Padre Libro

que anidas la mente

(único paraíso constatado

por nuestras cortas luces)

santificados sean tus mundos,

venga a nosotros tu esencia

(esa dulce materia que nos arrima

al sueño de saber que existimos).

Tu voluntad se cumpla

e ilustre los confines

de la tierra y el cielo

(que gracias a tu gloria

no conocen fronteras).

Danos, Padre Libro, perspectivas.

Concédenos que la curiosidad

no desfallezca

y algo nuevo

(un verso, una emoción, un sentir,

un creer, un pensamiento)

se nos descubra virgen cada día.

Perdona nuestras dudas

como también nosotros disculpamos

esta terca carencia de horizontes,

que germine en las almas, a veces de continuo,

tan grandes sinrazón y desvarío.

Padre Libro, sostennos.

No permitas que la oscuridad

de la ignorancia nos tiente,

amolde y acomode.

Líbranos del mal del fanatismo.

Enséñanos a ser fuertes y expectantes.

Curiosos. Lúcidos. Mejores.

Ábrenos tus páginas, Padre Libro,

muéstranos en ese corazón de papel

la huella indeleble de tus letras.

Que por siempre así sea.

Amén.