De su libro Odas rescatamos esta Oda a mi hermana, una incondicional declaración de admiración y entrega:

Sé por qué dicen que el corazón está en

el corazón. Cuando piensas en la gente que quieres,

justo ahí se calienta. Quiero dar las gracias

a mi hermana por quererme, es quien me enseñó a querer.

No sé qué es lo que amaba de mí,

además de mi amor por ella  -quizá

es que era una copia suya, la mitad,

después tres cuartos, finalmente entera-. En las

fotografías, se la puede ver

con un ojo puesto en mí, yo era un poco salvaje

y decía tonterías, y ella soltaba una carcajada seria

de las suyas. Mi hermana sabía cosas,

a veces lo sabía todo,

como si hubiera nacido sabiendo. Y yo

no sabía nada, mi asombro venía

conmigo a donde quiera que fuese,

como si lo llevara en un cinturón de herramientas,

no entendía casi nada y me encantaba predicir, y me encantaba ir al

jardín y bailar con las flores, que bailaban

conmigo sin apenas mover sus piernas

verdes, como si hubiera una cajita de música

en mi cabeza. Y era mala,

pero no creo que mi hermana pensara que era mala

de verdad, era un poco como su pequeña

compañera, ni que necesitara

mi maldad para crear su bondad. Y era

preciosa, con una belleza moral, se deslizaba

por el pasillo como una reina

en una lancha en el Nilo, tenía el pelo negro y liso

y lo movía como una cascada oscura, como

si fuera sólo una cosa, como una falda de seda negra.

Era la humana. Yo aspiraba a ser ella.

Y ella se quedaba entre dios y yo.

Y su pelo era como el ala

de la noche, y en mi sueño lo sostenía

por encima de mí y me escondía. Por supuesto,

al llegar el día, si el dios te quería para algo,

ella te acogía. Creo que el dios hubiera sabido cómo

quitarme los rizos de la cabeza,

ella lo hubiera hecho. Y creo que no había nada que mi

hermana

me hubiera quitado. ¿Por qué

lo haría si tenía todo?

En nuestra habitación controlaba la puerta,

cerrada o abierta, y la luz,

apagada o encendida. Y si me hubiera

pasado algo, creo que mi hermana

no hubiera sabido quien era ella misma, pues yo era casi

tan esencial para ella como ella para mí.

Si le hubiera pasado algo a ella,

creo que no estaría viva hoy

y nadie me recordaría,

como si no hubiera existido.