Apoyó los dos pies sobre el piso al mismo tiempo.
Cerca de su cama se encontraban sus calcetines extendidos. Acomodados apuntando hacia el mismo lado. Uno arriba y otro abajo, pero sin tocarse.
Antes de ponerse de pie, sin mirar tanteó tres veces con su mano izquierda el otro lado de la cama. Daniel hacía veinte minutos que había salido para la oficina. Es que en hora punta le tomaba casi cincuenta minutos el viaje.
Con dieciocho pasos llegó hasta el baño.
Se mojó la cara sólo una vez. Y se lavó los dientes, dedicándole veinte cepilladas a los dientes superiores, y otras veinte a los inferiores.
Se dirigió a la cocina con otros dieciocho pasos, conscientemente más grandes que los que la llevaban al baño, porque la distancia era mayor.
Un jabalí alejado de la manada…
Ya en la cocina, bebió el jugo de medio limón diluido en medio vaso de agua.
Mientras se preparaba un omelette con dos huevos y dos lonchas de queso, sus dos ojos se clavaron en el omelette. Y su pensamiento se fundió con su pasado, mientras el queso se fundía en la sartén.
Los recuerdos la asaltaron inevitablemente, sin posibilidad de reacción. De la misma forma en que moja un chaparrón de verano.
Recuerdos del último agosto en que fue a visitar a su padre.
Del sonido sordo de la masa de noventa kilos impactando en las baldosas de la calle.
De la imagen de un indeseado charco de sangre, que a medida que crecía, dolía insoportablemente.
Del sabor a vómito. Del olor a muerte.
Y de la figura desfigurada de su padre, que ya no era su padre.
Una última visita que nunca llegó a ser, convirtió en el último a un encuentro intrascendente en una esquina del mismo barrio.
El intento desesperado de recuperar detalles de esos gestos, de esa voz, y de las frases de esa charla fugaz. La última.
Un jabalí alejado de la manada se dirigió hacia la carretera…
Siete por uno siete, siete por dos catorce, siete por tres…
Su psiquiatra era la que le había aconsejado aferrarse repetitivamente a patrones sencillos. A secuencias mínimas.
A ecos huecos, carentes de significado.
Eso la mantendría unida a la realidad.
Así el paso del tiempo y su estado de presencia caminarían de la mano, sin desfasarse.
A, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, durante, en, entre…
Entre que había tenido el episodio, y que terminó su omelette pasaron siete minutos.
Y antes de que continuara el día según la agenda, al mismo tiempo silbó la tetera y sonó su móvil.
Daniel escuchaba “Nada hará cambiar mi amor por ti” en el fiel y potente sistema de sonido de su coche. Mientras sonaba el tema, le hacía coros a George Benson, transitando la carretera interestatal a gran velocidad.
Estaba feliz, como todos los días.
Un jabalí alejado de la manada se dirigió hacia la carretera y comenzó a cruzarla.
El lujoso coche de Daniel, en una fracción de segundo, lo embistió violentamente. Porque la vida es eternidad, pero también una fracción de segundo.
El primer vuelco impactó en la incredulidad de Daniel.
El segundo vuelco en el metal. Y el último en la carne.
El cuerpo libre de Daniel dentro del habitáculo se sacudió varias veces, golpeando con la puerta, contra el volante, para terminar aprisionado por todo su peso contra el techo, que ahora era piso.
Daniel no sentía nada. Entonces sintió todo junto.
Luego el estupor y el dolor fueron inaguantables.
Tomó su móvil como pudo, y tocó el marcado directo con el nombre de “Cami Amor”.
Distraída por el agudo silbido de la tetera, atendió el llamado sin mirar. Y lo que fue peor, sin antes haber contado hasta tres. Quiso cortar. Pero lo sintió como un avance, el independizarse de una de sus creencias limitantes que funcionaba como cábala.
– Hola…
Del otro lado de la línea sonaba una radio con la balada de Boyz II Men, ”El final del camino”. Por sobre la música oyó unos gemidos.
Camila miró la pantalla del móvil para cerciorarse quién llamaba.
– ¿Amor?
Con gran esfuerzo y con la voz entrecortada, Daniel contestó.
– Amor… un accidente… no creo…
– ¡¿Qué?! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? Dani… ¡Amor!
– No vi el… No pude…. El… Me duele…
Daniel respiraba fuerte y con dificultad.
Camila comenzó a caminar en círculo por la cocina.
– ¡Salgo ya mismo a buscarte! Dime dónde estás y envío una ambulancia… ¿Estás bien? ¡¿Dónde estás?!
Del otro lado, las respiraciones ya no se oían. Sólo la música.
– Dani… ¡Mi amor! ¡¿Me oyes?!
Daniel no contestaba.
– ¿Dónde estás?
Debido al accidente el jabalí murió al instante.
A Daniel le tomó tres minutos.
Camila, entre sollozos y gritos, no dejaba de caminar en círculo.
No oía a Daniel. Y aunque no quería y se resistía, intuyó lo peor.
Sin saber si seguía con vida, aún tenía ese llamado. Esa línea seguía viva. De un lado ella, y del otro su amor.
Siguió caminando aferrada a su móvil. Sentía que en ese llamado estaba unida a él. No cortaría por nada del mundo.
No podría hacerlo. Sería como darse por vencida. Sería como matarlo.
Siguió procurando una respuesta para ayudarlo, pero no la hubo.
Camila mientras caminaba, desvariaba, lloraba y gritaba.
Se maldijo por no haber contado hasta tres antes de atender. Y se sintió culpable de la tragedia.
El círculo se hizo infinito.
Camila con el móvil aún en el oído, buscaba algún sonido que no fuera música. Alguna palabra.
Ese llamado era un hilo de esperanza. Un hilo de vida entre ellos.
Luego de dos horas, la batería de su móvil se agotó.
A partir de ese instante, Camila se escondió en una de las recónditas cavernas de su razón, donde se quedó a vivir para siempre.
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El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocaron la segunda edición del Premio Internacional de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz, dotado con 4.000 euros y cuyo plazo de presentación de relatos concluye el 7 de julio de 2021.
Durante la fase previa, cada semana el Comité de Lectura seleccionará el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha. El relato seleccionado se publicará posteriormente en hoyesarte.com. Este procedimiento se repetirá cada semana, durante las 27 semanas (tantas como las letras del abecedario de la lengua española) comprendidas entre el 2 de enero de 2021 y el 7 de julio de 2021. Durante la fase final, el jurado elegirá de entre las obras seleccionadas en la fase previa cuáles son las merecedoras del primer y segundo premio y de los dos accésits.
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Fechas clave
Apertura de admisión de originales: 2 de enero de 2021
Cierre: 7 de julio de 2021
Fallo: 6 de agosto de 2021
Acto de entrega: 21 de agosto de 2021