Cumplidos los cuatro años y ya en Brooklyn, por entonces una pequeña población de poco más de cinco mil habitantes, Whitman asistió durante seis años a la escuela, siendo esta la única formación docente que recibió en su vida. Después, muy joven, iniciaría un periplo laboral que le llevaría a emplearse como aprendiz de imprenta. Allí inició su carrera como lector, como escritor y como periodista, fundamentalmente político, fundando con sólo 21 años el semanario Long Islander.
Tras un viaje a Nueva Orleans, donde durante un corto período trabajó en el periódico Crescent, regresó a Brooklyn para poner en marcha el Freeman, un diario que sólo salió un día pues un incendio destruyó el edificio que lo albergaba. Miembro del Partido Demócrata y harto de ser perseguido por sus ideas, en 1857 abandonó definitivamente el periodismo para trabajar como impresor y copista.
En 1855 financió él mismo la publicación de Hojas de hierba, que tuvo muy escaso eco. Pero de los muchos ejemplares que regaló uno cayó en manos de Ralph Waldo Emerson, ya importante figura de la escena literaria estadounidense, que elogió el poemario e hizo que Whitman, a pesar de su difícil situación económica y la nula repercusión de su poesía, siguiese escribiendo.
La crueldad de la Guerra de Secesión (1861-1865), en la que trabajó como enfermero, dejó profunda huella en el escritor. Concluida la contienda ocupó un cargo gubernamental al que tuvo que renunciar en 1873 víctima de una parálisis que no le impidió seguir enriqueciendo su poesía con los textos de Redobles tambor y la elegía a la muerte del presidente Lincoln.
«Quienquiera que seas, te seguiré desde este mismo instante. Mis palabras te cosquillearán los oídos, hasta que las entiendas». Dejó escrito.
En sus últimos años también escribió una prosa llena de interés, como los ensayos sobre naturaleza y los recogidos en Perspectivas democráticas (1871) y Días ejemplares (1882-1883). Whitman consideraba que “la literatura está llena de aromas”. La fe en el ser humano como individuo, el relato de sus propias experiencias, su tratamiento revolucionario del erotismo y la defensa firme de los valores universales de la democracia son rasgos esenciales de su poética. Su mensaje es clave: hay que vivir.
Adelantado a su época, no fue generalmente comprendido. Sólo una edición de su poesía completa tuvo una distribución aceptable, pese a lo que mantuvo el ánimo hasta el último de sus días en Camden, donde murió el 26 de marzo de 1892.
De su obra, que ejerció claro magisterio sobre poetas como Ezra Pound, William Carlos Williams, Wallace Stevens, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, García Lorca o Allen Ginsberg, rescatamos fragmentos traducidos por León Felipe de Una brizna de hierba, pertenecientes al poema 31 del Canto de mí mismo, fechado en 1955:
Creo que una hoja de
hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.
Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.
Quédate conmigo este día y
esta noche y poseerás el origen de todos los poemas.
Creo en ti alma mía, el otro que soy
no debe humillarse ante ti ni tú debes humillarte ante el otro.
Retoza conmigo sobre la hierba, quita el freno de tu garganta.