–Ven –dijo–, ven, –acariciándose el cabello enmarañado.
Y la tejedora estiró sus ocho patas, arrastró su cuerpo negro a través de la penumbra y descendió por la vieja corteza hasta anidar en su cuello.
Con la primera estrella despertó la araña de su letargo y penetró la melena de sombra. Extendiendo sus afiladas agujas comenzó a trenzar la despeinada cabellera. Hilo sobre pelo, ris ras. Pelo sobre hilo, zas zas. Así tejía la noche Ella, la araña, tiñendo de encajes el silencio. Así hilaba un tapiz de ojos, nariz y labios; brazos, codos y manos; cuello, hombros y pechos; caderas, rodillas y tobillos; hasta que la sombra quedó cubierta de seda blanca. Entonces sonrió, recién formada, y su gélido aliento acarició dulcemente las peludas patas de Ella, la araña.
–Aquí –dijo–, aquí, –dibujando en el aire el patrón de una delicada capa.
Y la tejedora levantó sus agujas entumecidas, trepó por la blanca espalda y comenzó su danza de seda y sombra para tejer el manto.
Mientras Ella cosía el velo, bailaba la Dama Blanca al son del aguijón helado. Ris ras, así iban dejando sus pies huellas de fría escarcha sobre la tierra. Zas zas, así iba cayendo su risa cantarina como cristales de hielo sobre las secas ramas. Allí donde ponía sus dedos de seda, todo se congelaba. Al fin la túnica estuvo terminada y la negra coraza de Ella, la araña, relució cristalina e inerte sobre la cabellera de la Dama Blanca.
–Qué hermosa joya –murmuró, cubriéndose con la fina capa.
Y tomando el brillante ópalo entre sus dedos, le enarcó las patas y lo clavó en su pecho para prender el manto.
Una gota de negra sombra manó de la herida y resbaló hasta la palma de su mano. Acercándola a sus labios le cantó tiernamente, y su frío aliento se deslizó a través de la noche para acunarla entre las raíces del viejo roble. Así fue como, un año más, al cerrarse la noche, Cerrioide crió en sus rugosas entrañas el germen del invierno, y la Nieve reanudó su danza bajo las estrellas, deshilachando su túnica sobre las piedras, cubriendo de blancos jirones las ramas, iluminando la oscuridad con su risa. Pronto todo el bosque resplandeció tejido de seda. Así debía ser: blanco sobre la tierra negra. Así debía ser: blanca navidad para la Dama Blanca.
Más sobre el Premio de Cuentos Breves Maestro Francisco González Ruiz
El gran número de autores innovadores y la gran calidad del cuento español en el panorama literario contemporáneo es un fenómeno reconocido tanto por la crítica especializada como por los aficionados a la literatura en general y a la narrativa breve en particular. Con el objetivo de promover y difundir este género, hoyesarte.com, primer diario de arte y cultura en español, y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, con la colaboración de Arráez Editores SL, convocan la primera edición del Premio Internacional de Cuentos Breves ‘Maestro Francisco González Ruiz’, dotado con 3.000 euros.
El certamen se desarrolla en una fase previa y otra final. Durante la previa, el viernes de cada semana, el Comité de Lectura selecciona el relato que, a juicio de sus miembros, sea el mejor entre los enviados hasta esa fecha, publicándose el lunes siguiente en hoyesarte.com. Este es el caso del cuento Una fábula de invierno.
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