Desde que llegué a Irlanda su figura me persigue por cada una de las calles y al doblar las esquinas de la ciudad, sus estatuas, fotos y libros me miran desde todos los escaparates. No puedo escapar a su influencia.
Por eso ahora quiero plantear la perspectiva de un relato sobre él. ¿Mi perspectiva sobre su vida o bien escribir imaginando que soy él? ¿Mi versión de los hechos o la suya? Mientras decido sigo pensando en ello por los lugares comunes que compartimos él y yo, el único lazo que a través del tiempo nos une.
He venido a buscar la musa, tal vez la misma que a él inspiraba, a la playa de Bray en este día soleado, en vez del gris y lluvioso que imaginaba para conseguir una mejor ambientación, aunque seguro que James paseó por aquí los días de sol también.
¿Escribir como yo quiero o cómo él lo haría?
Escribir como sea. Escribir, escribir y sacármelo de la cabeza.
Tal vez debería intentar emborracharme y garabatear el relato desde la misma nube blanca y algodonosa de alcohol que enturbiaba su cabeza pero no puedo acostumbrarme al gusto de la cerveza negra, tan pastosa y pesada como una ciruela pasa.
Prefiero tener la cabeza despejada y mirar al mar, a ese mar que él contemplaba todos los días en sus paseos. Y entonces miro mis pies y pienso que están donde alguna vez sus pies se detuvieron, que tal vez contemplo lo mismo que él observaba mientras…
…paseaba por la marina cerca del malecón donde tantas veces jugó de pequeño; ese paseo al que se llegaba dejando atrás las casas de colores de la primera línea de playa, con sus porches llenos de palmeras y enanos de jardín.
Ahora como adulto se fijaba más en el mar que en la gente. Ese turbio mar de esta mañana gris que golpeaba insistentemente sobre las rocas. Mierda de resaca. No volvería a beber una pinta nunca más.
Solo quería sentarse en un banco de madera a dejarse adormecer por el suave murmullo que las olas traían a la orilla, donde un perro recuperaba el palo que su dueño acababa de lanzarle.
Decidió cambiar de banco y caminar para alejarse de allí, no le gustaban los perros. Joder, no me fío de esas bestias.
Sus pasos le llevaron al final de la playa y se entretuvo buscando en la arena algún cristal pulido por el mar, para su colección.
Después se sentó en las rocas y se dispuso a pensar en su próximo libro, en la historia, pero sobre todo en la forma de contarlo. Le hastiaba que la literatura fuese tan encorsetada y predecible a la hora de presentar la narración.
Trabajaba en una idea que intuía revolucionaría la literatura y que consistía en escribir desde la cabeza del narrador, pero, ¿cómo puedo escribir lo que ahora pienso sin que parezca que lo estoy escribiendo a propósito? ¿Ordenada y pulcramente en vez de la forma caótica en que uno piensa? Necesitaba seguir pensando en ello.
Decidió emprender el camino de vuelta a casa, en busca de un té que le ayudase a despejar su cabeza antes de sentarse a escribir, cuando se cruzó con una pareja formada por una guapa chica pelirroja y un chico alto y fornido.
Debió de ser la resaca la que tomó las riendas de su cabeza y su boca porque el piropo que se le escapó estuvo fuera de lugar. Lo supo enseguida. De la misma manera que intuyó que el acompañante de la chica no iba a dejar pasar la oportunidad de reprocharle su lenguaje. Con todo detalle.
Sentía los puños del joven empujar en su estómago las tostadas del ligero desayuno que había conseguido comerse esta mañana para calmar las ganas de vomitar que ahora luchaba por contener. Como me dé otra vez en el estómago le voy a echar la papilla encima, joder…
…pero se puede saber qué demonios he hecho yo para ay que joder me ha vuelto a dar en las costillas yo creo que me la ha roto porque no puede ser no me merezco ay esto solo quería decir que la chica me parecía guapa pero no es para tanto como para vaya ahora arena en la boca gusto a sal para hacerme vomitar seguro vaya mierda de paseo que hoy tienes que ay limpiar ay el ay traje joder antes de volver a casa porque si no madre va decir que soy un descuidado y estoy echando a perder mi vida yo solo quería salir a pasear para despejar mi cabeza para poder escribir un poco esta tarde.
…escribir.
Escribir.
Más sobre el Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz
El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocan la primera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’, dotado con 3.000 euros.
El certamen se desarrolla en una fase previa y otra final. Durante la previa, el viernes de cada semana, el Comité de Lectura selecciona el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha, publicándose el lunes siguiente en hoyesarte.com. Este es el caso de Dublinés, cuadragésimo quinto cuento seleccionado.
¿Quiere saber más sobre el Premio y los otros seleccionados [1]?