa di Giorgio con su estilo inconfundible. Como inconfundible fue su pasión por la Italia de la que provenían sus inmediatos antepasados cuyas raíces fue a buscar tras recibir el Premio Fraternidad.
“Yo miraba con mil ojos, todo me parecía sagrado, y creía que iba a divisar a la abuela Marianna, o al abuelo Doménico, avistando sus rebaños, al borde de la antigua casa familiar de piedra.
Llegué medio llorando a Florencia, Firenze, la bella. Era la hija remota que torna a la más profunda casa. Esa misma tarde partí en coche rumbo a Carrara, a Pontremoli, a Bagnone, a Lusana, Lusana, el nido de piedra donde nació papá. Una de las primera palabras que oí en mi vida: Lusana. Y ¡cómo se escondió!
Fue necesario cruzar la tarde de lluvia, montañas embrujadas, un país casi irreal, para dar con aquel promontorio, donde las casas, tal vez, ocho no más, y la iglesia, están enlazadas e inmóviles a través de los siglos”.
Edición imprescindible
Infinitamente menos conocida a este lado del océano de lo que la más esencial justicia literaria reclama, Marosa di Giorgio decidió reunir su obra poética bajo el titulo Papeles Salvajes. El libro fue inicialmente editado en Montevideo en los últimos años de la década de los ochenta.
En el año 2000, Adriana Hidalgo Editora publicó en Argentina una nueva edición en dos tomos agregando, en versión reducida, las Diamelas a Clementina Médici, una pieza mayor que permanecía inédita.
Con la presente edición, crítica y definitiva, se publica por primera vez, además del conjunto de los 14 poemarios de la autora, el texto íntegro de Diamelas… y su último libro Pasajes de un memorial al abuelo toscano Eugenio Médici, concluido meses antes de su fallecimiento.
Una síntesis biográfica y, bajo el epígrafe Señales mías y a modo de prólogo, una breve autobiografía de la escritora, completan esta imprescindible edición.
La obra poética de Marosa di Giorgio ha sido traducida al portugués, francés, inglés e italiano. Ha sido incluida en las principales antologías de poesía uruguaya y latinoamericana. Además de los poemarios publicó varios volúmenes de narrativa erótica, entre los que se cuentan Misales, Camino de las pedrerías y Reina Amelia.
El final
“Ayer conocí el nombre secreto de mi casa.
Era ya al atardecer, y todos paseaban, por la huerta, el jardín, la calleja, donde las coliflores levantaban sus hermosas puntas y tazas de plata. Ya ardía alguna estrella, algún cometa y su cabello fatídico.
Entonces, tomé la lámpara, la más pequeña, y fui, en puntas de pie, hasta el armario. Busqué el libro, sigilosamente, pasé hoja por hoja; hasta que todo empezó a temblar como si estuviera por llegar la muerte, y todo se quedó inmóvil como si ya hubiese llegado.
Y yo la vi, no la rosa encarnada que estás imaginando, ni rosa, ni amarilla, ni una efectista rosa negra. Sólo un pimpollo plano y claro, de pocos pétalos.
Parece de agua, una gema de mármol, parece un lirio.
La tarde caía como si fuera un siglo”.
(De Está en llamas el jardín natal)
Afectada de un carcinoma óseo desde 1993, Marosa di Giorgio murió en Montevideo el 17 de agosto de 2004, en casa de su hermana Nidia. Sus restos descansaron en el panteón de la Asociación de Empleados y Obreros Municipales del Cementerio Central de Salto hasta el 17 de agosto de 2007, tercer aniversario de su fallecimiento, cuando fue incinerada. Desde aquel día la urna con sus cenizas está ubicada en el panteón de la Sociedad Italiana de su ciudad natal, en un espacio contiguo a las tumbas de sus abuelos, de su padre y de Clementina Médici, su madre, a la que en el año 2000, ya muy enferma Marosa, había dedicado un conmovedor poemario que concluye con los siguientes versos:
“Yo me aferro a tus rodillas,
a tu cintura sacra,
de dónde me desprendí un día
para quedar entre tus manos blancas.
Y ahora ¿qué?.
Vuelve y vamos juntas
por la noche oscura
por la luz del alba.
Dirán: Ahí va una hija con su madre
y una madre con su hija,
hacia el nunca más. Hacia…”.
(De Diamelas a Clementina Médici)
Murió pero perdura, flota en el aire su ya indeleble forma de concebir y hacer carnal la poesía. Una obra de apariencia sencilla pero de profundísimas raíces, a veces sensual hasta el paroxismo, nostálgica hasta el dolor en otras, y entre plantas, pájaros, niños, lugares, seres familiares, sombras y luces, tocada siempre por el aliento de los grandes.
[1]Los papeles salvajes [2]
Marosa di Giorgio
Edición definitiva de la obra poética reunida
Adriana Hidalgo Editora
669 páginas