El abuelo-chofer cumplía la orden de esa nieta tiránica, que era yo, a mis diez años. Salíamos del Puerto para la zona de los caserones, incluso si teníamos que ir para cualquier otro lado. El paisaje cambiaba. Los jardines y casas de revista se imponían. Pero las construcciones modernas de los 90 no me importaban. Siempre me parecieron un horror. Sin carácter.
Cuando nos acercábamos a destino le pedía a mi abuelo que fuera más despacio.
– ¡Ahí está mi casa!
La mole de ladrillos se escondía tras el cerco vivo. Mi abuelo estaba obligado a dar toda la vuelta a la manzana, que era el espacio que ocupaba el parque de la casa. Mi futuro imaginario recorría esos cientos de metros cuadrados. Desde la ventana del primer piso yo podía ver los árboles y el césped tipo inglés, encendía el fuego de alguna de las chimeneas (¡qué cosa tan exótica eran las chimeneas para una nena que vivía en un departamento!), jugaba con los pececitos que había en la fuente coronada por un sátiro que tocaba la flauta, le daba indicaciones al casero que vivía en la casita más chica, sacaba mi auto del garaje de doble puerta, le daba de comer a los pájaros que vivían en el palomar de la esquina noroeste.
En mi adolescencia, a bordo del Peugeot 504 (digno sucesor del Falcon), la vi con el cartel de “en venta”. Algunas tejas estaban desparramadas por el piso y el ligustrín crecía salvaje y desprolijo. A pesar de estos reveses cosméticos, no había perdido su hermosura. Pero ya no era la niña que creía sin duda alguna que esa casa sería mía. Mis sueños de ser su dueña se desdibujaban entre los recovecos inexorables del dinero y del poder. Ambos eran demasiado ajenos a las condiciones que rodeaban mi nacimiento.
La muerte de mis abuelos dictaminó el fin de los viajes a Mar del Plata y de los recorridos por el exterior de la casa, de mi casa.
Seis números cambiaron nuestras vidas. Vino mi marido con la inesperada noticia de que ese cartoncito azaroso nos había hecho ganar el pozo acumulado de la quiniela. Entre todos los planes que abruptamente se iban a hacer realidad la mencioné. A ella.
Fuimos a Mar del Plata. Después de años sin visitarla, la ciudad no era la misma que la de mis recuerdos. Los negocios del Puerto a los que iba con mi abuelo (lo de don Piperno, que siempre nos regalaba alguna chuchería para Navidad, o la granja Tío Juan, donde todos conocían y saludaban a mis abuelos) ya no existían. Pero estaba decidida a esquivar la tristeza. Con el auto (esta vez manejando yo) hicimos el recorrido que conocía de memoria. Como una canción que no escuchas hace años pero que de repente suena en la radio y la cantas, sin olvidarte de la letra. De nuevo, el cambio de barrio era notorio. Aparecieron los árboles verdes y las casas rectangulares y lujosas, pero a mis ojos feas, monstruosas.
Me acercaba a ella. Mi corazón saltaba, se quería escapar e ir metros por delante del auto.
Pero nada.
Construcciones modernas. Y nada más.
No había mole de ladrillos, ni ligustrín, ni fuente con peces, ni palomar, ni parque, ni chimenea.
Tenía millones de pesos en la cuenta bancaria, pero mi casa no existía más. Había sucumbido a mi mayor temor: el destino típico de caserón heredado y demasiado costoso para mantener. Vendida al mejor postor y tirada abajo.
Adentro de mi auto lloré como no lo había hecho en años.
Ella no me había esperado.
Más sobre el II Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz
El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocaron la segunda edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, dotado con 4.000 euros y cuyo plazo de presentación de relatos concluye el 7 de julio de 2021.
Durante la fase previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha. El relato seleccionado se publicará posteriormente en hoyesarte.com. Este procedimiento se repetirá cada semana, durante las 27 semanas (tantas como las letras del abecedario de la lengua española) comprendidas entre el 2 de enero de 2021 y el 7 de julio de 2021. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.
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Fechas clave
Apertura de admisión de originales: 2 de enero de 2021
Cierre: 7 de julio de 2021
Fallo: 6 de agosto de 2021
Acto de entrega: 21 de agosto de 2021