Porque siempre es así: vivo dibujando el mundo en los márgenes de las agendas, en los espacios libres de los diarios, en el reverso de la lista del supermercado y en todo caprichoso espacio que me tiente la palma de la mano, que me pida a gritos que lo garabatee haciéndole un arbolito, un pájaro triste o una mujer fatalmente desnuda. Pero cuando es por obligación… Lo intento, Dios sabe que lo intento, que me visto, que vengo predispuesto, que un rato antes de llegar pienso con qué idea voy a zafar del asunto; pero todo termina así, como en este instante en que el blanco maldito de la hoja virgen me muerde los ojos, me paraliza los dedos, me barre las ideas antes de que nazcan.
Sé que no voy a poder y que, como siempre, me va a ser tan difícil explicarle a Mariana lo que me pasa en estas ocasiones. Si ya de novios me dibujabas unas florcitas hermosas. Si te anotaste en la carrera porque a vos te gusta, nadie te obligó. Si en el trabajo tantas veces tuviste problemas por estar jugueteando con el lapicito. Y yo que tengo ganas de decirle que una cosa es vivir y otra es sobrevivir, que es distinto trazar líneas por antojo a atarse a un pupitre mientras tres tipos esperan que entregues para ver lo que hiciste y opinar que sos un desastre, que cualquiera hoy en día cree que tiene talento, que así anda el mundo, que mejor se hubiera puesto una rotisería.
Tres tipos, sí. Bah, una mujer y dos hombres. Ella no es fea diré, no es joven pero no es fea. Se cruza de piernas y la pollera azul se le sube apenas arriba de la rodilla; se lleva la taza de café a la boca y apenas sorbe y después sonríe porque el tipo de al lado le dice algo, algo… capaz que hablan de mí y de mis ojos, mis ojos que quisieran ver un poco más de esos muslos, o de mis manos quietas que no dibujan, que intentan pero que no dibujan, mientras, por la ventana del aula, el aire se desangra en el silbato impiadoso de un churrero que seguramente cruza el parque, sí, montado en su bicicleta cruza el parque y los chicos lo rodean y la brisa arruga la cara azul del lago artificial y con eso tal vez yo podría… imaginando eso yo podría… Pero no, es lo de siempre, estoy sentado y falta poco, falta muy poco para que el tiempo se termine y una vez más entregue una hoja en blanco, y me angustie y vuelva a casa y Mariana con su qué ejemplo le das a la nena.
Ya dije que son tres los que examinan: dos hombres y una mujer; una mujer cuyas piernas me resultan más deseables cada segundo que pasa, como detestable me parece el tipo que tiene al lado y que sigue hablándole, sigue hablándole acaso de mí, mientras ella vuelve a sonreírle y a ensayar otro sorbo en esa taza de la que ahora se desprende una gotita negra que se resbala por su comisura hasta que la lengua la secuestra y afuera el silbato del churrero insiste en un eco que clava sus sonoras uñas en el alto sol del mediodía, en las bocas de los chicos que corren nuevamente, en los brazos negros de los árboles que copulan el cielo, y tal vez yo con esa imagen en la cabeza y un poco de esfuerzo yo podría…
Pero no; la hoja está blanca, la hoja sigue siendo blanca, y se burla en silencio, y hay tres tipos, ya lo dije, tres tipos: una mujer y dos hombres; una mujer que ya no toma café, un hombre que ya no habla de mí, y otro que camina, que camina por el aula disimuladamente, pero yo sé que me mira, que me mira y piensa estás acabado, ya no hay tiempo, tus manos están quietas, tu hoja está en blanco y vos estás acabado. Sé que odia, no me había fijado en él hasta ahora, pero sé que odia, no sé si a mí, pero sé que hay odio en sus ojos. Ya no quiero saber de los otros dos, ni de la mujer con los muslos cada vez más desnudos ni del otro que ya no dice nada. Sólo sé que éste me mira y piensa en mí y tiene odio, que mira por la ventana y tiene odio, que mira la hora y tiene odio, un odio terrible. Que quizá fue ayer, sí, ayer cuando nació ese odio, cuando caminó por las veredas húmedas, entre lágrimas de ropa sucia, caminó, caminó hasta su casa, cansado, harto de idiotas que no dibujan, deseoso de un trago, de un diario, de una caricia premeditada de esposa modelo y quiso llamarla por su nombre y entonces la oyó… tras la puerta de la habitación la oyó gemir entre otras manos, anudarse entre otros brazos, gozar ante otra lengua. Y entonces buscó en su bolsillo y sintió el patético frío de un cortaplumas entre sus dedos transpirados y abrió la puerta y, sin detenerse a observar lo que ya sabía, se abalanzó y lo hizo, sí, como un asesino impiadoso destrozó esos cuerpos que gritaron hasta desangrarse como un crepúsculo que se destiñe.
¡Entreguen! El grito del tipo ha retumbado en el aula y con estupor veo que mi hoja ya no está blanca, que por primera vez no está blanca: he dibujado en ella dos cadáveres mutilados. Me espanta lo que he hecho; me gustaría decir que no, que no quiero entregarlo, quisiera mirar a los otros dos y pedirles un rato más, sólo un rato más para romper lo que he dibujado y probar con otra cosa. Pero el supuesto asesino pasa a mi lado y recoge mi dibujo y lo mira, yo tiemblo pensando que él ahora sabe que yo lo sé, pero lo mira, sin decir nada lo mira y yo salgo del aula. Respiro hondamente, intento que mi corazón se calme. Está todo bien, me digo, es sólo mi imaginación, ni sé quién es ese tipo, es sólo mi fantasiosa imaginación, tengo que estar contento porque esta vez dibujé algo, algo, y quizá me aprueben, y entonces podré contarle a Mariana. Eso es lo que quiero: contarle a Mariana, por eso camino por las veredas húmedas, entre lágrimas de ropa sucia, deseoso de un trago, de un diario, de una caricia premeditada de esposa modelo, por eso entro a mi casa y quiero llamarla, pero la oigo… la oigo, tras la puerta de la habitación, gemir entre otras manos, anudarse entre otros brazos, gozar ante otra lengua. Es entonces cuando lo sé…, sí, sé que mis dedos transpirados irán a mi bolsillo a sentir el patético frío de un cortaplumas.
Más sobre el II Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz
El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocaron la segunda edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, dotado con 4.000 euros y cuyo plazo de presentación de relatos concluye el 7 de julio de 2021.
Durante la fase previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha. El relato seleccionado se publicará posteriormente en hoyesarte.com. Este procedimiento se repetirá cada semana, durante las 27 semanas (tantas como las letras del abecedario de la lengua española) comprendidas entre el 2 de enero de 2021 y el 7 de julio de 2021. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.
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Fechas clave
Apertura de admisión de originales: 2 de enero de 2021
Cierre: 7 de julio de 2021
Fallo: 6 de agosto de 2021
Acto de entrega: 21 de agosto de 2021