Muchos de estos lugares, nos cuenta el escritor piamontés, han sido semilla de leyendas fascinantes e inspirado algunas de las representaciones visuales que ilustran esta magnífica edición. Otros han alimentado la fantasía de los cazadores de misterios o estimulado viajes y exploraciones. “Así, persiguiendo una ilusión, viajeros de todos los países han descubierto otras tierras… Lo que aquí nos interesa son las tierras y los lugares que, ahora o en el pasado, han creado quimeras, utopías e ilusiones, porque mucha gente ha creído realmente que existen o han existido en alguna parte”.
En resumen, las tierras y los lugares legendarios son de distinto género y sólo tienen en común una característica: “tanto si dependen de leyendas antiquísimas cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, como si son producto de una invención moderna, han originado flujos de creencias”.
Ficción y realidad
Realidad y ficción, todo cabe en el imaginario colectivo. “De la realidad de estas ilusiones es de lo que se ocupa este libro”. Tierras y lugares, porque a veces se trata de auténticos continentes, como la Atlántida, y otras de pueblos, paisajes, castillos o leyendas.
La imaginación como eje, pero no siempre, porque algunos de estos lugares están inspirados en espacios reales, donde los lectores pretenden descubrir las huellas de los libros que han amado, “del mismo modo que los lectores del Ulises tratan de identificar la casa de Leopold Bloom, en Dublín, visitan la Torre Martello, convertida hoy en un museo dedicado a James Joyce, o desean comprar en una determinada farmacia el jabón de limón adquirido por Bloom en 1904”.
Si hablamos de ficción, son infinitos los lugares que nunca han existido, salvo en la realidad de los textos que nos los acercaron. “Fantaseamos sobre el País de los Juguetes de Pinocho, la isla donde Simbad encuentra al pájaro Roc o la isla sonante de Rabelais…».
Otros se convirtieron en materia novelesca pese a haber existido en el mundo de lo real, como la isla de Robinson, dónde naufragó un personaje de carne y hueso, Alexander Selkirk, en el que se inspiró Defoe.
Razones diversas
Otros lugares, pese a no haber existido, han sido reconstruidos por razones de interés comercial, como la celda del conde de Montecristo (inventada) en el castillo de If (real) al que peregrinan cada año miles de entregados a las aventuras de Dumas, o la casa londinense de Sherlock Holmes, que la ficción levantó, y ahí está hoy física y multivisitada, en Baker Street
A modo de corolario, Umberto Eco contribuye al mito y a estructurar ese subyugante espacio que difumina las fronteras de lo que podemos ver y tocar con ojos y manos y lo que sólo podemos acariciar en el ámbito de los sueños: “En nuestro mundo de errores y leyendas, de datos históricos y falsas noticias, una cosa absolutamente verdadera lo es tanto como el hecho de que Superman es Clark Kent. Todo lo demás puede ser discutido… Esta verdad nos proporciona un último consuelo. Las tierras legendarias, en el momento en que pasan de ser objeto de creencia a objeto de ficción, también se convierten en verdaderas”.
Aparquemos, pues, nuestra pobre y limitada realidad. Acoplemos el paso al de Eco y, expectantes, adentrémonos, -atentos a colores, matices, sonidos y reflejos- en la Atlántida, Lemuria, las tierras de la reina de Saba, el país de las Hespérides o las islas de la Utopía. El viaje merece la pena.
Historia de las tierras y los lugares legendarios
Umberto Eco
Traducción de María Pons
Editorial Lumen
480 páginas
44,90 euros