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El último don

Gracias a Dios he seguido los caminos de mi madre y no me he descarriado, no me imagino si eso llegara a pasarme. Por nada en el mundo quisiera irme al infierno. Quemarme en las llamas eternas por el fin de mis días como lo dice el padrecito Damián. No, eso nunca. Aunque no tengo casi carne, y lo único que me ha crecido es la panza en los últimos meses; no imagino cómo me veré en el infierno.

Lo mejor de salvar a hombres poseídos es que ellos muy agradecidos me dan algo de dinero. No es mucho ni poco. Pero gracias a Diosito puedo darle el dinero a mi tío para que él disponga a su gusto. Yo a mi tío lo quiero un montón. Él es un santo. Mi madre cuando estaba viva no lo quería ni poquito y nunca me dejaba a solas con él, pero después de su muerte él ha hecho un muy buen trabajo. Me ha guiado por el camino de la verdad y la vida. Como él me dijo la noche en que me leyó la divina palabra “Yo te daré la luz, hija mía”. No entiendo mucho eso de la luz, pero estoy segura que él me quiere como su hija. A veces él llega muy mareado a la casa porque el diablo lo posee. Así que me golpea y yo lo salvo.

Mi tío también me salvó. Me sacó de la escuela, unos días después de que mi madre se fuera con Diosito. Y sí que me hizo un bien, porque yo era demasiado grande. Los niños me daban un mal trato, me tiraban lápices y borradores en la cara, también me pegaban cocoteros. Así que la mayor parte del tiempo la pasaba en un rinconcito de la escuela. Un día unas niñas me invitaron a jugar a la rayuela, pero en vez de tirar la piedra a los números me la tiraron a mí, eso me causó mucha sangre en mi cabeza. La vida escolar no fue muy divertida. Constantemente se reían de mí, porque me picaba mucho la cabeza y me decían piojosa. En la noche, cuando mi madre me peinaba se caían unos animalitos de mi cabeza. A mí me gustaba tomarlos en mis manos, echármelos a la boca y sentir el sabor salado que tenían. Ni tratar mal a las personas y ni comer piojos es de Dios, por eso digo que los niños son del diablo, pero él nos perdona todito, por ejemplo, a mí me ha dado este gran don.

En algunas ocasiones no me disgusta que los exorcizados sean tan violentos conmigo. Llegan oliendo a sudor y cigarrillo, algunos huelen a vómito cuando hablan, pero como mi tío dice, “recuerda que a Jesucristo lo condenaron por el perdón de nuestros pecados. Lo azotaron, escupieron y crucificaron. Así que nada es fácil, hijita”. Yo trato de hacer mi mejor trabajo, por eso cuando hay un hombre que me pega, lo soporto sin botar una lágrima, porque entiendo que uno debe sufrir para pagar los pecados de los demás, así como nuestro señor.

Mi tío me enseñó a cobrar por lo que hago, porque necesitamos comer y pagar el arriendo. Así que todo es según el tiempo que dura la sesión. Si dura cinco minutos son 10 pesos, si dura de cinco a diez minutos son 15 pesos y si dura de diez a quince minutos son 20 pesos, pero sólo un hombre ha llegado a los 14 minutos.

No me gusta tener sesiones con hombres de color, ni con gordos, pero tengo que salvarlos. Los unos tienen un demonio muy grande y los otros lo tienen muy pequeño, eso hace que las sesiones sean más difíciles, en especial con los gordos.

Estoy parada acá y no ha llegado nadie, temo que hoy no salvaré ninguna alma y no le llevaré dinero a mi tío.

Recuerdo la noche en que mi tío me enseñó a salvar a los hombres. Yo estaba en mi cama y me dijo que me iba a leer un fragmento de la biblia que le sucedió a Alivech, una joven ansiosa de servirle a Dios, y un monje “con deseo de ayudarla”. Luego de leerme el pasaje bíblico, mi tío se abalanzó sobre mí y me dijo que mi madre pudo tener los poderes de Alivech; también me dijo: “Yo te daré la luz, hija mía”; que era su deber hacer eso conmigo. Así que me quitó la ropa con mucha fuerza e hice mi primer exorcismo. Me dolió mucho, porque mi tío dijo que había que abrir la puerta delantera y trasera; que todo era para el perdón de los pecados. Esa noche no pude dormir por el ardor de las dos puertas, pero luego todo fue pasando cuando hacía más sesiones con los conocidos de mi tío. Todo se lo debo a mi tío y a Diosito.

Ahí viene un poseído tambaleándose que necesita de mi ayuda.

Más sobre el II Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocaron la segunda edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, dotado con 4.000 euros y cuyo plazo de presentación de relatos concluye el 7 de julio de 2021.

Durante la fase previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha. El relato seleccionado se publicará posteriormente en hoyesarte.com. Este procedimiento se repetirá cada semana, durante las 27 semanas (tantas como las letras del abecedario de la lengua española) comprendidas entre el 2 de enero de 2021 y el 7 de julio de 2021. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.

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Fechas clave

Apertura de admisión de originales: 2 de enero de 2021

Cierre: 7 de julio de 2021

Fallo: 6 de agosto de 2021

Acto de entrega: 21 de agosto de 2021