Durante un minuto miró fijamente la piedra que sellaba el sepulcro. Todo permaneció intacto. No hubo respuesta o movimiento alguno, ni siquiera un tremor breve. Se acercó a ella. Trató de moverla con la fuerza de sus brazos, con su potestad de hombre. Fue inútil. Intentó de nuevo y la inmovilidad de la roca venció otra vez. Entonces empezó a chocar una piedrecita blanca contra la tapa del sepulcro. No buscaba una proeza davídica, sino la ayuda de alguien en el exterior. Estaba dispuesto a hacer cumplir la Escritura, pero también fue inútil, nadie lo socorrió. Clamó la ayuda del Padre; lo hizo primero gritando una y otra vez, con fe ciega, y luego murmurando ‘¿lama sabactani?’, al recordar el primer abandono, hasta caer vencido, entre lágrimas, mocos e hilos de saliva cayéndole al pecho. Postrado sobre la tierra seca, dudó de su naturaleza. ¿Por qué sentía ese vacío en el alma solo pensable en un espíritu menesteroso? El silencio fue la réplica.

Y así, tras días de encierro, en el purgatorio de la inanición pensó en la muerte, sin embargo, había olvidado el camino a su lecho como hacen los seductores con sus conquistas o, peor aún, había caído en la trampa de ella, confinado a su olvido, derrota que el despecho siempre disfraza de triunfo. Se arrepintió de su inmortalidad y de su prédica. Deseó no recordar lo que creía haber vivido y quiso morir igual a cualquiera. Si eso era la vida eterna, el verdadero infierno era la inmortalidad, el insomnio perenne dentro de esa cueva vuelta hipogeo en la noche oscura de los tiempos, Él, Alfa y Omega, el primero y el último, convertido en el alfa y la omega de un alfabeto de silencio eterno. Sintió ira, ese capital y humano vicio, y maldijo su destino, como lo hizo antes con los mercaderes, con Betsaida, Corazín, Capernaum. Y con la higuera: ‘Que nunca nadie coma frutos de ti’, recordó haber dicho. Y se arrepintió profundamente. Cómo deseaba un poco del néctar aquel, una sola gota al menos, pues con tristeza comprendió que, en su abandono, en su melancolía infinita, lo seguiría deseando el resto de la eternidad».

          —¿Y ya, ese es el final?

          —Sí.

          —Vamos, voy a ser muy sincero: tu historia no es mala, pero, no sé, contada así es poco atractiva, necesita ajustes.

          —¿Qué ajustes? Quisiera escribir una historia exitosa, conocida, la más contada, la mejor de todos los tiempos.

          —Lo que preguntas suena más a querer la fórmula del éxito y ganar mucho oro con ella.

          —¿Y está mal? No quisiera ser pobre toda la vida, me gustaría vender bien mi trabajo, ser recordado como el mejor del mundo.

          —No hay fórmula para ser el mejor en esto, tampoco para escribir la mejor historia, porque la obra que ante tus ojos sea la mejor seguramente no lo será ante los ojos de otros, menos todavía si son únicamente algunos quienes tienen la posibilidad de leerte. Lo mismo pasa con ser el mejor en esto de escribir: no siempre el más exitoso o famoso es ni el mejor ni el más rico, menos en nuestro tiempo.

          —Pero puedo mejorar la historia. Dijiste que no era mala, solo poco atractiva, ¿por qué?

          —No funciona, se cae al final.

          —¿Cómo que se cae?

          —Al dejar encerrado y ya sin poder alguno a tu protagonista, todas sus hazañas son puestas en duda. Es como escribir un gran relato de aventuras y después decir que todo se trató de un sueño. Quien lea terminará decepcionado, sentirá un engaño ante una relación de hechos sin vida. Haz que el relato viva después del punto final, deja entrever la posibilidad de un rescate que no solo salve al mártir proscrito de la gloria sino a la epopeya entera; así puedes abonarle terreno a una segunda parte, a un regreso, incluso a una saga. Pero, así como está, no funciona, el relato se muere antes de llegar a su fin; defraudará a quien lo lea, si acaso alguien, paciente y compasivo, llega a esa parte.

          —Y cuando dices «no funciona», ¿quieres decir que debo escribirla otra vez o mejor olvidarme de ella?

          —Eso lo decidirás tú.  

          —Hace un momento dijiste que no existía la fórmula del éxito y ahora dices que, si mi historia no se apega al modelo del que hablas, muy parecido a una fórmula, entonces no sirve, ¿no será que en realidad buscas hacerme escribirla como tú lo harías, que diga lo que tú quieres? ¿O preferirías que la contara alguien más, tú, por ejemplo?

            —No, Judas. Si te obsesionas con esas ideas puedes acabar muy mal, incluso matando a quien creas que quiere apropiarse de tus escritos o matándote tú mismo si eso atrae la atención sobre tus palabras y te hace pasar por artista genial. Aquí nadie viene a robarle nada a otros. Lo que te he dicho tómalo a manera de una sugerencia, no de imposición; ayudarnos es el propósito de este taller de escribas. Pero a ver, ¿qué opinan los demás compañeros? ¿Mateo, Marcos, Lucas, Juan, qué dicen ustedes?

Más sobre el III Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz

El acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz congregó a alrededor de 250 personas. Foto: Rodrigo Valero.
Acto de entrega del II Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’. Foto: Rodrigo Valero.

hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, convoca la tercera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, que incluye un primer galardón dotado con 3.000 euros y un segundo reconocimiento dotado con 1.000 euros. Además se establecen dos accésits honoríficos.

Los trabajos, de tema libre, deben estar escritos en lengua española, ser originales e inéditos, y tener una extensión mínima de 250 palabras y máxima de 1.500 palabras. Podrán concurrir todos los autores, profesionales o aficionados a la escritura que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad y lugar de residencia. Cada concursante podrá presentar al certamen un máximo de dos obras.

El premio constará de una fase previa y una final. Durante la previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará uno o más relatos que, a juicio de sus miembros, merezca pasar a la fase final entre todos los enviados hasta esa fecha. Los relatos seleccionados se irán publicando periódicamente en hoyesarte.com. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas y publicadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.

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Fechas clave

Apertura de admisión de originales: 10 de enero de 2022

Cierre: 24 de junio de 2022

Fallo: 10 de octubre de 2022

Acto de entrega: Último trimestre de 2022