Las tres ediciones anteriores del Premio, en las que participaron 3.643 autores de 40 países, que presentaron 4.705 relatos, han puesto de manifiesto la buena salud de la que goza el cuento escrito en lengua española.
Con el objetivo de seguir promoviendo y difundiendo esta modalidad narrativa, nuestro diario, con la colaboración de Arráez Editores [1] y de la marca de comunicación Alabra [2], pone en marcha ahora la cuarta edición de este certamen que pretende, en suma, reconocer la dedicación, el esfuerzo y el buen hacer de quienes se deciden a poner en práctica el arte de la literatura con las dos caras de su jánica condición: el oficio de la escritura y el hábito de la lectura.
Además se quiere rendir un merecido homenaje a la figura del maestro, cuyo papel es imprescindible en la iniciación a la lectura, antesala de la escritura, en las edades más tempranas de la vida.
Los trabajos, de tema libre, deben estar escritos en lengua española, ser originales e inéditos, y tener una extensión mínima de 250 palabras y máxima de 1.500 palabras. Podrán concurrir todos los autores, profesionales o aficionados a la escritura que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad y lugar de residencia. Cada concursante podrá presentar al certamen una única obra.
El premio consta de una fase previa y una final. Durante la previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará uno o más relatos que, a juicio de sus miembros, merezca pasar a la fase final entre todos los enviados hasta esa fecha. Los relatos seleccionados se irán publicando periódicamente en hoyesarte.com. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas y publicadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer premio y de los dos accésits.
Fechas clave
Apertura de admisión de originales: 30 de octubre de 2023
Cierre: 15 de mayo de 2024
Fallo: 31 de agosto de 2024
Ceremonia de entrega: Último trimestre de 2024
Francisco González Ruiz
El nombre de Francisco González Ruiz (Turre, 1903 – 1970) sirve para nombrar a uno, y también a tantos, de los maestros que han desarrollado su vida profesional de forma silenciosa, pero apoyándose en tres sólidos pilares: la vocación, el entusiasmo y el altruismo. Durante los años cuarenta, cincuenta y sesenta del pasado siglo ejerció como maestro en distintos pueblos de la provincia de Almería, Bédar, Mojácar y, sobre todo, en su pueblo, Turre.
Su labor docente, tan callada como eficaz, permitió reducir considerablemente la elevada tasa de abandonos de la escuela de la época; su magisterio fuera del horario escolar hizo posible que un buen número de niños del Levante almeriense pudiera realizar el bachillerato y acceder a estudios medios y superiores que, de otra manera, les hubieran resultado imposibles, y, quizás, lo más importante de todo: supo abrir la mente a sus alumnos para que alimentaran los yullanares de su inteligencia y dieran los mejores frutos.
En su figura se encarna, pues, el paradigma del buen maestro, aquel que, según dice el viejo refrán castellano, “ha de ser fuente de ejemplo y saber”, el que consigue transmitir valores incluso sin siquiera mencionarlos, según dejó escrito John Passmore.
De este hombre de sombra algarrobada, fresca y ancha puede decirse lo que Santiago Ramón y Cajal afirmaba de su progenitor y de lo que Sócrates blasonaba de sí mismo: que era “excelente comadrón de inteligencias”. Y es que siempre buscó sugerir, más que instruir; abrir el apetito de aprender, más que atragantar de enseñanza; ofrecer la levadura con la que hacer el propio pan, más que dar un pan cocido por otros.