Hijo del periodista y diplomático Eduardo de Ory, destacado representante de la poesía modernista, Carlos Edmundo indagó desde muy pronto en caminos líricos nuevos. Tras su llegada a Madrid en 1942 puso en marcha el postismo, a través del que se instaba a llegar al interior de la realidad humana para expresarla sin depender de ningún tipo de dogmatismo o imposición, yendo contra los prejuicios y jugando con el lenguaje.
En 1951 inició una nueva etapa poética con la publicación del Manifiesto introrealista que proponía la creación de un arte que, a partir de misteriosos estados de conciencia, sacase a la luz la realidad más íntima, interna, del ser humano.
Tras su traslado a Francia en 1955 indagó nuevas formas de creación que fraguaron en 1968 en el Taller de Poesía Abierta, en el que la función poética era concebida como un ejercicio de creación colectiva.
También prosista, –entre sus novelas destaca Mephiboseph en Onou– , en 2001 recogió sus relatos en el volumen Cuentos sin hadas. Como él mismo apuntó a raíz de la publicación de su recopilación poética Música de lobo (2003), el conjunto de su obra gira en torno a dos temas: “Lo único que me fascina es el amor y el dolor. Como hombre, he de decir que todo se resume en eso, en el amor a los seres humanos afines a la naturaleza, a la música, a la poesía; y en el dolor… porque van pasando los años y cuando se llega a mi edad se lleva con gran peso una cartilla cada vez más amplia de muertos muy queridos”.
Pese a su larga residencia en Francia, Carlos Edmundo de Ory siempre se sintió íntimamente unido a su ciudad natal. En 2006 fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía, y el 6 de noviembre de 2007 dejó un mensaje en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes que no será desvelado hasta 2022.
Tras su fallecimiento en Picardía, su archivo, – .500 libros y 235 obras artísticas– fue donado por su familia a la fundación que en Cádiz lleva su nombre.
De su extensa obra rescatamos el poema Para Laurence que forma parte del singular volumen El desenterrador de vivos (2007), en el que, con prefacio de Francisco Nieva, confluyen poemas y collages del autor, dibujos de amigos, canciones de Luis Eduardo Aute y Fernando Polavieja y un documental de Álvaro Forqué.
“El país estaba dormido y queríamos despertarlo –comentó Ory en la presentación de la obra–. Esto tiene mucho que ver con el título de mi libro. Yo era un desenterrador de vivos. Intenté desenterrar vivos, pero esto es más difícil que resucitar muertos. Se puede estar muerto en vida”.
No quiero ser para ti un viento oscuro
No seas para mí un ciclón que pasa
Yo no soy más que un hombre tonto y puro
Sé para mí tan sólo el pan de casa
No quiero ser para ti pesadilla
Para mí no seas un sueño vano
Yo quiero darte mi almohada y mi silla
Dame a mí tu cabeza y tu mano.
Dame tus manos y dame tus pies
Dame de día y de noche tu boca
Yo te daré lo que ves y no ves
un alma profunda y una risa loca
Te diré quién soy y hacia dónde voy
Me dirás quién eres y hacia dónde vas
Soy un hombre como todos y aquí estoy
Mi camino es el amor y nada más.