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La auditoría

El despertador marca las ocho y diez y comienza a sonar. Jaime lo apaga y se sienta al borde de la cama. Su mujer está tumbada junto a él. Tiene los ojos abiertos. ¿A qué se debe que la empresa haya registrado sus peores números desde que usted es el encargado de finanzas?

Se mete en la ducha. El año pasado tuvimos un problema en el sistema de control del gasto. Se enjabona y luego al notar que está demasiado estresado decide masturbarse. Fue un problema informático y echamos al departamento entero. Sale de la ducha y se seca. El nuevo sistema es el mejor del mercado.

-¿Cómo dices amor?

Coge una de las camisas del armario. La plancha concienzudamente, sobre todo por encima de las iniciales J.G. Así es el trapo así es el trato. Pela una naranja mientras escucha en la radio una voz nasal dar el parte meteorológico. Detesta ese olor, le recuerda al del camión de la basura cuando pasa delante de los bares haciendo la ronda nocturna. Abre la ventana, llueve y hace calor. Hemos aplicado las medidas correctivas necesarias y no se volverá a repetir. ¿Cómo puede garantizar eso? Se pone la camisa, se ata los zapatos. Invéntate algo joder.

-Que vaya bien la auditoría amor.

Sale a la calle y bordea el lago hasta la parada del autobús. Hay charcos de agua sucia, paraguas e impermeables negros. Gotas de lluvia entran por el cuello de su camisa. Hemos desarrollado un nuevo protocolo de autorización de gastos. La gota resbala fría por su columna vertebral. Sube al autobús que huele a bar. La camisa se pega a algunas partes de su cuerpo que arden. Delante de él un pasajero mira un vídeo de consejos de maquillaje. Otro mira un vídeo de alguien mirando un vídeo. ¿Y en qué consiste este nuevo protocolo? Él ahora tiene ganas de cagar y se pregunta si ha desenchufado la plancha antes de salir de casa.

Llega a la oficina con la camisa arrugada y empapada. En la sala de reunión le esperan los auditores y su jefe. Es gordo, grande y por su forma de andar Jaime siempre tiene la impresión de que sus ingles están bañadas en sudor.

Ojalá que su mujer sí haya desenchufado la plancha. Los dos auditores comienzan a hacer preguntas. Miente. Miente todo lo que puede y a veces sonríe. Su jefe es el que mejor miente. Él, en vez de sonreír, alterna sus mentiras con una mirada de compasión, como si estuviera diciéndole a los auditores: “siento mucho que tengáis este trabajo de mierda, de verdad que lo siento”. Uno de ellos parece haberla tomado con Jaime, y con cada respuesta que recibe de él, entorna los ojos, como si le estuviera atrapando en un renuncio o justo le hubiera escuchado una flatulencia. La sala no tiene ventanas, pero Jaime oye la lluvia caer con fuerza.

-Señor Gutiérrez, ¿qué hizo usted para solucionar el problema?

En ese momento es cuando el agua comienza a entrar por el techo y a filtrarse a través de la moqueta del suelo. Sus pies, luego sus rodillas están sumergidas bajo el agua, pero siguen ahí sentados, mirándose las caras, como si fueran parientes lejanos esperando unos cafés en una boda o las cenizas de alguien. Jaime tiene ganas de decirles, “venga chicos, vámonos de aquí. Si total a nadie le importa nada de esto y estamos pasándolo mal por pasarlo mal. Además, mirad, el barco ya se está hundiendo. ¿Por qué no vamos al lago a darnos un baño? He escuchado en el parte meteorológico que el tiempo mejora por la tarde”.

-Activar el protocolo de emergencia.

Todos le miran como si acabara de hacer un truco de magia obvio pero que por alguna absurda razón se les escapara. La reunión acaba. Están empapados. Se dan las manos. Buen trabajo chicos.

Sale de la sala de reunión y abandona el edificio. Coge el bus. A esa hora solo viajan chavales haciendo novillos y gente que viste con harapos y bebe cerveza. Ha comenzado a despejarse. En realidad, por la luz que cae del cielo, de entre las nubes, sería imposible decir si amanece o anochece. Baja del bus y bordea el lago. Anda hasta un pequeño parque cuyo césped acaba dentro del agua. Ahí es donde le dijo por primera vez a su mujer “te quiero”. Se quita la camisa y se tira al agua.

Más sobre el Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocan la primera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’, dotado con 3.000 euros.

El certamen se desarrolla en una fase previa y otra final. Durante la previa, el viernes de cada semana, el Comité de Lectura selecciona el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha, publicándose el lunes siguiente en hoyesarte.com. Como este La auditoría, sexagésimo noveno cuento seleccionado.

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