y circunstancias muy distintas, pero ambas con el telón de fondo de la desesperación y el Holocausto -(origen de tantas páginas, pero muy pocas veces con tal contundencia y valía literaria)- , aportan luces nuevas sobre un escenario atroz, nunca suficientemente iluminado.
Un viaje
Publicada y en edición muy restringida en 1962, Un viaje había sido escrita en apenas un año entre 1951 y 1952 como grito desgarrador surgido de una garganta, la de Adler, que había conocido en su propio ser la sinrazón del nazismo.
Obra demoledora sobre el Holocausto, estamos ante la primera novela (aunque esta supuesta ficción está muy determinada por hechos tristemente acaecidos) que afrontó sin máscaras la despiadada verdad de aquel exterminio.
Sobre los Lusting, una familia media, recae la sentencia definitiva y excluyente, el terrible mandamiento final: No habitarás. De ahí parte este viaje. “No habitarás”. A esa frase se le irán añadiendo disposiciones cada vez más monstruosas en una sociedad perversa en la que la vida se hace imposible.
Seres prohibidos
Los Lusting, como tantos otros, son seres prohibidos y se ven abocados a emprender un viaje hacia el horror, hacia la nada, hacia la muerte. El mal había llegado sigilosamente para imponerse en un mundo desnaturalizado en el que la bondad, o algo semejante a la bondad, no era más que un innombrable recuerdo.
“El mundo entero fue una pura prohibición”, escribe Jeremy Adler, hijo del autor y quien tanto luchó para que la obra de su padre viese la luz tras sufrir, durante una década, el rechazo de editores ingleses y alemanes.
“Estamos todos prohibidos”, asumen los afectados. La nueva sinley trasforma todos los conceptos y convierte una sociedad libre en una comunidad de forzados, con instituciones pervertidas cuya finalidad última es hacer imposible la vida. “Nos enteramos, apunta Adler, de que en nombre del derecho se había establecido la falta de derechos”.
Proscritos por decreto
La voz narradora elige la imagen del viaje como destino atemporal del camino de los prohibidos, de los proscritos por decreto a abandonar este mundo.
Hans Günther Adler había nacido en julio de 1910 en Praga en el seno de una familia burguesa que le facilitó estudios de música, literatura, psicología y filosofía. Mientras preparaba su tesis doctoral en Berlín asistió a la toma de poder de Hitler. Se derrumbó su aspiración a ser profesor universitario y, de regreso a Praga, ejerció como secretario de un instituto de educación popular.
No pudo librarse y en 1941 fue enviado a un campo de concentración donde trabajó en la construcción de una línea ferroviaria. Un año más tarde, fue deportado, en unión de su primera mujer, la doctora Gertrud Klepetar y la familia de ésta, a Theresienstadt, de allí, en octubre del 44, a Auschwitz, y unas semanas más tarde al campo de Niederorschel, anejo a Buchenwald y a la fábrica subterránea del campo de Langenstein, donde fue liberado finalmente en abril de 1945 gracias a la intervención de tropas aliadas.
No acabaría ahí su particular via crucis a pesar de que de vuelta a Praga consiguió en parte rehacer su vida, pero en 1947, huyendo del régimen comunista, se trasladó a Londres en donde obtuvo asilo sin conseguir situarse ni como escritor ni como investigador(Adler fue también un notable científico).
Alemania, Austria, Suiza, Israel y Estados Unidos fueron lugares en donde intentó establecerse, siempre sin demasiada fortuna. Murió en Londres el 21 de agosto de 1988 dejando (hoy, al fin, con unánime reconocimiento) una obra literaria extraordinaria y amplia en la que se mezclan poemas, relatos, novelas y ensayos científicos y en la que destaca un viaje, una pieza innovadora y maestra de la que Elías Canetti, responsable en parte de su descubrimiento, dejó escrito: “Será el libro clásico de este género de “viaje”, de toda pérdida de raíces y de todo exterminio quienquiera que sea la persona a quien eso le ocurra”.
Tynset
Wolfgang Hildesheimer (Hamburgo, 1916, escritor y melómano) fue otro judío errante y un individuo curioso. Desde su Alemania natal emigró con su familia a Palestina, en donde se dedicó a la carpintería. De allí, saltó a Londres en donde estudió pintura y escenografía y a Holanda. A partir de 1947 se dedica por entero a la literatura formando grupo (Grupo 47) con, entre otros, Arno Schmidt y Hans Magnus Enzensberger. Falleció en agosto de 1991 en Suiza.
Relatos, novelas, piezas de teatro, guiones radiofónicos y biografías (su obra mas conocida es su versión sobre la vida de Mozart) componen un legado considerado por muchos, Sebald entre ellos, como una de las aportaciones más profundas e innovadoras de la postguerra alemana.
Se llama Tynset la razón por la que hoy este autor desembarca en este blog. Expliquémonos: Un hombre cuyo nombre apariencia física y edad desconocemos (aunque el tono de su monólogo y el hecho de que ya no trabaje nos hacen suponer una edad avanzada), hace inventario de su vida a lo largo de una interminable noche de insomnio. Arranca leyendo una guía de ferrocarriles noruegos en la que llama su atención el nombre de Tynset, ciudad que se convertirá en obsesión y meta inalcanzable.
Otro viaje, un destino semejante
Otro viaje. Antes el de Adler, ahora, este distinto pero semejante. Dos autores errantes que desde implicaciones distintas meten el dedo en una misma llaga. Escrita en 1965 con el fondo de la experiencia propia que tuvo el autor como intérprete en el Proceso de Nuremberg, en el que se condenó a algunos de los dirigentes del nazismo, Tynset es un viaje a las raíces de uno de los períodos más oscuros de la historia europea.
Hildesheimer tuvo constancia de primera mano de hechos, procedimientos, ejecuciones y torturas que nunca sufrió en propia piel. Como señala Vicente Luis Mora en el prólogo de la presente edición, “de su sentimiento de ausencia, de su carga de culpa por haber estado fuera del país mientras sus correligionarios sufrían la represión racial, surge directamente esta novela”.
Una libro extraño e inquietante en el que se confronta, sin concesión alguna, a toda una cultura con su más incómodo pasado, pues, “para la mente cargada de culpa, para los que sufren, las noches son eternas, sin final, como esas noches nórdicas de seis meses, esas madrugadas de Tynset que parece que no van a acabarse nunca”.
Un viaje
H.G. Adler
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores
Tynset
Wolfgang Hildesheimer
Colección Narrativas del Olivo Azul