El fotógrafo madrileño, acostumbrado a componer obras en las que el sentido y la mirada van más allá del objeto, ha recurrido para el cartel a uno de los motivos que puntúa de manera continua su obra: el libro, porque según él, «nunca se agota y es, como objeto, uno de los más ricos en posibles asociaciones. Reúne todos los aspectos más interesantes que puedas buscar en un objeto, una forma simple, sugerente, con una geometría bien definida y con un lastre simbólico bien fuerte».
Diálogos entre lectores
En su obra, los libros son como puntos de convergencia de voces representadas por esos bocadillos (más propios de la iconografía del cómic) a modo de marca páginas. Estas pequeñas notas o llamadas de atención recuerdan que cada libro encierra diálogos que a su vez suscitan diálogos entre los lectores.
El fotógrafo subraya que el diseño del cartel de este año ha sido una propuesta «muy ilusionante, un encargo de esos con los que uno disfruta» y que, para él, la Feria del Libro de Madrid es la ocasión idónea para «encontrarte con esas ediciones o propuestas que durante el año, tal vez puedan ser un poco más difíciles de localizar. Aquí lo tienes todo, o casi todo al alcance de la mano».
Entre sus lecturas favoritas, el fotógrafo cita Memorias póstumas de Blas Cubas, de Joaquim Machado de Assis; Especies de espacios, de Georges Perec, y Ejercicios de Estilo, de Raymond Queneau.
Chema Madoz realizó su primera exposición de fotografía en 1985, a la que siguieron numerosas muestras colectivas e individuales tanto en España como en otros países. Su mundo se centra en la presencia insólita y poética de los objetos que selecciona y dispone en escenarios íntimos, construidos por él mismo, y que fotografía en blanco y negro, extrayendo de ellos una luz y un aliento poético de gran capacidad de seducción para el espectador. En su obra –próxima a la poesía visual, a la pintura y a la escultura–, los objetos, descontextualizados, se trascienden a sí mismos. Metáforas fotográficas, juegos visuales, objetos dispuestos a sorprender y provocar al espectador, pues tras su apariencia habitual –un guante, un sobre, una cerilla, un bastón, una balanza, una maleta…– revelan una singularidad que nos remite a una asociación inesperada. Madoz invita a la observación y la reflexión del espectador, y a descubrir la poesía que emana de cada objeto sometiéndolo a ligeras transformaciones y privándolo de su función habitual, modificando el contexto de su uso y alterando la percepción de la realidad. |
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