Con esa sonrisa le preguntó de sopetón: ¿Ya sabés por qué estás aquí?
– Porque ya no tengo trabajo -dijo Emilio.
Ambos soltaron una carcajada, como de tres segundos. O sea una carcajada de ja ja já… pero casi al unísono bajaron el tono porque sabían que el gerente estaba en la oficina de al lado, seguramente escuchando todo.
Julio empezó a soltar unos lagrimones que sorprendieron mucho a Emilio. Las risas cesaron y la inesperada sinceridad entre los dos amigos les entristeció momentáneamente. Emilio se dio cuenta de que ambos eran unos cínicos pero también habían aprendido, durante los cinco años previos, a ser grandes camaradas, es decir, compañeros de las más grandes juergas desenfrenadas y bromas y chistes y crueldades.
Emilio se sintió tremendamente sordo al cabo de unos pocos minutos. Era como si no escuchase la voz chillona de Julio explicando el finiquito laboral que recibiría. Lo veía y apenas podía creer lo que estaba pasando. Sintió una gran calma al poder finalmente dejar ese trabajo. Laura, su esposa, estaría de acuerdo, aunque a las dos semanas la casa fuera inhabitable.
– Yo sé que tu despido es injusto pero el gerente es quien ya no quiere que estés aquí, así que me dijo que te despidiera y te pagara lo que se te debe -dijo Julio mirándole a la cara.
– Vos no te ahueves compadre, de todos modos no me pierdo de ni mierda. Lo único que me ahueva a mí -dijo Emilio observando el cheque- es que con este dinero apenas me alcanza para vivir dos meses, dos meses Julio, dos meses de miseria después de trabajar aquí cinco años…
– Yo te voy a apoyar en todo para que consigas un trabajo en poco tiempo…
Julio sonaba sincero, aunque a ciencia cierta no podía hacer nada más que aferrarse a su propio empleo. Emilio también fue sincero cuando le dijo a Julio que no podía hacer nada, nada.
Un sujeto alto y delgado, la cabeza afeitada y con la barba recortada en candado, bajó las gradas y se despidió de Alfredo, el viejo jefe de la tienda, el bonachón Alfredo que, con su voz de locutor de los años 60, hacía pedidos a China y a Estados Unidos desde su modesta oficina. Besó a Claudia, la secretaria de ventas, sí, Claudia Rosales, aquel bombón insaciable que se comió a todos en esa oficina más de una vez, con excepción de Isaías, el adusto gerente insípido, el que sin ninguna causa justificable decidió echarle, como a todos.
“Adiós Emilio”. La voz de Claudia fue lo último que escuchó. Se montó en su Apolo 406, dio una mirada en derredor y salió disparado como un bólido hasta el cinturón de Kuiper.
Más sobre el Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz
El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocan la primera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’, dotado con 3.000 euros.
El certamen se desarrolla en una fase previa y otra final. Durante la previa, el viernes de cada semana, el Comité de Lectura selecciona el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha, publicándose el lunes siguiente en hoyesarte.com. Este es el caso del cuento Apolo 406.
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