Al dar cuenta en hoyesarte.com de la concesión del premio recogemos los principales rasgos curriculares de una escritora que suele presentarse, así lo reflejan las notas que encabezan sus libros, con un sucinto: “Nació en Canadá. La enseñanza del griego antiguo es su sustento de vida”.
Como se ha repetido, su obra se fundamenta y se nutre de autores como Catulo, Safo, Píndaro y escritoras contemporáneas como Dickinson, Woolf y Simone Weil.
Para complementar la información sobre su obra, este Poemas para la vida va a centrarse en uno solo de sus libros: Tipos de agua. El Camino de Santiago, una obra especialmente querida por su autora.
Escrita en 1995, -editada en español en 2018 por Vaso Roto-, a raíz de su peregrinaje hacia la capital espiritual de Galicia, este largo ensayo estructurado en poemas en prosa es una suerte de diario en el que la escritora va anotando lo que del paisaje le parece notable.
Cribando, interiorizando lo que a su paso ve, el resultado es un volumen intenso y breve, lleno de inolvidables imágenes. Tipos de agua. El Camino de Santiago, se puntualizaba en su presentación, es la mirada del peregrino que camina observando dentro de sí… avanzando pues lo que se empieza, a pesar del dolor implícito del viaje, debe tener un fin, y ese fin en ella es Finisterre.
“No hay duda de que soy alguien que muere de hambre. No hay dudas de que emprendí este viaje para descubrir cuál es el apetito. Y lo veo libre de aquello, como si tan sólo hubiese cruzado al otro lado de un puente, veo que se ha liberado el deseo como un misterioso rayo de luz”, escribe en un momento del trayecto que Carson inició en Saint Jean Pied de Port y concluyó en el faro del fin del mundo. Ese trayecto del que rescatamos Finisterre, el poema en prosa que cierra el luminoso Tipos de agua. El Camino de Santiago, en traducción de Sara Cantú:
Hay una luz cenicienta y temerosa que cae en el fin del mundo. Hace que las fotografías sean lentas. Pero puedes ver el lugar incinerado y la hora inmensa. Los ojos buscan la costa. No hay viento. No hay sombras. Un evento plano se propaga como olas sobre toda la extensión del agua hacia la línea del horizonte. Quietos, como observadores, se quedan de pie, mirando, moviendo los labios. Comienzan a acercarse. Ahora exploran a mis espaldas, donde he caído al borde del agua, golpeteando ligeramente de un lado para otro con la fuerza de las olas. Ellos se agachan sobre mí. ¿Qué es lo que dicen? Quizás…no. Las palabras nunca sucedieron en mí.
Pero uno de ellos se agacha más cerca. El miedo me sacude. Como a veces sucede justo cuando estamos a punto de ser entregados. Tu acción es sencilla. Tomas mis patas y las cruzas sobre mi pecho: como una señal de que soy una que ha estado en la ciudad santa y ha probado sus aguas, sus tipos.
Los peregrinos eran personas que cargaban con poco.
Lo cargaban equilibrado en su corazón.
¡E ultreja e sus eja Deus adiuva nos!